En la penumbra de la noche, nuestros cuerpos se encuentran, entrelazados en un abrazo ardiente, el deseo nos gobierna. Tus labios suaves, dulces como la miel, se funden con los míos, en un beso sin igual.
Nuestras manos, exploradoras incansables, recorren cada centímetro de piel, sin tregua ni pausas. El roce de tus dedos enciende mi fuego interno,y juntos, en este acto, nos sumergimos en un éxtasis eterno.
Tus caricias, como versos al oído, despiertan mis sentidos, hacen vibrar mi ser dormido.Cada susurro, cada gemido contenido,nos sumerge en un océano de pasión sin sentido.
Nos entregamos sin reservas, sin miedos ni barreras, en esta danza lasciva, donde el placer es la bandera.
Tus suspiros son música para mis oídos, mi cuerpo y alma te pertenecen, sin más ruidos.Y así, enredados en la pasión desenfrenada, nos consumimos en un fuego que no tiene fin. El amor y el deseo se funden en un solo ser, y juntos, como amantes eternos, volvemos a renacer.
En la quietud de la noche, nuestros cuerpos reposan, saciados de amor y deseo, en plena calma y armonía. Y mientras duermes, te miro con ternura y admiración,
saboreando el dulce sabor de esta perfecta melodía.