La mañana no era precisamente mi parte favorita del día y el café tampoco era lo que en ese momento mi paladar deseaba. Ni siquiera el clima frívolo de esa maldita ciudad llena de ruido era de mi completo agrado. Pero, ¿de qué valía quejarme si de todos modos no tenía elección?
A mi me gustaba Ansan. Mi colegio, mi vecindario e incluso mis compañeros habían acabado agradándome tras largos años de convivencia. Las temperaturas frescas durante todo el año, sin extremismo climático ni nieve impidiéndome salir de mi casa.
Deseaba con ansias volver a Ansan. O quizá solo quería largarme de Londres.
—¿A quién se le ocurrió poner los detergentes junto con las botellas de agua? —y esa era la voz de mi madre quejándose, nada de qué extrañarse.
El silencio, mis quejas y la quinta sinfonía de Beethoven que provenía de mis audífonos me había ensimismado de más, hasta hacerme olvidar que por mucho que quisiera morir, debía atender a mis clases. Y debido a la finalización de la emergencia de invierno, ya no podía atender a ellas por mi laptop.
Entonces, sin más que esperar, llevé la taza de porcelana que tenía en mis manos hacia la encimera de la cocina. Tenía tallado mi nombre en hangul con colores blanco y azul pastel, mientras que el resto del recipiente estaba teñido en un vibrante azul media noche, haciendo un lindo contraste. De esas habían otras dos, con el nombre de mi padre y de mi madre respectivamente. Hacían parte de una vajilla antigua que le había regalado mi abuelo a mi mamá como regalo de bodas atrasado, porque mi entregado meses previos a mi nacimiento.
Eso fue lo único que trajeron de Ansan. El resto probablemente estaba pudriéndose en la casa de mis tíos.
Le di un beso en la mejilla a mi madre y me despedí. Tenía mi mochila colgada en mis hombros, mis audífonos de cable entre mis manos y mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón.
—¿No te despedirás de tu padre?
—Él no me dejó despedirme de Elise.
—Ya pasó un mes, hijo —dijo ella, con una expresión que reflejaba burla, pero también noté sus intenciones de regañarme—. ¿Hasta cuándo le guardarás rencor?
—Hasta que me devuelva a Elise. Y no estoy bromeando.
—Te compraremos un teclado nuevo, será más funcional y práctico para ti.
—Como digas.
Y sin más, cerré la puerta y caminé hasta la parada de autobús. Usualmente lo habría hecho escuchando alguna canción bonita para alegrar mi día, pero todos los de por ahí hablaban como si tuvieran una papa en la boca y el inglés nunca fue mi fuerte. Entonces debía esforzarme mucho en entender lo que decían, incluso si se trataba de algo tan simple como ir a la escuela.
El camino en autobús fue agradable, el conductor se veía amable y apasionado cada vez que le deseaba los buenos días a cada uno de los pasajeros que subían. Me emocionaba eso, ver gente que parecía que realmente le gustaba vivir.
Entonces llegué. Tras unos diez minutos observando los paisajes por la ventana, finalmente visualicé el gran edificio que me habían enseñado el primer día que llegué a la ciudad. Recuerdo que también había memorizado el camino desde nuestra casa hasta la escuela y sorprendentemente, aún lo recordaba.
Un largo día me esperaba.
turututu
Había pasado una semana y ya me había acostumbrado al horario, aunque no era muy mi estilo. Me despertaba a las siete y treinta y salía de mi casa a las ocho y cuarenta y cinco, llegando al establecimiento educativo diez minutos antes de las nueve. Las clases acababan a las cuatro de la tarde, eso no me gustaba porque yo solía usar mis tardes para leer y tocar piano. Pero había dejado mis instrumentos en Corea y no tenía dinero para comprar unos nuevos, además de que aún guardaba la esperanza de recuperarlos. Entonces, estar ocupado, de algún modo, era algo bueno.
Lo único que me ponía realmente incómodo era almorzar en el colegio. Era raro. Aunque en las clases resaltaba por mis buenas participaciones, durante el almuerzo parecía un nerd emo raro sin amigos que se sentaba solo en una mesa pequeña en una esquina de la cafetería.
Había logrado pasar números con unos cuatro o cinco compañeros de clase y el representante del curso me había incluído en el grupo de WhatsApp. Pero seguía estando como un náufrago solitario durante el almuerzo porque aparentemente todos tenían su grupo cerrado de amistades e incluso parecía como si sus mesas y sillas tuvieran nombre propio porque había notado que cada quien se sentaba siempre en el mismo lugar y con las mismas personas.Y decirlo de ese modo sonaba bastante tétrico.
En Ansan el horario era desde seis a.m. hasta las dos de la tarde y almorzábamos cuando llegábamos a casa. Así que nunca había vivido algo parecido, entonces comer en un lugar lleno de personas me incomodaba un poco, especialmente porque la comida que servían era bastante convencional y nacionalista. No era a lo que yo estaba acostumbrado.
—Hola, Steve —la repentina llegada del ese muchacho de ojos grandes y lentes circulares no me sorprendió. Sin embargo, me pregunté de inmediato el motivo de su saludo.
—Hola, Terry.
Tenía el cabello oscuro y una linda sonrisa que nunca se desvanecía. Era bastante bajito en comparación a mi y lo había conocido porque se sentaba a mi lado en el salón. Adicional a eso, era el representante de la clase, así que decidí que no sería malo tener su contacto. Así que nos hicimos algo así como... amigos. Compañeros de clase, amigos de clase, para ser más precisos.
—¿Pasó algo? —le pregunté, en lo que agarraba mi limonada y me levantaba de la mesa.
—Bueno, noté que te quedas siempre por aquí solo —era algo bastante obvio, y disfruté ver cómo él se arrepentía de sus palabras porque sin querer había sonado bastante lastimero. Me reí a medias y cuando él lo notó, me dirigió una sonrisa—. Solo... Uhm, pensé que quizá querías algo de compañía.
—¿Qué te hace pensarlo? —pregunté.
De algún modo me gustaba jugar con su gentileza. Ponerlo un poco incómodo y luego reírme, revirtiendo mis actos traviesos con una sonrisa inocente, sintiéndome tranquilo al observarla también en el bonito rostro de ese muchacho bajito.
No era precisamente bajito. De hecho, medía como metro setenta y cinco, pero yo seguía siendo unos diez centímetros más alto que él.
—Bueno, no me refería a que estuvieras solo, sino que...
—¿Qué te hace pensar que quiero compañía? —interrumpí, lo cual probablemente lo asustó. Pero mi pregunta era honesta e iba en serio.
—Nunca es malo algo de compañía —y sonrió.
Era una sonrisa que se veía bonita y sincera. A decir verdad, él era muy lindo. Quizá Terry era demasiado para salir con aquel patán de que había visto presumir sus habilidades de básquet en la clase de deportes la semana pasada.
Tenía todo. Inteligencia, belleza, audacia.
¿Qué hacía con un imbécil deportista presumido?
Y fue ese pensamiento intruso el que me hizo pronunciar las siguientes palabras.
—¿Es así como coquetean los ingleses?
N/A: LAMDOQKDNWKDJ eh, bueno, no sé q decir, ¿les gustó?
El "turututu" es un separador, es q si ponía imágenes se m descuadraba todo.
Díganme q creen q pasará y q les gustaría q pasara, para llevarles la contraria. 😈
Y voten, voten, voten y comenten, no dean fantasmosos, ily. <3
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Bloom.
FanfictionEra demasiado arriesgado dar todo de sí por un recién llegado, pero también era demasiado tarde como para que se diera cuenta. Porque al tener discisiete, solo sabíamos que teníamos algo que perder. Pero ninguno sabía lo que costaría hacerlo florece...