LA PLAYA

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La primera semana de julio, Lisa y toda su familia se cogieron quince días de vacaciones.

Al comienzo de la segunda quincena empezaban las fiestas de su ciudad y entonces no podrían permitirse irse de vacaciones.

Los primeros siete días Lisa se marchó con su familia a Tailandia, a visitar a unos parientes, pero el martes de su segunda semana de vacaciones, Jennie recibió un mensaje suyo en el que le proponía que fueran a la playa al día siguiente.

Ella aceptó, pues no tenía planes. Durante la semana anterior había estado saliendo con Jisoo, bañándose en la piscina pública durante el día y disfrutando del descenso que experimentaban las temperaturas por la noche. Pero su amiga se había marchado a ver a su hermano y no volvería en varios días, así que no tenía planes. Además, tenía ganas de estar con Lisa otra vez. Mentiría si dijera que no la había echado de menos (a su cuerpo, por supuesto) durante la semana en que tuvo que conformarse con ver cuerpos esculturales en la piscina. Cuando una estaba soltera descubría que todas las chicas buenas tenían pareja. Aunque ella por suerte tenía a Lisa, su follamiga.

Así que el miércoles se vistió con su look más playero, cargó una nevera con comida y bebida, y se marchó con Lisa.

—Qué guapa te has puesto —Le admiró en cuanto se montó en el coche.

—Es lo que tiene dejar de estar encerrado en un restaurante y salir a hacer marchas al aire libre —Replicó Lisa, visiblemente feliz.

La música pop-rock los acompañó durante todo el trayecto hasta la playa.

—Esto es un parque natural —Jennie acababa de leer el aviso en un cartel marrón que había junto a la carretera por la que Lisa había hecho girar el coche —. ¿A qué venimos a un parque natural?

—No me verás a mí en una playa masificada y llena de algas. Te va a gustar este sitio, ya lo verás.

Tras un rato de trayecto por un camino que parecía sacado de una película de miedo que transcurría en medio del desierto, aparcaron el coche a cierta distancia de la playa, entre unos pinos que apenas hacían sombraje. Sin coger ningún bártulo, se asombró al ver la playa y el mar.

—¡Qué poca gente! —Se maravilló Jennie, que estaba acostumbrada a ir a playas mucho más concurridas. Una larga playa de arena clara se extendía frente a ellos con apenas seis sombrillas clavadas—. ¿Es que hay medusas o algo?

—¡Qué va! ¿Pero has visto cómo estaba el camino de tierra por el que hemos venido? Además, mucha gente prefiere otros tipos de playas.Vamos, pongámonos crema y almorcemos antes de meternos al agua.

—¿Y si nos da un corte de digestión?

—Bah, eso no existe. Métete despacio y ya está. Vamos.

Lisa le embadurnó la espalda y las piernas con crema, restregándole también el culo.

—Ahí no creo que me haga falta protección, ¿Eh? Pero si quieres seguir con tu masaje, por mí bien.

—¿Qué te hace pensar que no necesitarás crema en tu bonito culo?

—Llevo un bikini pequeño, pero no tanto.

—¿Y si te dijera que vamos a ir a una playa nudista? ¿Te escandalizarías?

Ella se giró para mirarlo.

—La gente de allí abajo iba en bañador.

Lisa sonrió y cogió algo del maletero. Le mostró a Jennie una malla que contenía unas aletas y unas gafas con tubo.

—¿Vamos a ir buceando a algún sitio?

—Suenas asustada. No tienes por qué con ese cuerpazo que tienes a base de correr. Eso sí, yo iré detrás. Si con el pantaloncito de deporte ya estás para comerte, con el bañador...

FOLLAMIGAS | JENLISA GIPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora