Capítulo 2

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Un disfraz

Saúl Di Marco

El sol de Polonia me recibe más cálido que nunca, extrañaba esta ciudad, siempre en las vacaciones de verano, aunque sea italiano, mi padre es americano, toda mi niñez la pasé desde un lujoso apartamento en Seattle, rodeado de lujos, todo esto gracias a los contactos que tiene mi padre en la mafia.

Venía a Polonia a pasar las vacaciones con mis abuelos maternos, aquí hice buenos amigos, cuando ya entré en la adultez decidí estudiar leyes y formar parte de la policía especial, todo esto en Estados Unidos, asistía a Polonia de vez en cuando, hoy en día he vuelto porque requieren de mis servicios.

No piensen que soy correcto y pulcro, es todo lo contrario, también trabajo en la mafia, solo estoy en la policía para despistar a las autoridades, como también para quitar las piedras que me estorban en el camino, así que tiene su ventaja este trabajo.

― Saúl, amigo, extrañaba tenerte por estos alrededores.― Lorenzo, mi amigo de toda la vida se acerca.

Como siempre luce una camisa de lino blanca de mangas cortas, una bermuda del mismo color, zapatos negros y sus lentes Ray Ban, es la vestimenta que lo caracteriza de toda una vida.

― Yo no te extrañaba, el calor es un asco.― arrastro mi equipaje con fastidio.

― Bonito carácter, siempre lo he amado.― palmea mi hombro y camina a mi lado.

― Pensé que tomarías una de mis maletas para ayudarme.― miro en su dirección.

Saca un cigarro de su bolsillo trasero junto con un encendedor, coloca el cigarro en su boca sin encender.

― Debería, pero no puedo ayudar a quien no me extraña.

― Idiota.― tomo mis dos maletas y camino hacia su auto.

― Deberías dejar la prisa, la central no va a irse de donde se encuentra.― arrebata las dos maletas de mis manos y abre el maletero.

― Tú y tus chistes como siempre.― entro al auto en el asiento de copiloto.

― ¿Deseas tomar una cerveza antes de irnos?― se asoma a la ventana del asiento del conductor.

― No caería mal, la necesito para calmar este calor.

― Ya vuelvo.― se va en busca de las cervezas.

Lorenzo es mi amigo de la infancia, al igual que yo, es policía, uno muy bueno, el mejor diría, pero también trabaja para la mafia, es corrupto, toma dinero del otro lado, lo hace por gusto, porque siendo sincero no necesita del dinero. Siempre trabajamos juntos porque sabemos como disfrazar las cosas y no salir involucrados, ya que podría costarnos la vida si nuestros socios se enteran de nuestra otra vida en lo legal.

― Tu favorita.― extiende una cerveza sumamente fría hacia mi dirección.

― Te lo agradezco.― no hace falta que destape la botella, esta ya se encuentra abierta, lista para que dé mi primer trago.

― ¿Deseas ir a tu departamento primero o la central?

― Mejor mi departamento, necesito cambiarme de ropa y descansar un poco.― tomo un trago extenso del frío y delicioso líquido.

― Como digas.― baja los cristales de nuestras puertas.

El sol se cuela dentro del auto deportivo, puedo sentir como quema mi piel, juego con la botella que tengo entre mis manos, Lorenzo disfruta de la carretera mientras toma cerveza a discreción, no nos importa, pues somos la ley.

― ¿Cómo está tu esposa?

― Mejor que nunca, vamos a tener un hijo.― mira hacia la carretera.

― Felicitaciones, merecen eso y más.― palmeo su hombro.

― Realmente no sé si lo merezca, pero trabajo en ello.

Su matrimonio lo es todo para él, aunque anteriormente llevaba una vida sin ataduras y desordenada, cuando se volvió un hombre casado todo eso cambió, su vida gira en torno a su esposa y sé que cuando nazca su giro también girará en torno a su hijo.

― Tu departamento luce igual que como lo dejaste.― detiene el auto en el estacionamiento.

Salgo del auto y busco mis maletas, la verdad es que la estructura del lugar sigue igual, es un aspecto colonial, por fuera parece ser un simple edificio, el detalle se encuentra dentro, es lujoso, costoso, pero modesto.

― Mejor todavía, no quiero perder el tiempo en remodelación.― arrastro las maletas hacia el interior del edificio.

― Sé como eres, por eso mi esposa se encargó de darle mantenimiento al lugar de vez en cuando.

Entramos al ascensor, tengo el último piso solo para mí, tiene la mejor vista de la ciudad, soy muy selectivo con los lugares, la única diferencia es que no me gustan las cosas que llamen la atención, es muy riesgoso para mí.

Entro mis llaves en la cerradura, abro la puerta y un delicioso olor a madera me recibe, todo luce en perfecto estado, a simple vista luce limpio, hay algunas decoraciones que no estaban cuando me fui, agradezco a la esposa de mi amigo por las atenciones, no tengo como pagarle.

― Debo pensar en que regalarle a tu esposa, la verdad es que se ha portado de maravilla con este lugar.― dejo mis maletas a un lado, Lorenzo cierra la puerta por mí.

― Con que vayas a casa y comas de su carne azada es suficiente.― camina hacia la cocina y sirve un poco de agua para él.

― Como digas.― subo hacia mi habitación con mis maletas.

No suelo ser una persona expresiva, pero la realidad es que este lugar me trae recuerdos, una de las razones por las que me fui de Polonia fue por Kate, mi exesposa, no pude soportar el dolor de su infidelidad, no cuando lo di todo por ella.

Ya no queda nada de sus cosas, me encargué de botar cada una de ellas a la basura antes de irme; sin embargo, olvidé tirar a la basura una fotografía de ambos, por nuestro físico en ese momento estábamos jóvenes, a penas teníamos pocos meses de matrimonio, no tenía tantos tatuajes y ella aún conservaba su cabello color cobrizo.

Tomo la fotografía en mis manos y las aviento hacia el bote de basura que se encuentra en la habitación, Lorenzo permanece en la puerta observando mi acción.

― Mi esposa no quiso tirarla a la basura, pensó que ibas a quererla en algún momento.

― La entiendo, no pasa nada, hay cosas que se escapan de nuestras manos.― meto ambas maletas en el enorme closet.

― Kate está en la central, lleva dos años trabajando con nosotros.― volteo a verlo.― Te lo digo para que no te sorprenda verla en la central.

― ¿Supongo que Massimo por igual?

― Estás en lo correcto, al irte decidieron dejarlos a ambos en la central.

― He venido a trabajar, no a rebuscar cosas que forman parte de mi pasado nada más.― paso por su lado y bajo nuevamente a la cocina, muero de hambre.

― ¿Irás a la central hoy?

― No me queda de otra, esta misma noche debo ejecutar la primera misión, eso es lo que dice el correo.

― ¿Te llevo o irás en tu auto?

― Vete a casa con tu esposa y luego nos vemos en la central, tomaré un baño y haré otras en la ciudad.― tomo un vaso de agua de golpe.

― Bien, nos vemos en unas horas en la central.― se despide.

Antes de irse me avienta las llaves al aire para que las tome, aunque le he dicho que se quede con la llave, no quiere, dice que respeta mi privacidad.

Sed de poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora