El capitán San Juan

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Basado en la introducción de La Leyenda de los Chaneques, cuando se muestra eventos como la muerte de doña Toñita y Leo descubriendo el baúl.

Personajes: Leo, Nando. Menciones de doña Toñita, Dionisia, el equipo y los señores San Juan.

Actualización 19 de julio: regresaron los one-shots eeeeh!!!!

Volvieron a eso de las 6 y media a la panadería. El funeral había sido una pequeña ceremonia presidida por Fray Sinfonolo. A él asistieron 3 personas, y solo dos de ellas se habían quedado hasta el final. No culpaba a Dionisia por haberse ido antes de que bajaran el féretro de su abuela: él ni siquiera quería haber ido en primer lugar. Nadie desea asistir a un funeral, mucho menos al de la mujer que lo había críado por más de 10 años y que, más que como sus nietos, lo crió a él y a su hermano como si fueran sus hijos.

Leo le avisó a Nando que no cenaría esa noche, que había perdido el apetito y prefería acostarse de una vez, puesto que mañana tendrían que abrir nuevamente como si nada hubiese ocurrido. Su hermano protestó, argumentando que escasamente había comido algo en los últimos 7 días, mas los ojos de Leo se veían tan apagados que no tuvo el corazón para obligarlo y lo dejó irse al cuarto que compartían, no sin antes darle un apretón en el hombro.

El muchacho se tumbó en su cama y cubrió su cara con la almohada. Le dieron unas inmensas ganas de llorar por tercera vez en el día. La primera fue cuando se despertó y cayó en cuenta de que tenía que ir al sepelio, y la otra fue cuando el féretro estaba bajando a la tierra. En las dos tuvo que aguantarse porque ya Nando estaba hecho un manojo de histeria, cubriéndose la cara mientras lloraba. Leo no quiso empeorar las cosas y trató de mantenerse fuerte por su hermano y se mordió con fuerza el labio inferior hasta el punto que le salió sangre. Sin embargo, esta vez no logró conseguir la fortaleza que lo había mantenido sereno en las otras dos ocasiones y, en un movimiento rápido, se puso boca abajo, aun con la almohada en la cara, y sollozó hasta quedar con la garganta lastimada y los ojos enrojecidos.

Su abuela había muerto. Se había quedado solo nuevamente.

Pasó una semana desde el entierro y la vida había vuelto, casi, a la normalidad. O eso quería creer Leo. Tal y como le había prometido a doña Toñita en el lecho de su muerte, Nando asumió en su mayoría el mantenimiento de la panadería. Tuvo que ir hasta la intendencia local para cambiar los nombres en los papeles y mantener en pie el negocio que había sido el sostenimiento de la familia San Juan por años. Dionisia ya había regresado también de sus días de luto y estuvo dispuesta a ayudarles en lo que más pudiera, tanto por el cariño que le tenía a ambos muchachos, a quienes conocía desde bebés, como el profundo aprecio que le tuvo a su antigua patrona, a quien llegó a ver como una amiga.

Leo intentó ser alguien útil y ayudar en lo que fuera, pero se sentía miserable y sin energía. Escasamente cogía fuerzas para levantarse de la cama y bañarse. Por lo menos estaba comiendo un poco más, aunque eso era porque ya se había desmayado una vez por no haber ingerido nada en un día. No obstante, su alma seguía destrozada: todo le recordaba a ella: el olor a pan recién salido del horno, el ruido de la clientela entrando y saliendo, los retratos de ella en su juventud, con sus padres, y con ellos de pequeños. El más reciente era de ellos tres meses después de que volvieron a Puebla: doña Toñita estaba en el centro, sonriendo dulcemente; Leo estaba a su derecha, abrazándola, y Nando a su izquierda, dándole un beso en la mejilla. Sintió un nudo en el estómago: se veían tan felices en ese marco, aún cuando, para esa época, Leo seguía dolido por la pérdida de sus amigos y tenía pesadillas con el Charro. Cinco años después las cosas no estaban mejor: la casa se veía vacía y Leo se sentía inútil y solo.

Es por ello que procuraba no salir de su cuarto y, cuando le tocaba, bajaba las escaleras o cruzar el pasillo rápidamente. Se había encerrado tanto en esas cuatro paredes que ni siquiera notaba cuando entraba o salía Nando de ahí.

Pan, cempasúchil y magia para el corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora