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La mesita de noche en la cual mi lámpara favorita yacía no daba ya suficiente luz, era amarillenta y muy intensa, mis manos se movían con ansia por lo estrépito de mis muslos, la tela de mis pantalones era espera y la punta de mis uñas la raspaba dándome algo con que evadir tu ojo azul que tanto me hacía tú esclava.

Y es que no cabe en mi mente la osadía que tienes de venir de esta forma a mis aposentos, a mi intimidad, y desgarrarme como nunca lo habían hecho, pero ahora mis húmedos orbes se dirigían a un punto aleatorio de la habitación, a un hueco obscuro e insoportable, y ahora ya no importaba nada más.

— no, entiéndelo — negaste de una forma tan frívola que te caracteriza tanto cuando hablas con alguien que es ajeno a tu ser y tan despreciable a tu corazón si es que tienes — te amo, te amare todos los días que me queden, pero este no es el momento correcto y yo soy la persona incorrecta para decírtelo y serle fiel a mi palabra — ajar mi cordura era definitivamente tu pasatiempo favorito, tu gélida voz me era un espasmo en la cervical, helándome el semblante tan monótono y obsceno, tan patético como yo.

Quede  varada en tu alma, quede impregnada en ti y tú ya eras yo, eres el cáliz del que mi humanidad se alimenta, me haces sentir existente y con escrúpulos, me haces desear más placer del que un humano pueda darme, me haces vulnerable y dependiente, estoy sedienta de la sangre que alguna vez sacio lo insaciable.

Tus largas y finas manos trazaban un camino permanente en mi desnudo cuerpo, en mi desnuda alma la cual posees y de la cual serás dueño hasta que muera, tu tacto y contacto visual es tal hombre desconocido sacando a un cachorro de la mierda en la que vivía, yo era el cachorro, comiendo de mi propia mierda.

Se que no puedes amarme más de lo que yo lo hago contigo, pero te necesito más que cualquier otra cosa en mi vida, te deseo más que cualquier otra cosa en mi vida.

Úsame como te usaron, úsame como la repulsión que usa al humano hasta hacerle caer en su punto más bajo, úsame hasta que mis articulaciones queden molidas en la cruz de mi calvario, coróname con tus uñas y aliméntame con los coágulos de tu chorreante sangre.

Arrástrame hasta que mi piel no sea más que un trozo de la tela más corriente que existe, para después vestirte de ella y hacerla la más fina y pura que haya.

Pero no te vayas por favor, no me dejes...

SanidadWhere stories live. Discover now