-¡Corre, Belle!- gritó Max corriendo a su lado.
-¡A caso no estás viendo que estoy corriendo?- gritó agitada.
-¡Pues corre más rápido!- comenzó a reír.
-¡Ya no puedo!- dijo a punto de detenerse.
Pero Max no iba a permitirlo así que tomó la mano de ella para hacerla correr.
Estaban corriendo del padre del chico que los estaba buscando con desesperación, mas bien, a Max.
Max se había escapado de la escuela y de la práctica que tenía en la tarde.
Lo que comenzó siendo como una pasión para él se fue convirtiendo en el propio infierno debido a su padre.
Él siempre se preguntaba él porqué de su actitud hacia él.
Y es que miraba como los padres de sus compañeros apoyaban y trataban con dulzura a sus hijos, y cuando estos se equivocaban o cometían un error no eran tratados como él era tratado por su padre.
Lo único que mantenía cuerdo al neerlandés era la compañía y el apoyo que recibía de su amiga, Isabelle.
Amiga que conoció por accidente mientras él huía de su padre cuando perdió una de sus primeras carreras en el karting internacional impactando con ella cuando se distrajo un momento del frente para mirar hacia atrás para asegurarse que su padre no lo seguía.
Ella iba distraída buscando entre su bolsa de m&m's las de color verde porque tenía la manía de comer primero las de un color y cuando se las terminaba continuaba con el siguiente color hasta acabarse la bolsa por completo.
Cualquiera diría que es un trastorno pero ella no lo veía así.
Ambos cayeron al suelo debido al fuerte impacto y todos los chocolates salieron de la bolsa esparciéndose por todo el suelo. Ella gritó al ver sus chocolates siendo aplastados por personas que caminaban alrededor sin importarle nada más.
'Así que te me escondías' pensó cuando vio el trozo de chocolate cubierto por el color verde.
Un pequeño grito ahogado salió de ella al ver como alguien aplastaba el caramelo y se enfocó en el chico que estaba tratando de ponerse de pie.
-¿Estás bien?- preguntó el niño rubio.
-No- dijo ella a punto de llorar.
Le había rogado a su padre para que le comprara esos caramelos y él se los había tirado todos al suelo.
Quería llorar.
-Lo siento- dijo ayudando a la niña a ponerse de pie.
-Me debes unos chocolates- dijo quejándose.
-¡Max!- se escuchó a lo lejos y el chico se asustó.
-¿Tú eres Max?- preguntó la chica mirándolo a los ojos.
Había miedo.
-Si- dijo nervioso.
-Max, me debes mis chocolates- se iba a cruzar de brazos pero el chico la tomó del antebrazo para correr con ella.
-Te los pagaré pero debes venir conmigo- le dijo mientras corrían de su padre.
Llegaron a un lugar desolado, ambos estaban cansados.
El chico comenzó a llorar del miedo y le explicó entre llantos a la desconocida cuando esta le preguntó por qué huía de alguien.
-No debería de tratarte así- dijo con pena.
-Siempre ha sido así y no sé hasta dónde pueda llegar eso- dijo viendo el cielo.
Estaba atardeciendo.
El cielo estaba de color naranja, mezclado con tonos amarillos y morado.
La chica miró el perfil del chico y como la marca de una lágrima seca había sido derramada sobre su mejilla.
Es lindo. Pensó y sonrió con tristeza.
-Lucha por ti- le dijo -Cree en ti. No dejes que él destruya tu amor hacia las carreras-
El chico dejó de ver el cielo y se enfocó en ella mirándola con nostalgia.
-Si él no cree en ti, yo lo haré- dijo tomando su mano y dándole un apretón -Llegarás lejos, te lo prometo- le dijo sonriendo con ternura.
¿A caso es un ángel mandado del cielo para ayudarme a sobrevivir en este infierno?. Pensó el chico viéndola mientras los rayos del sol golpeaban su rostro como suavidad.
-Soy Isabelle- dijo al ver que el chico no la dejaba de ver.
-Yo Max- dijo el neerlandés dando un apretón a su mano que aún estaban unidas.
-Ahora dame mis chocolates- exigió la niña y él soltó una carcajada.
Y así fue como ellos se conocieron.