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Se lograba escuchar el bello sonido de la lluvia en la noche, junto con la dulce melodía de una pequeña orquesta.

Cierto chico azabache se encontraba sumergido meramente en sus pensamientos, teniendo un debate interno sobre si lo que estaban a punto de anunciar mejoraría o arruinaría por completo su vida. Se lo veía callado, frío e inmóvil como una estatua; aún así, resaltaba entre la muchedumbre.

-¡Entonces significa que es oficial!- Se escuchó una voz femenina, seguida del sonido de dos copas chocando constantemente entre la multitud que en aquel inmenso salón se encontraba.

El constante son de murmullos y risas sacó al chico de sus pensamientos, devolviéndolo una vez más a la tierra, a su triste y miserable realidad.

El ambiente ahora se había calmado y todos habían guardado silencio para escuchar atentamente las palabras de la hospedera, dejando al pelinegro solo, solo a él y las voces de su cabeza.

-Es un placer para mis queridos presentes anunciar que...- Entonó la mujer, su voz sonando emocionada. Hubo una pausa de pocos segundos, que para el chico parecieron años, tal vez siglos e incluso milenios.

Una frase en específico se hacía presente en su mente, yéndose y luego volviendo, como un boomerang, como un silencioso boomerang. 'No lo digas, no lo digas, no lo digas, no lo digas...' El silencio lo estaba torturando, solo quería que aquello acabara pronto.

-¡Mi querido Fyodor contraerá matrimonio con la bella Agatha!- Prosiguió con aquellas palabras. Los gritos, aplausos y vítores no tardaron en hacerse presentes. Todas las miradas ahora estaban posadas en ambos.

A pesar de la emoción que en aquel salón reinaba, Fyodor no podía estar más... Decepcionado, por así decirlo. La verdad no había alguna otra palabra para describir el desastre de emociones que en su subconsciente se había formado.

Ignorando todo aquello, el ruso se limitó únicamente a esbozar su más amigable sonrisa, mirándolos a todos, luego posando su mirada en la bella Agatha.

Dame Agatha Christie, la bella chica que ante él se encontraba.

Ella poseía un noble y puro corazón que a todos se ganaba. Tenía un carisma envidiable y una inteligencia sobresaliente. En la punta de la pirámide se encontraba su deslumbrante físico, sus hermosas facciones y su delicada actitud, llena de gracia y elegancia.

Cualquiera se sentiría suertudo y orgulloso de tener la oportunidad de cruzar palabras con ella.

Por desgracia, alguien más ya se había robado el corazón del demonio.

- ★ -

Un chico albino caminaba alegremente por el recinto, dando pequeños saltitos mientras avanzaba, una dulce sonrisa decoraba su pálido rostro. Echaba miradas curiosas a todos los cuartos que se encontraba por ahí, viendo si lograba toparse con algo que despertara su interés.

Entre una y otra cosa chocó con una multitud reunida en un cuarto cerca del jardín, despertando su curiosidad aún más. El peliblanco se puso de puntillas para tener una mejor vista del escenario que ahí ocurría: el joven príncipe Fyodor se encontraba sentado en un trono, del otro lado se podía avistar a la dama Agatha, también sentada en un trono, y en el medio estaba la reina: la señorita Avdotya Romanovna, madre adoptiva del joven Fyodor.

La confundida expresión del albino se tornó a una juguetona. En su cabeza ya estaba creando un excelente plan para liberar al pobre príncipe. ¿La razón? Según él se veía aterrado, a pesar de su expresión vacía que siempre parecía lucir, odiaba verlo así.

Decidido, el chico pasó de largo, entrando a un vacío cuarto desocupado al lado del salón. Tenía claro lo que debía hacer, solo faltaba llevar a cabo su jodido, pero efectivo plan.

★ Si alguna vez me preguntas... [Fyolai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora