Las palabras es la forma más sincera y común de comunicarse con las personas de tu alrededor.
La comunicación verbal es algo del día a día, algo natural para algunos y un sueño para otros.
Cuando te das cuenta de que hace falta mucho más que simpl...
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Gritar, sollozar, hablar, murmurar... Las palabras nacen en la garganta y desembocan en la punta de la lengua.
Para Sugawara Koshi el arte de la comunicación era todo un mundo. Bueno, en realidad, para el era todo el mundo. Hablar con fluidez, interpretar las palabras, saber manejarlas y nunca arrepentirse de lo dicho era lo que él llamaba el arte de la comunicación. Y el lo dominaba.
Desde pequeño había sido increíblemente bueno en relacionarse, todo gracias a su manejo de la comunicación verbal. Tenía amigos en todas partes gracias a su gran talento al hablar. No era algo que los demás notarán, sin embargo todos acababan cayendo, pues, incluso si nadie notaba su gran talento, siempre era efectivo.
Por otra parte Ophelia Loughy era una chica completamente distinta. Desde que había crecido había visto como la gente se comunicaba verbalmente, como se relacionaban y se interpretaban entre sí. Algo que no podía negar que estaba fuera de su alcance. Veía a los demás y apreciaba el talento de cada uno hablando, algunos eran mejores y otros peores. Y luego estaba ella, alguien con experiencia nula.
Las palabras nacen en la garganta y desembocan en la punta de la lengua. Pero debido a su condición médica, nada nacía de sus cuerdas vocales. En pocas palabras: era muda. La operación a pagar era cara, algo que ella no se podía permitir, además de que la rehabilitación era larga y muy dura. Ella ya había aceptado su destino, había aceptado que nunca sería como los demás. Que nadie sería nunca capaz de comunicarse con ella, de entender su forma de comunicarse.
O eso pensaba.
Cuando unos ojos menta y unos ojos café se encuentran, la perspectiva es diferente.
Menta con chocolate. Para algunos una asquerosidad, para otros una genialidad.
Porque hay más allá de la comunicación no verbal.
Sugawara Koshi estaba a punto de descubrirlo.
Y Ophelia Loughy estaba a punto de demostrárselo.
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Es corto porque es la introducción, haré las demás historia así, para ver con cuál continuar y para dar una idea de cómo son.
