El comienzo de todo

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Era una mañana tranquila, con el sol brillando alto y las aves cantando dulcemente entre las ramas. Las plantas florecían en su esplendor, y entre ellas, yo me despertaba a la vida. Aún era un hermano joven, recién nacido, sintiendo por primera vez el calor de mis padres, dos Lanzaguisantes que siempre me protegieron con cariño. Con el paso del tiempo, desarrollé mis sentidos, permitiéndome ver a mis padres y mi hermano mayor, una repetidora que me cuidaba cada vez que ellos salían a trabajar. Vivíamos en la casa de Dave, un lugar continuamente asediado por zombies, donde mis padres defendían el jardín día tras día.

Mi padre, una Guisantralladora con un pasado militar, se había retirado para estar con nosotros, mientras que el trabajo de mi madre siempre fue un misterio. Aunque desconocíamos a qué se dedicaba, su amor por nosotros nunca estuvo en duda.

Una tarde, mientras jugábamos en el jardín, mi hermano y yo disfrutábamos de un partido de fútbol. La pelota rodaba entre nosotros, hasta que, tras un mal golpe, se perdió entre los arbustos.

—Volví a perder —murmuró Lanzaguisantes, frustrado al ver cómo el balón desaparecía entre las hojas.

Repetidora rió con suavidad, aunque al ver la seriedad en su hermano, adoptó un tono más comprensivo.

—Mejor suerte para la próxima —le respondió con una sonrisa.

Con una expresión de determinación, los lanzaguisantes se dirigieron hacia los arbustos para recuperar la pelota.

—No es justo —susurró para sí mismo, mientras se adentraba en la vegetación.

Repetidora lo observará con una mezcla de precaución y afecto.

—Diez cuidados. No sabemos qué puede haber ahí —le advirtió, su tono lleno de una leve preocupación.

Lanzaguisantes avanzando y continuó su búsqueda, encontrando la pelota rápidamente. Pero al inclinarse para recogerla, notó algo inquietante. Desde las sombras, surgieron figuras tambaleantes que hicieron que un escalofrío recorriera su cuerpo. Eran zombis.

—¡Hermano! —gritó, corriendo de regreso, con el pánico reflejado en su rostro.

Al escuchar su voz, la Repetidora giró rápidamente, sus ojos mostrando una alarma creciente.

—¿Qué sucede? —preguntó, percibiendo el miedo en la voz de su hermano.

—¡Zombis! ¡Vienen zombies! —exclamó Lanzaguisantes, casi tropezando al llegar a su lado.

Repetidora, manteniendo la calma, lo empujó suavemente hacia atrás, adoptando una postura defensiva.

—Quédate detrás de mí. Yo me encargo de esto —dijo con resolución.

Con precisión y rapidez, Repetidora comenzó a disparar guisantes, derribando a los zombies uno por uno. Al ver que todo había terminado, Lanzaguisantes dejó escapar un suspiro de alivio, pero su hermano seguía con la guardia en alto.

—Eso estuvo cerca —comentó Lanzaguisantes, tratando de tranquilizarse.

Repetidora frunció el ceño, observando algo en la distancia.

—Vienen más... muchos más —respondió, su voz ahora teñida de preocupación—. Tenemos que avisar a nuestros padres.

Ambos corrieron hacia la casa, donde sus padres estaban ocupados. Lanzaguisantes, con la respiración entrecortada, les advertimos rápidamente:

—¡Papá, mamá! ¡Una horda de zombies se acerca al jardín!

El Sr. Lanzaguisantes, siempre sereno, se giró hacia ellos con una expresión grave.

—Hijos, quédense aquí. Nosotros nos encargaremos de esto —respondió con determinación.

La Sra. Lanzaguisantes avanzando sin decir una palabra, y ambos salieron al jardín, listos para enfrentar la amenaza. Pero la curiosidad de Lanzaguisantes fue más fuerte que su miedo. Sin que nadie lo notara, se escabulló entre los arbustos, decidido a ver cómo luchaban sus padres.

Desde su escondite, observará la batalla. Sus padres luchaban con valentía, junto a todas las plantas disponibles en el lugar. Pero entonces, el suelo comenzó a temblar bajo sus raíces. Un sonido pesado y ominoso se aproximaba, y pronto, una horda de zombistenis apareció en el horizonte.

—Espero que mis padres puedan derrotarlo —pensó Lanzaguisantes, su corazón latiendo rápidamente. Pero, por más que lucharon, la fuerza de tantos mostros fue superior. Una tras otra, las plantas fueron cayendo, hasta que un último y devastador golpe acabó con todo, incluyendo a sus padres.

Las lágrimas nublaron su vista mientras corría de regreso a casa. Al llegar, encontró a su hermano, quien, al verlo, supo de inmediato que algo estaba mal.

—¿Qué ocurre? —preguntó Repetidora, su voz tensa, llena de preocupación.

—Nuestros padres... —comenzó a decir Lanzaguisantes, pero su voz se quebró—. Ellos... murieron —logró decir, las lágrimas fluyendo libremente.

El color se desvaneció del rostro de Repetidora, pero en lugar de sucumbir al miedo, sus ojos se llenaron de determinación.

—Escúchame bien, debes correr. Yo activaré la alarma de refuerzos —dijo con firmeza, decidido a proteger a su hermano a toda costa.

Lanzaguisantes empresariales con la cabeza, su voz temblorosa por la preocupación.

—Pero... ¿y si no lo logras? Podrías morir —advirtió, temiendo lo peor.

Repetidora lo miró con una mezcla de dolor y resolución.

—No te preocupes por mí. Soy rápido y sé cómo moverme en silencio. Ahora ve —ordenó, asegurándose de que su hermano entendiera la importancia de su misión.

Aunque temía por él, Lanzaguisantes obedeció y corrió lo más rápido que pudo, dejando el jardín atrás. Mientras tanto, Repetidora avanzó hacia la cochera, evitando ser vista por los zombies. Su camino lo llevó a un lugar donde yacían los cuerpos de sus padres. Aunque su corazón se rompió al verlos, sabía que no podía detenerse.

Finalmente, llegó a la cochera y presionó el botón de alarma. Una melodía resonó por todo el jardín, llamando a las fuerzas de la corporación LEAF Exhausto, Repetidora dejó que el cansancio lo venciera, quedándose dormido al son de la melodía.

Treinta minutos después, un grupo de plantas llegó al lugar. Una Guisantralladora se acercó a la Repetidora y lo sacudió suavemente para despertarlo.

—Despierta, chico —dijo con voz firme pero amable.

Repetidora abrió los ojos lentamente, aún adormilado.

—¿Quién eres? —preguntó, tratando de orientarse.

—Soy una Guisantralladora. ¿Estás solo? ¿Hay alguien más contigo? —preguntó la planta militar, buscando más sobrevivientes.

La repetidora se levantó de un salto, alarmada.

—Mi hermano estaba conmigo. ¿Lo han visto? —preguntó con desesperación en su voz.

Guisantralladora lo empresarial con la cabeza.

—No encontramos a nadie más. Si no lo vimos, probablemente se haya escondido. Pero no podemos quedarnos aquí. Enviaremos a un grupo de búsqueda, pero por ahora debes venir con nosotros —le dijo, tratando de calmarlo.

Con el corazón apretado por la angustia, Repetidora avanza lentamente.

—De acuerdo... Solo espero que esté bien —murmuró, aferrándose a la esperanza de que su hermano estuviera a salvo.

AMOR BOTANICO UNA HISTORIA MAS HALLA DE LO QUE PUEDES PENSARWhere stories live. Discover now