Capítulo I
- ¿Cómo te fue esta semana? – Pregunta Meredith ofreciéndome una taza de café.
-La verdad es que bastante igual a las demás.
Ella me ve fijamente. Sus ojos cafés son bastante penetrantes, cosa que hace que le diga la verdad de cómo me fue en mi semana, ella logra sacar la verdad de la gente con una mirada.
-Pues la verdad es que este es mi último semestre antes de entrar a la universidad, me he estado rompiendo la cabeza intentando salvar todas las materias.
-Pero a lo que me has contado te ha ido muy bien en la escuela ¿no?
Lo que ella no sabe es que he estado tan distraída y tan poco interesada en todo que estoy a punto de repetir materias si no hago algo rápido.
Detalles más, detalles menos.
-Olivia, debes de ser honesta conmigo, como siempre lo has sido. – Me lo dice suavemente.
Es cierto, siempre he sido honesta con ella, la verdad es que Meredith es una gran psicóloga, la conocí el año pasado, ya casi llevo un año con ella, le tengo confianza, pero no sé qué me pasa ahora, me siento tan insegura de decirle lo que siento en este momento, simplemente no tengo ganas de decirle nada, aunque si soy sincera, no he tenido ganas de decir nada desde hace 2 semanas más o menos.
-Estoy un poco cansada, no he dormido mucho últimamente, la escuela me está comiendo la cabeza y no me concentro. – En parte es cierto, solo que ese no es mi principal problema ahora.
Meredith duda un momento, ella sabe que no es lo único que hay detrás de mi actitud, pero decide no insistir.
-Bueno, Liv, es hora de acabar la sesión, sigue con tus ejercicios de siempre cada que los necesites, nos vemos hasta el viernes, pero si surge una emergencia recuerda que tienes mi número. – Me sonríe.
Salgo del consultorio y veo a mi papá afuera viendo la radio con el ceño fruncido, pero cuando me ve me sonríe.
- ¿Qué pasa? – Le pregunto subiéndome al carro.
-No suena la música, no sé qué le pasa...
Veo la radio y le subo el volumen. Mi papá me ve con cara de sorprendido.
-Oh pues, ahora si se escucha. – Reímos y él empieza a conducir.
Mientras vamos a casa, lo noto un poco ansioso, cosa que no es muy normal que digamos ya que el suele ser tranquilo. Dudo un poco en preguntarle qué le pasa, pero cuando estamos estacionados fuera de la casa y ninguno se mueve, veo que es el momento para que me diga que está pasando.
-Papá ¿qué tienes?
-Liv... mira, eres mi hija y te amo. – Dice antes de hacer una pausa muy larga. – tu sabes que tu mamá y yo nos separamos hace dos años.
Frunzo el ceño ¿Le habrá pasado algo a mi mamá? ¿Acaso planeaban regresar? No es que no me alegre si eso llega a pasar, pero apenas pueden estar dos minutos juntos sin que uno de los dos haga un comentario rudo.
-He conocido a alguien. – Dice de golpe.
Abro la boca sorprendida, pero cuando veo que él me ve como si se fuera a desmayar en cualquier momento, sonrío.
-Eso... es genial, papá. – Le doy una sonrisa honesta.
Amo a mi papá con todo mi corazón, me alegra que él haya encontrado a alguien con quien compartir su tiempo además de con su hija de 18 años.
Él saca aire que estaba conteniendo desde que empezó a hablar. Lo abrazo y eso parece que lo tranquiliza bastante.
-Qué bueno que lo tomaste bien, hija, tenía planeado presentártela en la cena, vendrá a las 8, ella está emocionada de conocerte.