Capítulo uno: Como la Primera Mirada

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En un nevado y ventiscoso pueblo del sur, vivía un pobre juguetero de asombrosos talentos llamado Eric Cartman.

Este pobre juguetero tenía un cabello castaño claro y ojos de un color azul cielo con sutiles ojeras bajo ellos. Su rostro mostraba una barba mal afeitada, unas algo oxidadas gafas redondas y vestía un chaleco y sombrero de un café umbra con un par de parches de tonalidades rojizas.

En un gélido día a mediados de invierno, el pobre juguetero recibió una carta de parte del distinguido padre de la familia Broflovski, encargándole un trabajo. La petición de este hombre fueron juguetes. juguetes únicos y especiales como intento de devolverle la felicidad a su hija, ya que, tras la muerte de su madre, la pequeña Menorah no había sido capaz de sonreír genuinamente. Así que quería prepararle un regalo que la hiciera feliz en la ya tercera Hannukah sin ella.

El juguetero, disgustado por quien estaba haciendo la petición, pero igualmente conmovido por la misma, aceptó. Dejo la carta a un lado y empezó a pensar en que podría llegar a hacer feliz a una pobre jovencita en tales circunstancias.

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Un imponente caballo negro llevaba un carruaje pintado con tonalidades frías por las extensas calles de adoquín, en la que una joven de rizos color frambuesa y un caballero de cabello tono cobre esperaban prontamente la llegada a su destino. Aquellos eran la joven señorita, Menorah Broflovski y su viudo padre, Kyle Broflovski. La joven de mirada taciturna bajó del carruaje al llegar a una humilde tienda de ladrillo y maderos, con un letrero grabado elegantemente que decía "Juguetería" en cursiva.

Ya en frente de la puerta, la chica de ojos anochecer se dio vuelta para despedirse de su padre con una disimulada reverencia:

-Adiós, Padre- Se despidió Menorah casi al borde del susurro.

-Adiós hija- Respondió el señor Broflovski con afecto -Que tengas una agradable tarde.

Luego de que los caballos se llevaran a su padre en el carruaje, la de rizos frambuesa abrió la puerta de la juguetería, escuchando el repiqueteo de la campana en la entrada, anunciando su llegada.

Al entrar empezó a caminar y observar el interior de la humilde tienda. Mientras el olor a barniz inundaba la habitación de una manera no intoxicante. Ella miraba cada tren de madera meticulosamente tallado, cada marioneta lijada y cuidadosamente pintada y los diminutos vestidos con delicados bordados que se movían suavemente por el viento de la ventana, hasta que vio salir al viejo juguetero de la puerta de su taller, asustando un poco a la joven.

Al ver al chica, el viejo juguetero se sobresaltó igualmente, pero luego de reconocer a la señorita Broflovski, su sorpresa cambió.

- ¿Que hace aquí, señorita Broflovski? -Preguntó el juguetero-

La joven Menorah, algo avergonzado le responde:

-Señor juguetero, mi padre me ha dejado aquí porque él estaba ocupado y me pidió que supervisara su trabajo.

La cara del señor Cartman mostraba una mezcla entre desagrado y compasión. Dejar a esta pequeña en su desamparado taller no es una de las cosas más piadosa que el Señor Broflovski haya cometido, pero tampoco es la más horrible, de eso él estaba seguro.

-Dígame Señor Cartman -dijo el juguetero- y no se preocupe, señorita -calmó el señor Cartman - entre a mi taller y póngase cómoda mientras preparo una taza de té.

La joven, ya más tranquila, entró al taller.

Todo tipo de trabajos sin terminar se exhibían en las repisas del juguetero: Las mismas marionetas y trenes de las repisas de afuera, pero estas contenían algo que la señorita Broflovski no era capaz de describir. Era mágico.

Oculi tui semper erunt smaragdiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora