Capítulo 1

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Un gentil rayo de luz se coló por las persianas del pequeño cuarto de Sanji, haciendo que frunciera el ceño y dejase escapar un gutural quejido, extendiendo la mano hacia su mesilla de noche para coger el móvil y mirar la hora. Los ojos se le abrieron como platos cuando vio los dígitos "08:05" en la pantalla, dándose cuenta de que la pastelería que él mismo llevaba debería llevar ya abierta cinco minutos.

"¡Mierda!", exclamó, apartando las sábanas con un rápido y ligero movimiento de brazo. Rápidamente se puso en pie, moviendo las piernas con nerviosismo mientras dudaba acerca de qué debería hacer primero: ¿asearse, desayunar o vestirse? Intentó sacudir la cabeza, despejándose de la somnolencia, y corrió hacia el baño, abriendo el grifo y salpicándose agua en la cara, dejando todo el baño perdido en el proceso mientras soltaba improperios dignos de un marinero jubilado. Tras lavarse el rostro, se cepilló los dientes con impaciencia y trató de alisarse con las manos, sin éxito, las ondas que se le habían formado en el cabello mientras dormía. No había tiempo para sacar la plancha del pelo, así que suspiró con resignación mientras corría de vuelta al dormitorio para vestirse.

Se echó el desodorante con prisas, frunciendo el ceño por no haber podido disfrutar de su típica ducha mañanera antes del trabajo, y cambiándose de boxers, se atavió con una camisa blanca y sus característicos pantalones de vestir negros, con cinturón y cadena en la cadera. No había tiempo para ponerse la corbata, así que, a su pesar, dejó el cuello de la camisa abierto. Se dirigió al salón, metiendo las llaves, el móvil y la cartera frenéticamente en su mochila, mientras se despedía con un par de caricias de sus dos ratas que tenía por mascota, Tapioca y Azafrán.

Bajó las escaleras del edificio prácticamente saltando de tres en tres, y una vez en la calle, comenzó a correr hacia la pastelería, que, por suerte, estaba a tan solo un par de calles de distancia. Llevaba dos años dirigiendo él mismo el negocio gracias a la ayuda y los consejos de su mentor Zeff, un respetado chef a nivel local, que le había enseñado todo lo que sabía sobre cocina y repostería (y alguna que otra cosa sobre mujeres que le vino bien en un par de ocasiones). Sin embargo, por muy idílico que sonara todo esto, el principal problema del negocio (y de Sanji) es que no era capaz de despedir a su compañera, Pudding. La chica había sido su pareja (incluso prometida) hasta hacía un año, y le había ayudado a montar y a llevar el negocio, pero todo terminó drásticamente cuando Sanji se enteró de que le estaba mintiendo y que estaba viéndose con otras personas a escondidas. A pesar de todo, no podía ver a Pudding con malos ojos y, aunque a veces se le hacía difícil estar en el mismo espacio que ella por todos los recuerdos que se le venían a la mente, Sanji era incapaz de despedirla, bien porque le tenía cariño, bien porque trabajaba con esmero y su ayuda era útil.

Por fin, llegó a la panadería, entrando frenéticamente mientras jadeaba, dirigiéndose al cuarto de empleados para dejar su mochila y ponerse el delantal.

"¿¡Se puede saber donde estabas!? ¡He tenido que abrir yo sola la tienda y un par de clientes se han quejado!" Pudding protestó desde la ventanita que conectaba el cuarto de empleados con el mostrador, frunciendo el ceño y poniendo mala cara.

Sanji suspiró. "Perdona, ayer se me olvidó poner la alarma y me he quedado dormido". Al ver que Pudding todavía tenía la misma expresión y que la disculpa no había sido suficiente, sonrió tímidamente llevándose la mano a la nuca mientras le prometió que él mismo se disculparía con los clientes y les ofrecería un dulce gratis.

Poniéndose el delantal, salió con nerviosismo hacia el salón de la cafetería para ver a los clientes que se habían molestado, y chascó la lengua cuando se dio cuenta de que simplemente eran los insufribles de Luffy y Chopper, clientes habituales que comían como una legión entera y que muchas veces se olvidaban de pagar (aunque siempre volvían al día siguiente para saldar la deuda con una sonrisa arrepentida y genuina). Eran clientes graciosos en realidad, ya que Luffy siempre llevaba el mismo sombrero de paja hortera independientemente de que pegase o no con la ropa que llevaba puesta y Chopper era un reno pequeñito que podía hablar gracias a su fruta Zoan (lo cual no era extraño, ya que la pastelería estaba ubicada en una ciudad costera del Grand Line, y honestamente, cosas más raras se habían visto).

Espacio en blancoWhere stories live. Discover now