Algo cambió...

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Todos sabemos quién es Amy Rose...

Ella es una eriza rosada con una actitud alegre, entusiasta y enérgica, siempre portando una visión optimista de las situaciones. Amy también es leal con sus amigos y no dudará en hacer lo correcto. Ayudará a quién sea que lo necesite y haría lo que sea por sus seres queridos, siempre mostrando una enorme sonrisa a quién sea. Pero como podía ser dulce y carismática, podía ser toda una chica ruda y capaz de martillar a quién se lo merezca con su Piko Piko Hammer, fuerte y segura de sí misma

Todos sabían cómo era Amy Rose... al menos así es cómo todos la veían...

Y por supuesto sabemos a quién le pertenece su corazón... que precisamente en estos momentos estaba latiendo por su amado... aunque el panorama no era el mejor.

— ¿Por qué no...? — la eriza de trece años insistía con sus manos hechas puño.

— Ya te lo dije Amy... estoy ocupado — el erizo frente a ella contestaba sin mucho interés, estirando sus piernas, preparándose para correr, como usualmente lo hacía, recalcando por qué se le consideraba el ser vivo más rápido del universo.

— ¡Haces eso todos los días! ¿Acaso no te aburres? — preguntó fastidiada y cruzándose de brazos.

— Es como si me preguntaras si me aburro de respirar... es parte de mí y no puedo dejar de hacerlo — sonrió con encanto.

— Yo no digo que lo dejes de hacer... — miró sus manos nerviosa — sólo digo que podrías hacer nuevas cosas o... o permitir que alguien te acompañe... eso de correr ha de ser algo solitario...

Sabía a lo que quería llegar la eriza con aquellas palabras, siempre se lo decía. Suspiró cansado, pero sonrió con compresión.

Colocó una de sus manos sobre el hombro de Amy y le dedicó una sonrisa sincera, provocando que las mejillas de la eriza se ruborizaran.

— Amy... eres una de mis mejores amigas y no hay nada en este mundo que no haría para que estés bien, creo que lo he demostrado con varias de nuestras aventuras ¿no? — alardeó mientras le guiñaba un ojo, provocando que le recorriera un escalofrío por la espalda a la chica — pero.... sabes mejor que nadie que no estoy dispuesto a sacrificar mi libertad por nadie... simplemente no me imagino esa vida para mí... yo soy...

— Libre como el viento... — completó la frase que tantas veces había escuchado. Era la forma en que Sonic el Erizo siempre terminaba rechazándola. Pero por más que estuviera acostumbrada, no significaba que doliera menos.

— Así es... — la miró con pena. Aunque deseaba su libertad más que nada en ese mundo, jamás era placentero dañar a Amy... ella significaba mucho para él, pero no podía esperanzarla sin lastimarla al final, porque eso es lo que siempre terminaba haciendo.

Y usualmente cuando sucedía eso; Amy terminaba llorando, gritando o pidiéndole una oportunidad. La eriza para él era alguien insistente, terca y gruñona cuando no lograba su objetivo de ganar su corazón. Así era siempre y era algo con lo que le cansaba lidiar.

Pero lo siguiente que pasó fue inesperado para él...

Amy sonrió de manera sincera... claro que con un aire de tristeza, pero no quitaba que su sonrisa fuera angelical.

Esa sonrisa siempre le había gustado y sólo la mostraba ante él, eso la hacía aún más especial todavía. Era una de sus cosas favoritas en el mundo. Ese pensamiento lo hizo alterarse, perdiendo la compostura por un momento.

— Lo entiendo Sonic... — habló finalmente, pero no borró su hermosa sonrisa — lo último que quiero es que pierdas esa esencia que hizo que me enamorara de ti...

SIN SONIC EL ERIZO NO EXISTE AMY ROSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora