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Nunca me falto nada, nunca tuve algo que añorar.

Todo me era dado.

Quería clases de esgrima, las tenía.

Quería tocar el piano, obtenía clases particulares.

Si deseaba un juguete, me llegaba aunque no fuera navidad.

Si yo tenía ganas de comer algo, me lo traían.

Nunca me negaron nada.

Siempre fui el niño de oro.

Un niño tan lindo y sofisticado, el hijo perfecto, en una familia perfecta.



Ser adulado, ser el señorito Roberto me hacia sentir inalcanzable.

























Pero.....

















Todo se siente tan vacío........





























Los regalos, las clases, la aceptación y reconocimiento dejo de ser suficiente.


No me sentía lleno, no me sentía contento.




No sentía que la adulación era real.



Los abrazos no eran reales.




Su amor no era real.





¿Yo no era real?












........

Era cansado

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