PRINCIPIO Y FINAL

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Con la mirada vacía, el alma en pedazos y la mente en un mundo de inexistencia, se encontraba a la deriva del colapso; ni siquiera lograba verlo nítidamente, todo pasó en un instante que se volvió tan arrasador, tan destructivo.
Perder lo que siempre ha estado en tu vida es complicado, muy complicado. La mente juega malas pasadas, hace que recuerdes, que olvides, que no sientas… sin embargo, ¿podremos recuperar aquello que nos hace falta y extrañamos? Las personas se viven quejando de lo que pierden: del auto, de la casa con piscina, de la ropa que compró en temporada que ya había pasado, pero… ¿sabrán el verdadero significado de perder? Con los pocos años de vida que se traía, había experimentado una buena pérdida, un constructo social, un abandono, un decaimiento de autoestima. Parece que las personas solo se fijaban en lo que veían a simple vista: se llevaba de defensoría por la comunidad LGBT y sin apoyo alguno, además del mal juzgamiento, las personas más importantes de su vida se le pasaban criticando y mirando mal, se dio cuenta que ni siquiera sabía cuál era su propósito, se dio cuenta que no tenía un don especial como las demás personas, se dio cuenta que era más ordinal de lo que creía, se cuestionó si en realidad tenía familia y amigos.
Es difícil, porque llegó a esa parte de su vida en la que se dijo “Joder, ¿qué es lo que no me pasa”.
Se fijó en que sí existen las personas con pérdidas reales y tenía el claro ejemplo propio, había perdido a la persona que más le apoyaba en el mundo, que le aconsejaba para que sea feliz y no para ser lo que quería la sociedad. Poco a poco, fue perdiendo su espacio libre emocional. Creyó en Mary Shelley cuando escribió Frankenstein en 1818, para muchos un cuento de terror común, para otros, es la realidad terrorífica creada por la sociedad, los malditos prejuicios que arrancaban cada parte de aquel humano, mismo, que después se reconstruyó con dolor y fortaleza, pero con mucho rencor, esas eran sus heridas cocidas crudamente a mano.
Entendió que los pensamientos más penetrantes se dan al alba, cuando no sabes si quieres que la noche no acabe para no enfrentarte a la realidad de todos los días, o si quieres que amanezca para empezar de nuevo y avanzar hasta que se acabe la retrospectiva de la realidad diaria.
Comúnmente, nos vivimos comparando con los demás que, de hecho, sí han logrado algo en su vida, decimos que no nos importa pero realmente nos cala el no poder hacer algo similar en la vida, jugamos al típico tira y afloja, donde pensamos que al decir <<no>> el mundo girará al por el <<sí>>, escuchamos charlas motivacionales que nos inculcan el amor propio y el renacer de la vida, pero realmente no creemos poder lograrlo ni así, porque hacen que suene tan fácil cuando en realidad estás jodido por
dentro.
Solía escribir en un diario para no ahogarse con sus propias palabras que tenía atoradas como un nudo en la garganta, después escribía canciones pensando que estaría mejor, pero no mejoró, luego se inclinó hacia el baile ¿pero saben qué? Nada funcionó porque sentía que nada hacía bien, había muchos que parecían tener más claros los talentos a diferencia de su persona que ni siquiera tenía claro su don o lo que mejor se le daba.
Pero mentía a todo el mundo, decía estar feliz cuando ni siquiera se encontraba a sí. Fingir que todo estaba bien era su especialidad, tal vez ese era su don y aún no se daba cuenta, pero en serio, ¿qué tipo de don es ese?
En cuanto menos se dio cuenta, creó un mundo inexistente en su cabeza, algo que no pasaba, porque es real eso que dicen “Si tú te lo crees, el mundo también lo hará” Y entonces lo pensó y se lo creyó, y así siguió su vida que jamás nadie logró intuir lo que había detrás de esa fachada dura y divertida, tan normal, tan feliz, tan real que se ponía. En las noches con lágrimas en sus ojos se preguntaba “¿por qué tiene que ser así”, nadie tiene la respuesta a su pregunta y fue entonces cuando se refugió en un mundo inverso, totalmente diferente a lo que es, pero... ¿qué era? Como ni eso estaba claro no lo pensó más y lo hizo. Se refugió ahí y ahora ya no puede salir de aquel mundo que se apareció cuando peor estaba. Ese mundo que le ofreció la seguridad y el confort que la realidad no disponía, no había quejas.
Al final, ya estaba a la deriva y se sentía como si pronto ya no estaría. Su dolor no desapareció, más bien era como una droga desplazada y cubierta de otra manera.
Se dejó consumir por el mundo inverso a la realidad, donde no había prejuicios, donde al final todo se resolvía, donde todo cambia, eran los libros.
El alba es el suspenso, es la neutralidad de la vida donde respiras hondo y tomas una nueva decisión que depende todo de ti, depende si quieres vivir y cómo lo harás. Tú escoges si sigues permitiendo que te hagan daño o si aceptas tu realidad para así por fin empezar a cambiarla, para encontrarte.
Tú escoges tu identidad que hará que cada sollozo, que cada lágrima te lleve a el punto de encuentro donde ya no te avergüenzas de ser lo que eres y donde te importa menos las opiniones ajenas a ti, donde tomas las riendas de tu vida y dices “Joder, aquí voy yo”.
No siempre se tiene que ser el protagonista y hacer todas las cosas bien, a veces es mejor ser el antagonista de tu libro de vida porque, aunque no parece real, es el
antagonista que logra superar todas las adversidades, es aquel que no necesita un final feliz porque la vida real es un matiz de lo bueno y lo malo, no siempre se obtiene lo que merecemos y no debemos conformarnos, piensa… ¿deberías ir por ello?
Nunca superó su dolor, jamás lo hizo, solo aprendió a vivir con él porque fue precisamente él, el que impulsó a aceptarse, a cambiar y a buscar su don. Aprendió que el alba puede ser lo que quisiera y que podría ser todo, que podría liderar su vida y otras cosas más si quisiera al final del alba, la decisión está tomada y la mañana es lo que quieras que sea, pero el día… el día está lleno de situaciones que pondrán dudas, solo sostén las decisiones que tomaste, al alba

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