Epílogo

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En todos estos años que llevo de vida, en los cuales me he encontrado atrapada en un mundo de gritos, excesos, violencia, inseguridades y maltratos, jamás soñé con amar a alguien o que alguien me amara a mí.
¿Cómo podría aspirar siquiera a encontrar a alguien que ame mis luces y mis sombras? ¿Cómo esperar encontrar una persona que priorice a quien tiene al lado, valorándola y consolándola, apoyando sus metas y acompañándola a cada paso?

Me negaba a consolarme con las novelas en la televisión, donde el amor triunfaba al final, o con las miles de historias en los libros, donde luego de muchos problemas, la protagonista encontraba a alguien, se enamoraban y vivían felices para siempre.
Eso no era lo mío, era más una obsesión de Maite, quien incluso ahora sigue soñando con encontrar a su príncipe azul. Ella espera que llegué, que sus miradas choquen y encendiera, mágicamente, la chispa entre ambos. Siempre lo había considerado una fantasía, la cual solo sucedía en las páginas arrugadas, las que devoraba con ansias. Pero ahora, parecía haber entrado en esas historias, ahora era la protagonista y mi vida estaba alcanzando el final feliz.

Román había llegado a mi vida sin esperarlo, sin siquiera soñarlo, pero se había instalado y se había negado a irse, por más que me había cansado de tratar echarlo.
Él, completamente confiado en si mismo, estuvo siempre convencido de que nuestra relación sería eterna.

“Destinados a estar juntos…”

Eso había dicho una vez y no le había creído, pero ahora, mientras camino hacia él, del brazo de quién se convertirá en un segundo padre para mí, vestida completamente de blanco, con un vestido que parece tener el doble de mi tamaño, me alegro de haberlo encontrado.
Me alegro de haberme decidido a postularme al puesto en ese trabajo y de no haber renunciado, las veces que lo considere.

—Tranquila Charlotte, todos están mirándote porque estás hermosa. —Sonreí hacía el señor Ribas, mi suegro.

Él y su esposa habían aceptado con alegría la decisión de Román. Casarnos era una cosa, pero hacerlo con dos meses de tiempo, era una verdadera locura y a diferencia de ellos, mi madre si había enloquecido.
Mi madre… ella también estaba saliendo adelante. Ahora se encontraba sonriente, junto a Claudio, un hombre que al igual que Román, no aceptaba la mierda que lanzáramos hacía ellos. Internamente pensaba que podría tratarse de un hombre lobo, pero nunca le había preguntado a Román por él.

Es algo que haría uno de estos días.

Cuando llegamos hasta donde el cura se encontraba, con un Román en traje, luciendo malditamente atractivo, solo pude sonreír y comenzar a tranquilizarme.
Él era todo lo que quería para mi vida, el hombre perfecto para mí.

—Hola. — murmuré, sabiendo que él me escucharía.

—Estás hermosa. —su rostro comenzó a descender hacia el mío, solo para que el hombre junto a nosotros, el que nos casaría, comenzará a aclarar su garganta. —Lo siento.

Las palabras del hombre comenzaron a escucharse con fuerza, pero aunque quería concentrarme en él, no podía hacerlo. Mis ojos se encontraban en Román, bebiendo la tranquilidad que me trasmitía, observando a detalle lo bien que se veía.
Cuando todo parecía llegar al momento del si acepto, todo se quedó en silencio y no entendía que sucedía, hasta que voltee.

En la puerta de la iglesia se encontraba Gabriela, con las manos en sus caderas y una expresión de molesta.

—¡No puedo creer que estés haciendo esto Román!

No tarde en mirarlo, esperando a que se encargará de echarla. Ella era su responsabilidad, no mía.

—Tranquila. —asentí, presa de su mirada. —Gabriela vete, no voy a permitirte arruinar este día.

—¿Qué me vaya? ¿Por qué me iría? Román, estuve años contigo y ahora tengo que verte cansándote y con ella. —Escupió la última parte, señalándome con su dedo.

—Deja de comportarte de esta manera y retírate.

—No pienso hacerlo.

Ante su negativa a retirarse, Román le hizo un gesto a Diego, quien no tardó en asentir hacía él, antes de caminar hacia Gabriela.

—Ni se te ocurra tocarme Diego, no voy a perdonarte si lo haces.

—No me importa si me perdonas o no, ahora sal de aquí y deja de humillarte.

Él la tomo del brazo y la sacó de la iglesia, instalando una melodía de cuchicheos entre los invitados.
En mi lugar, cualquier otra persona se enojaría con él, por no haber tratado mejor con su ex, dejando en claro el final de su relación, evitando este tipo de situaciones.

—Siento mucho que debieras atravesar algo como esto, pero por favor, no permitas que arruine nuestro día.

—No estoy enojada. —Y no lo estaba, dentro de mí esperaba que algo malo pudiera suceder, pero me tranquilizaba que haya podido solucionarlo rápido.

Luego de unos minutos, la ceremonia continuo su curso, mientras todos tratábamos de recuperar la anterior emoción.
No fue sino hasta que Román me beso, que toda preocupación, malestar e incomodidad, se borró de mi mente.

En este lugar solo éramos él y yo, de ahora en adelante sería así y por algo me había elegido a mí, en lugar de a alguna de sus anteriores parejas.
Compañeros… esa era la razón, yo era perfecta para él y él era perfecto para mí, nadie podría cambiar eso.

Mi madre fue la primera en llegar y abrazarme, felicitándome. La segunda persona fue Maite, quien se demoró más tiempo, llorando porque había conseguido a un hombre especial. Luego vinieron sus padres y muchas personas a las cuales, desconocí entre el montón.
Para cuando regrese con Román, la alegría que sentía antes de la interrupción, había regresado y no podía disimular mi sonrisa.

—¿ Cómo te sientes, amor? —Lo miré y me reí.

—Hasta hace un rato me sentía adormecida, como si estuviera viendo la boda de alguien más. —Confesé. — Cuando llegó Gabriela, es como si lo esperase, por lo que no me sorprendió. Cuando Diego la sacó de aquí, seguí sin reaccionar, pero ahora me siento feliz. Ahora eres mío, está vez seré yo quien te reclamé.

—¿Quieres morderme también? — preguntó y volví a reír.

—No creo, no soy mucho de mordidas.

—¿Y entonces cómo piensas reclamarme?

—Tengo muchas ideas.

—Quiero oírlas.

—Tenemos muchas personas alrededor y tenemos una fiesta a la asistir, luego de ello te mostraré esas ideas.

—¿Lo haras?

—Lo haré.

—También tengo muchas ideas, ¿Sabes?

—Podría imaginar algo así.

Su expresión preocupada regresó y lleve mi mano a su mejilla.

—Enserio estoy molesto por la actitud de Gabriela, terminamos hace un año ya debería haber aceptado como son las cosas. No deberías haber tenido que soportar esa escena, mucho menos el día de tu boda.

—No pienses en ello, yo lo he dejado atrás. —Le ofrecí una sonrisa e incliné mi rostro hacía un lado. —Además eso le dará algo de lo que hablar a los invitados.

—¿De verdad no estás molesta?

—No. Estoy feliz, porque a pesar de todo nos casamos y ni ella pudo impedirlo.

—No sé lo hubiera permitido. Tenía ganas de sacarla yo mismo, pero me negaba a hacer un escándalo.

—No dejes que eso siga perturbándote, olvídalo y  seamos felices.

—¿ Tú eres feliz?

—Mucho, desde el día en que te conocí.

—Te amo Charlotte.

—Y yo a ti.

Él no imaginaba lo mucho que lo amaba, pero no importaba, porque ahora teníamos una vida para demostrárnoslo el uno al otro. 

























Protegiendo a Charly Donde viven las historias. Descúbrelo ahora