POV. Nozel

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***

Mi respiración estaba descontrolada desde hace tiempo, no era para menos. Con la poca fuerza que aún tenía trate de ver al frente a los responsables de mi fatiga, así como de mis múltiples heridas. Apreté los dientes mientras los veía con enojo.

Allí estaban, los diablos. Multiplicándose como cucarachas. Cada uno con sus sonrisas cínicas creyéndose que tenían total ventaja de la situación. Los aborrecía más que nunca.

Cerré los ojos en un intento para desaparecer esos pensamientos, y también para controlar mi respiración de una buena vez. Ese enojo debía utilizarlo en la pelea, no me servía de nada si me quedaba aquí solo viéndolos. Boté un suspiro y cuando por fin abrí mis ojos me sorprendió ver a una nueva figura frente a ellos. No, era imposible ¿Qué hacia ella allí?

No me dijo nada, pude ver como abría uno de sus ojos mostrando esos singulares colores que secretamente me cautivaban. Al fin había despertado ¿pero tenía que ser justamente ahora? Ella mostro una pequeña sonrisa ¿Qué pretendía decirme?  “¿todo estará bien?” ¡Que estupidez! Me negaba a creerlo, ¿hacerse la heroína? No podía ¡no debería! Mi miedo creció cuando volvió a ver a los demonios una vez más.

¡No!, ¡No!, ¡No!

¡Detente!, ¡No hagas eso!

--- ¡DOROTHY!

Después de eso todo se puso en blanco, confirmando mis sospechas. Fue un gran despliegue de magia, un hechizo de gran potencia ¡estaba loca! ¡¿Acaso no tomaba en cuenta las consecuencias de sus actos?! Esa luz cegadora fue desapareciendo dejando caer algunos brillos color purpura. No pude evita recordar aquel día que marco por siempre mi vida.

***

Estaba frente a la tumba de mi madre, la poderosa Acier Silva. Una maga con un poder sin igual, digna guerrera perteneciente a la realeza. Ella sin duda era mi ejemplo a seguir, mi inspiración, quería convertirme en alguien tan fuerte como ella, y con el tiempo, ser el mejor líder que la orden de Las Águilas Plateadas alguna vez tuvo. Solo quería enorgullecerla, demostrarle que gracias a su valor y determinación yo también podía ser alguien fuerte, que lucha por sus ideales y tendría la capacidad suficiente para defender a la familia, incluyendo a la recién llegada Noelle. Mi querida y pequeña hermana Noelle.

Sí que me sentía miserable esa vez, tantos sueños y aspiraciones no fueron suficientes para salvarla. Me sentía un fracaso total. Como si de pronto los colores del mundo fueran reemplazados por un apático gris… y la verdad, había dejado de importarme.

Me di media vuelta, alejándome de esa tumba a paso lento. Ya no me importaba nada. Mucho menos si la lluvia me mojaba ese día. Al menos podría cubrir mis lágrimas.

Durante un tiempo me sentí así, como si caminara sin rumbo alguno, cada día acarreando más responsabilidades por ser el mayor y cabeza de la familia Silva. Me limitaba a cumplir con mis deberes, era lo único que me alejaba de mi doloroso pesar.

Hasta que te vi.

Te presentaste frente a mí. Tus ojos me miraban curiosos, pero yo sentía como si con esa simple acción estuvieras escaneando mi alma en un instante.

Sonreíste. Aquella sonrisa me sigue acompañando en la actualidad ¿Cómo es posible que ese gesto tan simple logre reconfortarme? Pero en su momento yo no le tome interés alguno.

Estiraste tu brazo, querías darme tu mano. Yo mire extrañado la acción “¿Por qué?” no dejaba de pensar.

Tus ojos brillaron, fue cuando pude percatarme de que eran bicolores. Era extraño, pero eso no le quitaba que, también, eran hermosos. Una rareza inexplicable.

ThèsauriserDonde viven las historias. Descúbrelo ahora