Eleven se detiene y voltea justo a tiempo para ver a Henry avanzar lentamente hacia ella. Sin despegar sus ojos de ella, con apenas un leve rictus suyo la puerta se cierra con un fuerte estruendo.
—Henry...
Pero él no parece dispuesto a escucharla. No más.
—Lo que hiciste hoy —le advierte con el índice en alto— no puede volver a ocurrir. ¿Estoy siendo claro?
—Sí...
—Miles de escenarios atravesaron mi mente en tu ausencia. —Su tono es feral, intimidante—. Estuve intentando contactarte por horas. Si no me hubieses contestado cuando lo hiciste, habría salido a dejar este pueblucho patas arribas hasta encontrarte. ¿Entiendes lo que eso significa, Eleven?
—Sí —responde nuevamente—. Pero...
—No, no peros —la acalla Henry con acritud—. Necesito que comprendas la gravedad de tus acciones. En especial porque pudiste haber llamado de un teléfono público o una tienda o algo.
A decir verdad, no es algo que se le hubiese ocurrido —ni a Joyce ni a Hopper, en el apuro—. Descartado el comunicarse con él telepáticamente —pues ella aún no domina sus habilidades de la manera en que lo hace él, por lo que iniciar una conversación a larga distancia todavía se le presenta como una realidad lejana—, no se hubo detenido a pensarlo, dejándose llevar por el entusiasmo propio y de los demás. Sin embargo, esto, de todas maneras, no habría sido posible, e intenta hacérselo saber:
—Yo... no sé el número de casa de memoria y...
—¡Entonces no hubieras IDO!
Eleven sospecha que el justificarse más que eso solo empeorará la situación, razón por la que guarda silencio mientras sus dedos se hunden en el plástico de la bolsa.
—Lo que más me irrita —admite Henry— es que me sometiste a todo esto por un vestido.
Bien, eso duele, pues para Eleven no es solo un vestido. Es algo necesario para su primer evento formal —o semiformal, al menos—. Su primer evento escolar con amigos.
Y, por último —e igual de importante—, es el primer regalo que alguien que no sea Henry le ha hecho.
—Pero... lo necesitaba... —protesta entonces—. Para el baile...
—Oh, ¿el baile? —La sonrisa que se asoma al rostro de Henry guarda resquicios de una vida pasada: una vida cargada de sacrificios y sangre—. ¿El baile al que nunca has asistido y que ahora, súbitamente, es la cosa más importante del mundo? ¿Más importante, aparentemente, que avisarle a la única persona que se preocupa por ti que vas a salir de la ciudad con dos adultos que ni siquiera saben la verdad sobre ti?
Si bien se siente culpable por lo desconsiderada que ha sido para con él, la elección de palabras de Henry hace que su sangre hierva.
—No eres... la única persona que se preocupa por mí —le espeta.
Henry aprieta los labios en una fina línea, como si estuviese luchando una batalla consigo mismo para no gritar; Eleven distingue un leve temblor en ellos.
—¿Ah, no? —pregunta en un susurro cargado de fingida sorpresa.
—No —le asegura Eleven, quien no piensa echarse atrás—. Max y... Joyce y... Will, Dustin, Lucas, Mike...
—Oh, tus amigos, ¿no es así? —Henry vuelve a sonreír; Eleven distingue lo puntiagudo de sus colmillos—. Cómo olvidarlo: Eleven ha hecho amigos, y ahora el estúpido de Henry le da igual.

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Para enderezar una vida
Fanfiction¿Y si Eleven hubiese respondido que sí? Este es un trabajo hecho con muchísimo amor (y muchísimos SENTIMIENTOS). Como hoy empiezo a publicarlo, van cinco capítulos de seguido. Luego, actualizaré cada miércoles. ______________________________________...