Se hizo el silencio. Realmente no tenía intención de hablar porque mientras repetía las palabras de Aiden: «eres un licántropo», «es la voz de tu lobo», hacía el esfuerzo por retener una carcajada. Por supuesto, no lo conseguí. Me reí tanto que hasta lloré, y cuanto más se acentuaba el ceño fruncido de Aiden más complicado me era parar.
Cinco minutos después conseguí mantener las carcajadas a simples carraspeos graciosos.
—¿Has acabado? —preguntó, y volví a reír.
«Está diciendo la verdad» dijo la voz grave de mi cabeza. Y, bueno, echando la vista atrás... «No, joder, eso es una locura...»
Miré a Aiden a los ojos y esperé a una mueca, un tic, cualquier cosa que me dijera que estaba bromeando. Cuando no vi nada de eso, empecé a balbucear como un imbécil: —¿E-estás de broma? Licántropo —repetí, casi atragantándome con la palabra—. Hombre-lobo. Woof, woof; auuu y ¿todo eso? —«Ridículo» bufó el chucho en mi mente.
—Yo no ladro como si fuera un Rottweiler —añadió Aiden, confundido.
—Vale, bien. Entonces, te conviertes en lobo. —No era que le creyera, pero quería saber hasta dónde llegaba con aquella fantasía.
—Nos convertimos en lobo, pero no es solo eso.
—De ahí los... —señalé mis ojos con un dedo de cada mano, después a él y esperé a que entendiera mi pobre interpretación.
—Sí, cuando el iris cambia de color significa que nuestro lobo está rozando la superficie. —No entendí a qué se refería y él debió darse cuenta porque modificó su explicación—. A ver, ¿la voz que habla en tu cabeza? Es tu lobo. Es... como tu alma animal, pero, a veces, puede tener conciencia propia si no la controlas, como, por ejemplo, cuando te has abofeteado.
—¡No lo he hecho yo!
—Sí, vale, lo que sea. Pero ¿lo has entendido?
—La voz de mi cabeza es mi alma y, cuando quiere, hace lo que le da la gana.
Aiden suspiró. —Sí, más o menos. Se necesita tiempo y esfuerzo evitar que el lobo tome el control de tus actos. He conocido a Alfas con cientos de años que todavía lo pierden después de una vida en sintonía con él.
Asentí durante un rato hasta que caí en la cuenta de algo.
—¿Has dicho cientos de años? —Aiden asintió—. ¿Cómo es posible?
—Los licántropos poseemos un factor de curación y unas habilidades regenerativas sobrehumanas. Nuestro metabolismo modificado ralentiza el envejecimiento y el deterioro del cuerpo; si un humano, con suerte, puede llegar a vivir cien años, los hombres-lobo superamos el quíntuple de esa cifra.
—Quinientos años —retuve el aire en los pulmones tanto tiempo que me mareé. Joder, intentaba tomármelo como una broma, pero algo en mi interior me decía que todo lo que Aiden decía era verdad. «¿Será el chucho?» Él me respondió con un gruñido y murmuró: «me encargaré de molestarte hasta durmiendo». Puse los ojos en blanco y le ignoré—. ¿Cuántos años tienes tú?
Sonrió ladino y supe que no me iba a gustar la respuesta, pero cuando estuvo a punto de hablar se escuchó un crujido seguido de un choque metálico. Aiden cerró los ojos y suspiró, maldiciendo.
—Bien, cuando llegue va a estar muy, muy enfadado —el revuelo en el sótano fue sustituido por el sonido de pasos violentos sobre madera chirriante que retumbaba en mis oídos—. Calem, ¿me escuchas? Vas a tener que mantener la calma.
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La Maldición - Huyen. (+18) En Edición
WerewolfCalem, un joven de veinte años con una propensión a la violencia alimentada por una ira insaciable, finalmente descubre el secreto celosamente guardado por su familia en los rincones más oscuros de su pasado: está maldito, y su destino podría acarre...