Matías Soulé, pibe que; en toda su vida, no tuvo problema para encarar a quien sea. Fuese un profesor, un técnico, un jugador, algún chico o chica que quisiera chamuyarse, no importaba quién, nunca había tenido miedo o vergüenza para hacerlo.
Pero Soulé tuvo el error de decir "nunca", porque cuando menos lo esperó llegó Alejo Véliz para cambiar todos sus planes y sentimientos.
Véliz era un jugador de Rosario Central, lo suficientemente moreno para describir que su piel parece besada por el sol, ojos achinaditos y una bonita sonrisa, también era quien había descolocado a Matías.- Che Mati, ¿Me haces la gamba de cambiar de compañero de pieza? Así Valen queda conmigo. - le pide Agustín el día que llegan al predio de la AFA.
- Sí, de una. - asiente el mar platense alzando sus hombros. - ¿Con quién me tocaría a mí? - pregunta sosteniendo su valija.
- Con Ale Véliz, el que juega en central. - le aclara por las dudas.
- Agus. - lo llama en el mismo tono bajo de siempre.
- ¿Qué pasa colorido? - le pregunta girándose a verlo.
Valentín no contesta, pero su rostro lo dice todo. O por lo menos todo para que Agustín comprenda que quiere irse de ahí, que se cansó de Gauto y Romero gritando por todo el predio y jugando a las atrapaditas.
- Chau Mati, mil gracias. - le sonríe levemente a Soulé. - Cualquier cosa decime, nos vemos para el almuerzo. - dice antes de retirarse de la sala principal junto al colorado.
Matías le dedica una sonrisa y busca su habitación, su cuerpo grita que necesita una cama por lo que se apura en recorrer el pasillo buscando la dieciséis.
Apenas entra en el cuarto se tira en la primera cama que sus ojos visualizan, no le dió mucha importancia a las prendas de ropa que estaban sobre el cobertor celeste.
Al tocar el colchón se durmió de forma profunda, sin esperar que su compañero de habitación, quien se estaba bañando, tenga que ocupar la que realmente sería su cama.- ¡A comer! - se escucha la voz de Agustín y Valentín pega tres golpes en la habitación.
Barco ríe como un niño haciendo una travesura, le encantaba molestar a sus compañeros y que no supieran que era él. Total el que andaba gritando "¡A comer!" era el capitán.
- Me van a odiar a mí después, nene. - se queja aunque él mismo lo autorizó a molestarlos un poco.
- Vos me dijiste que lo haga. - chasquea su lengua y se escapa al comedor cuando ve que Luka y Juan salen con su mejor cara de fastidio.
En simultáneo, pero en la pieza Véliz-Soulé, el último nombrado miraba sus zapatillas tratando de despertar de una vez.
- Andas en una. - se burla Alejo levantándose.
Las delicadas pestañas de Soulé revolotean sobre sus párpados inferiores, tratando de reaccionar a que una voz le estaba comunicando algo.
- ¿Ah? - dice cuando se despabila.