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capitulo II





***



Elizabeth

Odiaba las mañanas.

Detestaba la idea de tener que levantarme de la cómoda y reconfortante cama, y más si era porque debía ir a clases.

Lo único que me subía un poco el ánimo era que iba a poder pasar las mañanas con mis amigos.

¿Lo no tan lindo? Tener que soportar a mi hermano.

—Vamos Liz ¡No te cuesta nada prestarme tu libro de pociones!—Declaró Charlie, mi hermano mellizo. Él era un Gryffindor de mi mismo año, miembro del equipo de quidditch y fiel amigo del famoso Harry Potter.

—No, Charlie. Yo también lo necesito para la clase que tenemos ahora mismo, y no es mi responsabilidad que tú hayas olvidado el tuyo en casa.—Suspiré, ya cansada de su insistencia—¿Por qué no le mandas una carta a papá pidiéndole que te mande el libro y dejas de molestarme a mí?

Él rodó los ojos—Eres una mala hermana ¿Lo sabes, verdad?—exclamó, ofendido, levantándose y dejándome sola, para ir a sentarse con sus amigos de Gryffindor.

Le resté importancia y seguí con mi desayuno tranquila, como estaba antes. Porque sabía que Charlie era una de las personas más histéricas que conocía, pero que dentro de un rato me pediría un favor nuevo y se le pasaría el enojo.

Un instante después vi aparecer a Lydia por las puertas del comedor. Tenía un aspecto cansado y se notaba que recién despertaba.

—Buen día, Liz— me sonrió, dándome un beso en la mejilla, para luego sentarse al lado mío.

—Hola Lyd—murmuré, mientras comía un poco de mi cereal.

Noté como mi amiga se recostaba en la dura mesa sobre sus brazos.

—Estoy tan cansada—, bostezó.

La miré—¿Te dormiste muy tarde anoche? Cuando finalmente terminé con todas las dudas de los de primer año, pasé por tu habitación y tú no estabas.

Ella sonrió—. Regresé a mi habitación como a las tres. Pero hasta que terminé de bañarme e higienizarme, ya era muy tarde—, se quejó.

Fruncí el ceño—¿Por qué tan tarde? ¿Qué estabas haciendo?

Ella me echó una de sus miradas pícaras y yo al instante interpreté lo que sin palabras quiso dar a entender.

—Oh, Dios. Ni siquiera lo digas. Ya entendí.

La pelirroja comenzó a reírse y levantó los brazos en señal de inocencia—Tú preguntaste, amiga mía. No me mires así.

Ella tomó un sorbo del jugo de calabaza que yo estaba bebiendo. Mi jugo de calabaza.

—¡Ey!—Le pegué un manotazo. —Ese es mi jugo. Búscate el tuyo propio.

—Eres muy violenta ¿Ya te lo había dicho?—declaró mirándome mal, mientras se sobaba la mano.

—Yo no soy violenta.

encantamientos; draco malfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora