II. Exhibida, pervertida y follada por mi suegro y sus amigos
Al día siguiente, cuando mi suegro salió de su tienda para desperezarse, prácticamente me abalancé sobre él para darle los buenos días y llenarle la cara a besos. Me dijo, tomándome de los hombros, que desayunáramos rápido y nos escapáramos, que luego él llamaría a su esposa para decirles que hicimos un cambio de planes, que no iríamos con ella a los humedales.
Con camiseta holgada, short y sandalias, me adentré al bosque rumbo a una nueva aventura, siempre tomada de su cálida mano, siempre pegadita a su cuerpo.
La zona que quería enseñarme era una hermosa piscina natural por donde flotaban flores de loto; el lugar se alimenta de una pequeña pero alta cascada cuyo sonido era celestial; todo ese pequeño paraíso estaba escondido en medio de la espesura del bosque. Para mi sorpresa, ya estaban esperándonos jisoo y Rose, sentados en sillas plegadizas, pegados al agua prácticamente. Discutían entre bromas, no nos vieron llegar.
—¡Buen día, señores! Tal como prometí, vine para pasarla con ustedes.
—¡Ah, jennie, ven, siéntate sobre mi regazo! —dijo el guaperas de jisoo , mostrándome su sonrisa con hoyuelos—. Es el castigo por haber perdido ayer el partido de vóley.
—Caramelito —mi suegro me tomó del hombro—. No quiero que te sientas incómoda o que pienses mal de nosotros. Sabes cómo somos, nos gusta bromear y picar, pero quiero que sepas que cuando sientas que algo no te gusta, puedes decirlo y te lo vamos a respetar.
—No pasa nada, "papá", es lo que me toca por haber perdido.
Así que entre risas y aplausos me senté sobre el regazo de jiso; rodeé sus hombros con mi brazo. Mi suegro repartió unos habanos, preguntándome antes si me iba a molestar que fumaran. Lo cierto es que no estoy acostumbrada a ello pero no iba a ser aguafiestas, les dije que no me importaba en lo más mínimo.
—Ahora es mi turno —dijo Rose, levantándose con unos trapitos blancos en mano, mordiendo su habano—. Mi castigo para Jennie, por haber perdido ayer, es que se ponga esto.
O me estaba gastando una broma o en serio pensaba que iba a ponerme esa tanga hilo de licra. ¡Era pequeñísima! Suelo usar tanga, pero para disfrute de mi chico, no para goce de unos cincuentones. Y no es que yo sea acomplejada, pero tengo cintura algo ancha, que... ¡sí, me acompleja a veces! Mostró luego un sujetador de media copa, a juego. La risita que solté evidenció mi nerviosismo.
—Se lo robé a mi nieta antes de venir aquí.
—¡Ya! ¡La llevan claro si piensan que voy a ponerme eso!
—Pero si eres tan guapa, ¿no nos vas a dar un alegrón? —preguntó jisoo, abrazándome para apretarme contra su moreno y fornido pecho, besándome toda la carita.
—Uf, ¡basta! No sé... No me gusta llevar bikinis tan... pequeños. Verán, tengo senos grandes... y luego está mi cintura, que es... bueno...
—¿Pero qué te sucede? —Rose se acercó con sus trapitos en mano—. No me digas que estás acomplejada, ¡si estás hecha un vicio! ¡Míranos, niña! ¡Nosotros no somos modelos precisamente!
—Hazle caso a Moby Dick —me dijo jisoo , besándome la nariz—. Si lo haces, te prometo que te llevará a un paseo por el Shopping, ¿qué me dices? Te compraré todas las ropitas que quieras.
—Suficiente, amigos, si mi nuera no quiere, pues ya está dicho... —mi suegro ahora se pasaba la mano por la cabellera, resoplando, visiblemente triste.
—¡Ya, ya! Al carajo con ustedes...
Así que me dirigí tras la cascada para cambiarme conforme me aplaudían y vitoreaban entre el denso humo de habano que les rodeaba. Me desnudé; short, blusita, sujetador y braguitas afuera. No podía ver bien a los señores ya que el agua de la cascada deformaba la visión, pero más o menos imaginé que podrían percibir mi desnudez, lo cual hacía que mi corazón apresurara latidos incontrolablemente.
Comencé a subirme el tanga por mis piernas; era estrecha, no era mi talla, pero luché y conseguí ponérmela. Al acomodarme los bordes delanteros que cubrían mi sexo y acomodármela bien entre mis nalgas, no pude evitar un estremecimiento que me corrió desde mi vaginita hasta los hombros. Sentía cómo aquella tira se clavaba entre mis glúteos; la tela entre las piernas se hundía, metiéndose en medio de mi cuerpo, provocándome una sensación riquísima. Por delante, debido a lo ajustado que era, mis labios íntimos se delineaban groseramente debajo del pequeño triangulito de tela.
"Creo que lo mejor será quitármelo, es demasiado ajustado", pensé, tratando de mirarme la cola. Veía como el hilito desparecía entre mis nalgas regordetas. En ese momento, sin esperármelo, alguien se adentró tras la cascada y se robó no solo mis ropas, sino el sostén que hacía juego con mi hilito. Salí inmediatamente, tapándome los grandes senos con un brazo.
—¡Rosee ! ¡Es un mentiroso y además tramposo! ¡No me queda bien!
—¡Uy, madre mía! —dijo poniendo mis ropas sobre su hombro, retrocediendo hasta su asiento, riéndose en todo momento—. ¡Jennie si te queda de puta madre!
Avancé hasta donde ellos estaban, ya sentados, riéndose cómodamente en esa espiral de humo gris que forjaron con sus habanos; mirándome de arriba para abajo sin ningún tipo de disimulo. A mí no me parecía nada gracioso, es más, mi ceño era bastante serio. Jisoo expelió el humo de su cigarro:
—No ha terminado el castigo. Vuelve sobre mi regazo.
—Quiero que me devuelvan mis ropas —dije sentándome donde me había ordenado, siempre tapando mis senos. Tosiendo también.
—Jennie,realmente eres una chica muy coqueta —dijo jisoo, abrazándome por la cintura, jugando con mi hilito.
—Nosotros cuando teníamos tu edad solíamos venir por acá —dijo mi suegro, habano en mano—, y traíamos a nuestras chicas para desnudarnos y disfrutar de la naturaleza. Viste que aquí no hay playa nudista, así que nos rebuscamos por un lugar especial. Ayer quisimos invitarlas pero prefirieron otros planes, como ves.
—Niña —dijo Rose, dándole una calada fuerte a su habano—. Lo de ayer fue muy especial, jugando al vóley, digo. Me encanta cuando una mujer exhibe su cuerpo con total naturalidad, cuando se muestra sin vergüenza. Dime, ayer, ¿lo hiciste adrede? ¿Te sentiste cómoda así, aunque sea por breves segundos, mostrándote naturalmente?
—No mencionen lo de ayer, por favor, no soy una exhibicionista ni nada de eso... —Los brazos se cansaban de sostener mis senos.
—Nuestras señoras ya hace rato que se acomplejaron, no sé si de nosotros o de ellas mismas. Por eso no quisieron venir aquí. Pero al verte ayer tan coqueta, jugando con nosotros y mostrándote tan natural, mostrando esa colita preciosa que tienes... pues nos volvió la nostalgia, ¿qué quieres que te diga? ¿No te importaría que nos desnudemos, verdad?
—¿En serio, señores? ¿Se van a desnudar aquí?
—Míralo de esta forma, caramelito. Así emparejamos lo de ayer. Te vimos toda, ¿eh?
Rose me besó el hombro y me volvió a traer contra su pecho. Por otro lado, mi suegro y jisoo se levantaron para quitarse las ropas. Tenían sus sexos dormidos, aunque la de jisoo se sentía palpitando bajo mis muslos. No voy a mentir, rodeada de maduritos, mi cuerpo se calentó, se mareó, se vio sobrepasado por la situación y el humo del habano. No sabía qué decir o hacer; la razón se me perdió en un tumulto avasallador.
—No tengas vergüenza, Jennie , baja tu brazo —me susurró mientras los otros dos señores entraban al agua, esperándome. Varios besos ruidosos volvieron a caerme. Mejilla, nariz, mentón, oreja, entre los ojos.
—jisoo o... Uf, ¡está bien, ya basta con los besitos!, pero a la mínima que se burlen voy a cortar con esto.
Así que cerré los ojos, resoplé y bajé el brazo, dejando que mis tetas cayeran lentamente y se mostraran en toda su plenitud, adornadas con aquellos piercings que destellaban al sol. Me levanté del regazo que me acobijaba. Estaba prácticamente desnuda, con ese hilito que nada hacía sino relucir mis vergüenzas, casi temblando ante señores que triplicaban mi edad. Mi suegro extendió la mano y me invitó para acompañarlos en esa piscina natural repleta de flores de loto. Destellos dorados por todos lados.
Estaba tan ensimismada al entrar que ni me di cuenta que pisé algún desnivel. Terminé resbalándome pero logré sostenerme de las piernas de mi suegro. Su sexo estaba despertando frente a mis ojos. Disimuladamente miré otro lado, pero allí donde observaba solo habían más vergas, y más duras incluso. Rose me ayudó a reponerme, tomándome de la mano y tirándome contra su velludo pecho, pegándome contra su pancita de cervecero. La punta de su verga me golpeó el vientre.
—¡Ahh! —chillé, arañando su pecho.
—Ups... Lo siento, niña, es que... ¡Mírate nada más, qué rica estás! Normal que levantes el ánimo.
—N-no pasa nada, rose.
Le salpiqué agua a la cara para destensar el asunto. Los dos hombres detrás de mí se acercaron para rodearme, apartando las flores de loto a su paso, con sus mástiles completamente armados y apuntándome.
—Tenemos visita —susurró mi suegro—. Sobre nosotros, tras las rocas y arbustos, hay unos chicos observándonos. Vaya buitres, ¡ja!
Los miré de reojo, ocultos tras unos matojos, eran seis chicos. Evidentemente me pillaron viéndoles así que me sonrieron. Me alarmé y me volví a cubrir los senos. Les di la espalda y casi grité del susto antes de que los tres maduritos me rodearan para tranquilizarme. Miré a mi suegro.
—¡lalisa! ¡Espántelos, por dios! ¿No le asusta que nos estén mirando?
—Para nada, caramelito. Es más, me gusta que nos vean con una chica tan linda como tú.
—Pues a mí me parece incómodo... Madre mía, ¿y siguen mirando?
Roja como un tomate, recibí el abrazo de mi suegro. Iba a seguir rogando que les mandara a tomar por viento porque yo no les conocía. Pero antes de que dijera algo, me dio una fuerte nalgada que me hizo dar un respingo; apretó con sus dedos, fuerte, hundiéndolas en mis nalgas. Mi corazón empezó a desbocarse, ¡mi suegro estaba tocándome!... Y no me sentía mal. Confundida, sí, ¡montón!, pero no asqueada ni nada de eso.
—¡Auch! ¡Lisaaa!
—Tres.
—¿Qué?
—Tres chicos se están tocando.
—¿Se están tocando? Auch, me está apretando fuerte, lisa a... mi cola... ¡la está apretando muy fuerte!
—Caramelito, es que en serio, tienes un culito fuera de serie, ¡uf! Excesivo, te van a multar un día de estos.
Estaba prácticamente sintiendo los latidos de su verga reposando contra mi vientre, pero lejos de sentirme indignada, sentía algo distinto, algo rico, especial, tabú, morboso, ¡algo! Pero no era plan de derretirme tan fácilmente. Quería salirme pero el señor me apretaba muy fuerte contra él.
—Se van a pajear esta noche pensando en tu cola. En... esta... jugosa... colita...
—¡Ahhh!
La cabeza se me arremolinaba en una amalgama de sensaciones contradictorias. Por un momento me imaginé en la situación. Seis completos desconocidos tocándose en la privacidad, o incluso en grupo, en la cala, en el bosque o cerca de algún humedal. Pensando en mí, dedicándome, ¿cuánto? ¿Cinco, diez minutos de sus vidas para descargarse? Yo, al menos durante un breve instante de sus vidas, sería la protagonista de las fantasías de unos completos anónimos. Mejor dicho, mi cola sería la protagonista... algo así revoluciona aún más una autoestima como la mía.
Destellos dorados cabrilleaban por la piscina natural, entre las flores de loto de errático andar. Todo comenzaba a vibrar, ¿o era solamente yo?
—¿Se van a... pajear... pensando en mí?
Desearía decir que seguí resistiendo, pero sinceramente me estaba gustando la idea de... mostrar mi colita a unos completos desconocidos mientras mi suegro me trataba así, como si fuera una zorrita. Ni sus nombres, ni sus edades, ni de dónde venían, ¡no sabía nada de ellos! Pero mi cuerpo sería foco de sus más oscuras fantasías. ¡Madre!
Estaba tan excitada, prácticamente me estaba restregando contra mi señor y sacando demasiado la cola. Sus dos manos agarraron, cada una, una nalga. Me susurró "Démosle algo especial". No sabía qué iba a hacer, pero no me importaba, me estaba encantando ser guiada, ser pervertida por mi suegro. "¿Qué va a hacer, lalisa?", pregunté en otro susurro.
No sabría describir el placer que me recorrió todo el cuerpo cuando separó descaradamente mis nalgas, mostrando mis vergüenzas. Mi conejito asomando abajo, seguramente abultadito; depilado y húmedo, mi cola también. Abrí la boca y casi tuve un orgasmo descontrolado cuando me tocó el ano con uno de sus dedos, acariciando el anillo. Le mordí un hombro con el rostro arrugado de placer.
—Qué linda, ¿estás teniendo un orgasmo sabiendo que unos desconocidos te miran?
—N-no... —mordí más fuerte.
Tras una sonora nalgada que rebotó por todo el bosque, me apartó de él. Estaba excitadísima, y colorada, y avergonzada, y muy curiosa, y, y, y... Pero no podía ni hablar. Lisa me tomó de los hombros y me giró para mostrarme a esos chicos voyeristas. "Míralos, allá arriba", susurró. "Y baja tu brazo, muéstrales lo que tienes".
—Que vean tu carita repleta de gozo —dijo jisoo, a mi lado derecho, agarrando mi manita y llevándola hasta su verga. Di un respingo al sentir su carne y él se rio de mí. Era caliente, durísima pero de piel suave. Era tan grande que mi manita ni siquiera se cerraba al agarrarla por el tronco.
—Que vean tus preciosos senos —susurró Rose, tomando mi otra mano para que le agarrara su tranca, casi toda escondida bajo su pancita de cervecero. Se sentía más grande aún, venosa y palpitante. La acaricié con dulzura—. Que miren tu hermoso coñito depilado... que se mueran de envidia de estos supuestos viejos y acabados de los que tanto se burlan cuando nos ven jugar en la playa.
Y les vi. Los seis chicos seguían sonriéndome, tocándose también... y yo les devolví mi sonrisa más sucia, repleta de vicio, pajeando la polla de jisoo a mi derecha y la de Rode a mi izquierda. Por accidente casi saqué toda la lengua para afuera mientras blanqueaba mis ojos cuando mi suegro me abrazó por detrás, pegando su poderosa erección contra mi colita, su fuerte pecho contra mi espalda, restregándose contra mí. Ladeando el triangulito que cubría mi vaginita, metió un par de sus gruesos y rugosos dedos dentro de mi gruta.
Me decía que le encantaba que tuviera una vagina tan abultadita, pues se podía pasar horas y horas entre mis carnosos labios rebuscando por mi agujerito. Me quería desmayar de placer, pero de algún lugar quité fuerzas para seguir allí, parada, masturbándole a dos viejos, siendo vaginalmente estimulada por otro.
—¿Te gusta que te vean, caramelito?
No respondí. Solo gemía y gemía ante la maestría de ese catedrático del sexo metiéndome dedos.
—A nosotros nos gusta verte, ¿ves cómo nos estás poniendo con tu cuerpito? Y tú tan acomplejada por nada...
Estaba que no podía creerlo, si la cosa seguía así, no iba a tomar mucho tiempo para que ellos estuvieran metiéndome carne. Lisa me tomó de la mano que pajeaba a uno de sus colegas, y me apartó de ellos. "Voy a robarte de mis amigos un momento. Potestad del suegro", dijo con una sonrisa, llevándome consigo. Atontada como estaba, me dejé llevar hasta la orilla.
Nos acostamos sobre la arena, un par de flores de loto estaban pegadas a mis muslos; me acosté encima del señor, lamiéndole la cara y arañándole ese pecho peludo mientras él me magreaba la cola. Él apretaba fuerte mis nalgas, las movía de forma circular y las separaba para mostrarle no solo a sus amigos sino a esos chicos curiosos. Yo me restregaba contra él, masajeándole su anhelante sexo como mejor podía, restregándola por mi vulva.
—¿Qué te pasa? ¿La quieres adentro, caramelito? —preguntó acomodando su cipote en la punta de mi húmeda almeja.
Gemí, afirmando ligeramente con mi cabeza pues mi voz estaba rota de placer. Acomodó la puntita de su polla, mojándose de mis juguitos, y lo sacó al verme la carita roja y boquiabierta. Le abracé con fuerza, rogándole por su carne. Volvió a meter, un poco más profundo, pero la sacó de nuevo. El cabrón estaba jugando conmigo, se divertía viéndome temblando de gusto sobre él.
Le rogué que me hiciera suya, restregándome fuerte contra su cuerpo; me apretó contra su cara y metió lengua hasta el fondo al tiempo que su espada se abría paso en mi interior, de manera lenta porque yo la tengo bien estrechita. Su gruesa lengua sabía a perverso habano; cuando dejó de besarme dijo que jamás en su vida había estado dentro de una chica tan apretadita como yo, tan calentita y jugosa por dentro. Mi panochita estaba contrayéndose del placer engullendo aquella verga.
Lamentablemente me volví a correr, una vez más en mi vida, sin siquiera durar más de un minuto. Me retorcí y arrugué grotescamente mi rostro, encharcando su verga de mis juguitos. Se me nubló la visión y los demás sentidos mientras él seguía dándome rico. Cuando volví en mí, por poco no lloré sobre su pecho, pidiéndole una y otra vez mil disculpas porque me llegué de manera tan apresurada.
—¡Perdón, papá !, ¡soy una estúpida sin experiencia!
—¿Cómo vas a decir eso, mi niña? A mí me pareces adorable, estás como casi sin estrenar, me encanta, mi hijo es el pendejo más afortunado que pueda existir.
Me acarició la caballera y empezó a salirse de adentro de mí. Ni siquiera tuve oportunidad de hacerle correr, otra vez en mi vida tenía que sentir cómo un hombre mayor se salía sin siquiera tener un orgasmo. La idea del sexo es reciprocidad, cosa que hasta ese día los hombres no solían encontrarlo conmigo.
—¡No!, ¡no se salga de adentro! ¡Por fa, no me lo voy a perdonar! Deme otra oportunidad, le juro que lo haré mejor.
Me sequé las lágrimas disimuladamente, viéndole levantarse. Me puse de rodillas ante él, abrazándole las piernas, esperando que pudiera darse cuenta de que yo aún tenía mucho que ofrecerle. Besé su imponente verga, sus gruesos huevos luego, lamiendo por otra oportunidad. Cuando levanté la mirada, vi que Rode le dio su habano. Me miró, expeliendo el humo hacia mí.
—¿Quieres otra oportunidad? Depende. ¿Amas a mi hijo?
Se estrujó la verga y la restregó fuertemente por mis labios. Conseguí decirle que "sí" entre el líquido preseminal que se le escurría y ponía pegajosa mi boca. Y la mirada que le clavé; confianzuda, repleta de vicio y con promesas de vicio, terminaron por convencerle de seguir jugando conmigo.
—Bien, caramelito. Ponte de cuatro patas. La colita en pompa.
Dio un cabeceo afirmativo a uno de sus amigos cuando adopté la pose que ordenó. Otro, no supe quién, se acercó para lamerme la espalda. Desde entre los hombros, trazando una línea de saliva por todo mi cuerpo hasta llegar hasta mi cola. Aquella lengua era calentita y gruesa; cerró la faena besándome el ano; fuerte, pervertido, muy ruidoso. Otro, o tal vez el mismo, metió dedos en mi grutita que la sentía muy hinchada.
—Todavía está mojadita, eso es bueno. ¿Quieres contentar a tu suegro, no? Pues a ver qué tal este otro agujerito que tienes...
Era jisoo. Me quitó la flor de loto adherida en un muslo y me abrió la cola; chupó mi culo de manera magistral, arrancándome fuertes berridos. Su gruesa lengua entraba y salía de mi ano, hacía ganchitos retorcidos dentro de mí. Arañé la arena, poniendo en pompa la cola para que siguiera metiendo más de aquella cálida carnecita.
—¡Uf! ¡Delicioso! Su culo es un ojo de aguja, pero yo creo que lo podrás penetrar sin dramas,lisa..
Mi suegro por su parte se arrodilló frente a mí. Su gloriosa polla estaba apuntándome la boca. Estaban planeando hacerme la cola; me asustaba la idea de practicar sexo anal, no todos saben hacerlo. Pero de nuevo, lo último que quería era dejar a esos tres señores insatisfechos, de evidenciarme como una maldita e inexperta cría.
—Aquí tienes tu nueva oportunidad, caramelito. ¿Quieres hacerlo? —preguntó mi suegro, masajeándose la polla frente a mi cara desencajada de placer.
Ni dudé, con lo viciosa que estaba ya no sabía ni cómo harían para apartarme la boca de esa verga. Tuve que abrir muchísimo, eso sí, para que me cupiera su gigantesco aparato. Una vez que metió el glande, me sujetó de la quijada y me pidió que lo mirara a los ojos; empezó a follarme la boca de manera lenta, siempre tratando de humedecerse bien, teniendo cuidado de no hacerme dar arcadas.
Tras largo rato en donde mamé y me dejé besar por la cola por su colega, jisoo se acostó en la arena, dejando su lanza apuntando al cielo. Rose fue hasta las sillas, de donde trajo una cajita de condones; me la lanzó al suelo para que forrara a mi señor. "Tamaño grande, sabor frambuesa".
Luego de colocarle el condón con sumo respeto y cuidado, mi suegro me pidió que me sentara sobre su verga, y que yo quedara de espaldas a él. Me coloqué en cuclillas, sujetándome firmemente de sus flexionadas rodillas. Sus amigos, parados a mis lados, empezaban a estrujarse sus vergas de manera demencial. Los chicos de arriba, más de lo mismo.
El señor reposó la punta de su tranca en mi colita, presta a empujar. Yo estaba desesperadísima, aunque disimulaba bravamente mis miedos. Tomó de mi cintura y empezó a tirar hacia sí.
Me quería morir de dolor, su glande era enorme y me forzaba el esfínter. Lagrimeé, enterrando mis uñas en sus rodillas, encorvando la espalda. Parecía que iba a partirme en dos, pensaba en rogarle que desistiera, pero seguí aunando fuerzas para aguantar. Como premio a mi valor, la presión cedió y la punta entró.
Empezó a bufar como un animal, me decía que mi cola estaba tan apretada que su polla iba a reventar. Sus colegas le animaban, pedían que aprovechara mi culito estrecho antes de que yo estuviera más acostumbradita a tragar vergas. Uno me tomó de la barbilla y me preguntó si yo me encontraba bien, pues las lágrimas corrían por mis mejillas de manera evidente.
—¡A-aguantaré, aguantaré!
—Qué linda, una campeona —dijo Rose, metiendo su grueso dedo corazón en mi boquita.
—Esperaré un poco a que se dilate la cabecita dentro de tu cola.
Me dejó así, resoplando y lagrimeando mientras su glande palpitaba en mi culo, dejándome con la cara desencajada de dolor. Yo temblaba, realmente no quería continuar pero yo misma no me lo iba a perdonar si abortaba aquello, deseaba fuertemente que ese hombre tuviera un orgasmo dentro de mí. De repente, mi suegro tiró con más fuerza y su verga consiguió meter otra porción más que me arrancó un chillido terrible. Rose se anticipó y sacó su dedo antes de que fuera cercenado por mis dientes. Botearon mis senos, saltaban lágrimas de mis ojos. Destellos dorados otra vez.
—¡Ay! ¡Madre...! Uf, ¡no la s-saque, no la saque, puedo aguantar!
—Tranquila, se nota que tu culito no está acostumbrado a comer vergas. Mejor lo dejo hasta aquí.
—Ahhh... ¡Mierda! ¡No se rinda, señor! ¡Sé que pue... ay, mierda, sé que puedo resistir!
—Está muy apretado, sí, realmente no es muy tragón tu culo.
Llegó la parte más gruesa de su polla y pensé que ya no iba a caber ni un centímetro más. Según mi suegro, era solo la mitad de su verga y desde luego la desesperación y el dolor hicieron que prácticamente llorara allí como una niña a moco tendido. Pero también me dijo que la parte más ancha ya había entrado por lo que lo peor había terminado. Entonces me volvió a sujetar; me mordí los dientes, cerré fuerte los ojos; tiró con fuerza hacia sí para que todo entrara de una vez, abriéndose paso de manera terrible.
Encorvé tanto la espalda que creía que iba a romperme una vértebra. Grité tanto que las palomas alrededor levantaron vuelo. No pude contenerme y meé descontroladamente sobre él, pero no pareció importarle, o simplemente no quiso sacarlo a colación para que no me sintiera más mal de lo que ya estaba.
—¡Ay! ¡Dios! ¡P-perdón, no pude aguantarme!
—¡Listo, pequeña guarrilla!... Ni un centímetro afuera. Miren cómo quedó, amigos.
Creí que iba a desfallecer, estaba llorando, temblando, seguía orinando, sudaba a mares; la saliva se me desbordaba de la comisura de los labios. Miré arriba y los chicos curiosos se tapaban la boca, uno incluso hizo la señal de la cruz. Los señores hicieron que me recostara sobre mi suegro, lentamente para que su verga dentro de mí no me dañara. Quedé con mi espalda contra su velludo pecho, ahora ambos mirábamos el imponente cielo celeste, aunque yo veía borroso debido a mis lágrimas.
—Caramelito, ¿estás bien? —preguntó, besándome el lóbulo. Empezó a masajearme las tetas, jugando con mis piercings.
—Perdón por orinarme toda, señor... soy una puerquita... pero me... encanta tenerlo adentro... le puedo sentir todo... cómo palpita adentro de mi cola... Uf, me quiero quedar así para siempre... —mentí. Realmente quería desmayarme, pero por nada del mundo dejaría ir esa verga hasta exprimirle todo.
—¿Te excita que te vean, caramelito? ¿Te excita que mis amigos y además unos extraños se pajeen viéndote cómo te parto el culito?
—Ahhh... Ahhh... no. No es verdad, no invente cosas... ¡Auch, no tan fuerte, por fa!
—Chilla fuerte, pequeña exhibicionista, chilla para que te oigan. Mira cómo mis amigos también se están masturbando, se van a correr encima de ti... —sus gruesas y rugosas manos me acariciaban el vientre, calentándome a tope.
—¿No lo quieres admitir? —preguntó jisoo, siempre estrujándose el sexo—. Creo que te gusta, la forma que llamaste la atención de esos chicos, sonriéndoles mientras te tocábamos. Andar así con las tetas y tu panocha al aire sin pudor, siempre coqueta.
—Ahhh... No, no muestro todo, tengo un hilo p-puesto —me costaba hablar con una gigantesca verga pulsando en mis intestinos. Mi cara seguramente estaba toda deformada de dolor.
—Bueno —jisoo también seguía tocándose fuerte, viéndome sufrir—, pero es como si no lo tienes, se te ve todo, el hilo está metido entre esos enormes labios de tu vagina.
—¡N-no se burle de mí!
—Bombón, ¡es verdad! —jisoo se arrodilló y metió su mano entre mis piernas; dos de sus dedos se metieron en mi chochito, llevando consigo el hilito de mi bikini más adentro de mi cueva. Gemí de placer al sentir sus dedos entrando, y casi como un acto reflejo levanté mi cintura para que metiera más.
—Admítelo, caramelito —dijo mi suegro, arremetiendo para partirme en dos.
Y me sobrevino una visión cristalina de las cosas, como el segundo previo a un orgasmo. Las chispas doradas dando saltitos alrededor de un mar naranja, el cabrilleo del agua de una piscina natural repleta de flores de loto de errático andar. Toda mi aventura se agolpó en mis llorosos ojos, y la putita dentro de mí salió para bramar:
—¡Ahhh! ¡S-s-sí! ¡Lo admito, me e-encanta... que me miren!
Y lisa tuvo un orgasmo, ¡un hombre mayor tuvo por fin un orgasmo dentro de mí! Podía sentir el calorcito de su semen contenido en el condón. Me abrazaba con fuerza contra su peludo cuerpo, bufaba, empujaba su polla, me chupaba el lóbulo, me apretaba las tetas mientras sus amigos apuraban sus pajas para correrse sobre mí, sobre mis senos, mi vientre y mi entrepierna. Me dejaron bañada de semen, cosa que para mí fue el pistoletazo para que la alegría se me desbordara: por primera vez estaba siendo recíproca antes hombres tan expertos.
Cuando la verga flácida salió de mí, el condón se quedó colgando desde adentro de mi cola. Lo señores felicitaron a mi suegro pues la cantidad de leche que caía desde ese forro era increíble, como si hubiera sido un jovencito quien se corrió allí. Lo quitaron lentamente y me lo mostraron. Prefiero no describir cómo estaba el forrito... pero ya no olía a frambuesas.
Me pidieron que me volviera a poner de cuatro patas porque querían mostrarle a esos chicos allá arriba cómo me habían dejado el culo; húmedo, enrojecido, totalmente abierto, roto, irreconocible ya de lo magullado. Tuve otro orgasmo demoledor sabiéndome observada, repleta de leche, temblando como posesa, de cuatro patitas mientras tres señores fumaban a mi alrededor, felicitándose entre ellos, viéndome tan putita y entregada, casi destruida ante la evidente experiencia de su madurez. Fue tan avasallador que me desmayé allí, sobre el charco de orín y semen, a los pies de mis tres arcángeles...
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Con mi suegro y sus amigos jenlisa jenchulichae y +18
FanfictionSolo lean Solo para +18 Jenchulichae