Afraid

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La única razón por la que hace todo aquello, es porque solo ahí Oda escribe. Todo lo demás dentro de el no le importa, es un mundo insignificante.

Culpa. Percibe el aroma agridulce de la culpa en la sangre que cae del cuello al chico. La culpa se desborda como el hilo carmesí que le sale de la piel y se funde en el cuello de su camisa, mas ¿por qué debería importarle? Después de todo, ese es el propio castigo que él mismo se impuso, el pago por el crimen que cometió.

No le importan los demás, no le importa cuanto sufran  y por lo que tengan que pasar, con tal de que Oda viva y escriba, pero al ver a Atsushi se encuentra con  un reflejo de sí mismo y por alguna razón se percata que importa. Le importa tanto que siente la culpa desbordarse en raudales agridulces cuando va a informarle sobre cualquier misión.

Se percata que no soporta por demasiado tiempo verlo directamente a los ojos; fríos e inexpresivos como dos dagas que se entierran en lo más profundo de su ser. Su mirada es dolorosa al igual que el collar que se le encaja en el cuello, y aún con la molestia que aquello debe representar, habla sin titubeos ni pausas. Sus palabras fluyen cadentes.

-Atsushi-kun- le interrumpe a mitad de su informe cuando ya le es insoportable mirar su piel violácea y rasgada. Su subordinado calla inmediatamente, impasible, en su rostro no se refleja el menor vestigio de sorpresa, ni de incomprensión. Le mira con esos ojos hirientes, vacíos- acércate.

Acata la orden, su paso lento pero firme se dirige hacia él y sospecha por un momento que el chico espera una reprimenda. Sabe que la misión de aquel día tuvo complicaciones, que el tigre está agotado y la gravedad de las heridas en su cuello se debe al esfuerzo que le costó completarla. Está dispuesto a recibir el castigo que le imponga pese a que esté cansado y herido.

-Dazai-san- le dice a unos cuantos pasos suyos, en espera de la siguiente orden.

-Date la vuelta.

Inclina la cabeza y en cuanto lo hace nota que aprieta los puños con fuerza. Espera un castigo, o tal vez una frase insidiosa, aguarda por algo más doloroso que los estoperoles perforándole la carne.

Sonríe extasiado al ver los vellos de su nuca erizándose en cuanto se coloca justo a sus espaldas.

Los huesos de sus vértebras resaltan por debajo de la tela de su camisa y tocarle con suavidad los hombros los descubre completamente delgados, piel y hueso. No le importa, se dice aunque por dentro una punzada perfora su estómago, no importa si Atsushi apenas come. El chico se estremece bajo su tacto, mas no se mueve,  inclusive después de un ligero temblor se recompone de inmediato irguiéndose rígidamente. Sus manos se mueven con delicadeza, hasta topar con el broche del collar, el cual con un movimiento ágil desata con facilidad.

-¡Dazai-san...!- grita su subordinado con una sorpresa absoluta, hace el ademán de sostener el collar sobre su cuello.

-No te muevas- basta una simple orden para que el chico baje las manos y vuelva a su rigidez principal, esta vez le es imposible disimular el temblor de su cuerpo- tan pequeño e insignificante- murmura cerca de su oreja retirándole el collar- ¿crees que con un castigo así comenzarás a ser suficiente?

Sus palabras son filosas, lo perforan a él mismo. No importa, se dice.

-La razón de mis acciones no le incumben- le contesta con voz trémula.

Se sabe cruel, sabe cuanto le duelen a Atsushi esas palabras, y por un momento no puedo soportar hacerle ese daño. Pero no importa. Todos son sus marionetas, simples juguetes con los que puede entretenerse hasta que llegue el momento final. Ríe secamente pasando un dedo por las heridas del cuello.

-Olvidas que tu vida me pertenece, Atsushi-kun.

-Yo...

-Calla- vuelve a interrumpirle, ahora más bajo rozando con los labios su oreja- después de todo, ¿quién soy para juzgar tus conductas autodestructivas? Quieres hundirte, lo esperas con ansias desde hace tiempo. Buscas el perdón protegiendo lo que amas, pero al mismo tiempo quieres sucumbir por eso mismo. Temes ser remplazable ¿no es así? Indigno de proteger, salvar, amar.

-Lo único que tengo es a la port mafia, Dazai-san, si he de sucumbir por ella lo haré- le asegura firmemente.

-Para ser suficiente ¿cierto?

-Sí.

Vuelve a reírse, pero ahora con amargura.

-Mientes, Atsushi-kun, al primer obstáculo que se te presente vas a traicionar a la port mafia, vas a traicionarme.

Esa declaración sobresalta al chico que gira ligeramente la cabeza para verlo con sus ojos gélidos.

-¿Duda de mi lealtad?

-No, no dudó de ella, solo sé que tu lealtad no está en la port mafia.

Silencio. A tocado el punto correcto, Atsushi se remueve inquieto y al mismo tiempo herido, le ha entregado su vida, no entiende porque duda de él, no entiende porque lo somete a tal conflicto. Pero no importa, incluso si Atsushi lo traiciona no importa, lo ha guiado hasta ese punto.

Sin embargo, duele. Ha cruzado su propia línea, ha sido cruel, un completo malvado. Su subordinado hubiera preferido cualquier cosa que esa declaración. Repentinamente se siente débil, confundido.

Ha destrozado a ese chico, desde el inicio, lo ha orillado a ser esa persona, con una mirada que destroza, con gestos fríos. Lo ha guiado para que lo odie y se lo merece, merece el odio de ese chico y de cualquier otra persona, pero en el fondo aún con lo que acaba de decir, sabe que Atsushi no lo odia.

Jamás lo podrá odiar, diga lo que diga, haga lo que haga. ¿Por qué tiene esa tendencia de querer destruir todo lo que se le acerca? ¿Por qué le ha dicho que no es suficiente cuando es más de lo que debería? Se siente agotado. Su fachada se derrumba y la sonrisa cruel de su cara se desvanece.

En medio de su silencio lo abraza por el torso, provocando otro escalofrío.

-Dazai-san, ¿qué hace?

-Solo calla- suelta hundiendo la cabeza en su espalda- solo cállate y déjame escuchar el latir de tu corazón- eso hace durante algunos minutos, le escucha latir, fuerte, igual de confundido que él mismo. Está cansado, se justifica- Temes tanto que los demás te desechen que al final cultivas una gran culpa en tu interior.

-Usted mismo acaba de decir que...

-Lo sostengo, no eres suficiente, al menos no para ti mismo, pero si vieras que...- interrumpe sus propias palabras, el corazón del otro comienza a latir con mayor velocidad, casi desesperado. No importa, no importa y porque no importa es que se desliza con cuidado hasta las heridas conserva en el cuello. No importa, determina antes de besar uno de esos puntos carmesí de piel rota.

Lo siente saltar bajo su contacto, empero no hace el más mínimo ademán de retirarse. Se deja hacer y lo ve cambiar de color. Un rojo peligroso tiñe su piel pálida, enfermiza.

-Perdón- se le escapa.

No importa. Realmente no importa nada de lo que acaba de decir o hacer, al final, él también es remplazable. Cuando muera, Atsushi no estará solo, sino es Kyoka será Akutagawa. Todo lo ha planeado desde hace tiempo.

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