Un lindo gatito iba todas las noches al tejado de una casa en específico, aquella casa era grande de color rojo, ventanas cafés y con muchas macetas con flores muy coloridas.
Cierto día las flores dejaron de brillar y se marchitaron, en la noche el gatito se dio cuenta, por lo cual se preocupó mucho y tomó la decisión de entrar por la ventana para luego ir caminando por toda la casa hasta encontrar a la dulce abuelita que le daba de comer. Pasaron horas y horas, pero no había señales de ella. Salió el sol, se escucharon voces y pasos por toda la casa, alguien subía las escaleras, pero el gatito asustado no tenía ni idea de lo que pasaba. El humano llegó al segundo piso dándose cuenta de que el pequeño animal no se apartaba de la puerta, el humano tomó suavemente al gatito y abrió la puerta de esa habitación, pero fue raro lo que había ahí.
Ese lugar era hermoso, estaba rodeado de plantas y flores, la luz del sol entrando por la ventana hacía que el lugar brillara y diera el toque mágicamente encantador. Aun así, igual se sentía triste, pues su única amiga se había ido para siempre.
