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La sangre corría ferviente en sus venas iba tan rápido que probablemente hubiera ganado alguna carrera de velocidad contra alguien más, pero sólo era causa de la adrenalina que lo recorría, solamente sus nervios de hacer algo malo y estar a punto de tomar la decisión de si hacerlo o no, pero lo necesitaba.

Ese día se había quedado sin comer, no tenía ni un peso en sus bolsillos, nada, todo lo había gastado en sus hermanas y mamá, para que estirando lo más posible aquellos centavos, ellas pudieran comer.

Su corazón taladraba martirizando su pecho, el ambiente de la calle era frío, lúgubre y solitario.

Maldijo la mierda de vida qué le había tocado. Porque por eso mismo estaba en esa situación, su padre lo abandono cuando tan solo tenía 10 años, con sus cuatro hermanas pequeñas detrás de él, con su madre deprimida, hundida en su cama solo comiendo y levantándose para lo más necesario, llevándolos a la escuela y sacando solo un poco de dinero para sobrevivir, pasando el demas de su tiempo acostada lamentándose.

—Tengo que hacerlo— se recordó a sí mismo, escuchando sus tripas gruñir, tenía hambre ¿No?

Pues la única opción que encontró fue acudir hacia la ya conocida tienda que estaba cerca de su casa y robarla, porque él hambre y la desesperación te llevan a eso. No tenía trabajo, no, nadie contrataba a un niño de 19 años sin experiencia, menos cuando lo veían con la ropa vieja y los zapatos gastados, la cara delgada y escurrida, pues una buena comida no era algo frecuente en su mesa.

Era delgado y pálido, pésimo estudiante en la preparatoria, sin esperanza de ir a una universidad. Y ahora, con mucha desesperación.

"No das buena imagen" le habían dicho cuando aplico para algunos trabajos, otros simplemente lo echaron sin razón.

—Bien, ya es hora— su mejor amiga le tendió una navaja negra y brillante —solo por si algo.

Pensó un momento, quería rechazarla, decir que no era necesario, pero, al fin y al cabo, la tomó.

Adentro de aquel establecimiento un chico rizado se encontraba solo, era el turno de la noche, así podía hacer tareas cuando no había muchos clientes.

Louis podía observarlo desde afuera, concentrado, con sus rizos desordenados y dulces. Ellos se conocían, porque si, el que pronto se convertiría en asaltante compraba ahí siempre las pocas cosas del súper que podía pagar.

Su elección de objetivo no había sido el más inteligente, pero no podria caminar tanto antes de sentirse desfallecer y aparte de todo, no tenía ni un euro para el pasaje del metro.

—Es turno de ese chico rizado que siempre te atiende, así que no será difícil, solo hazlo y yo te esperare aquí afuera— su amiga quiso demostrarle confianza, tal vez a ella le haya ido peor en la vida, no lo sabía, pero estaban atrapados en el mismo agujero negro de desgracia.

Él solo pudo asentir, los nervios se lo estaban comiendo.

—Bien, allá voy.

Se colocó un gorro negro que había llevado su amiga y subió el cierre de su chamarra. El negro lo caminaba con la oscuridad hasta que se topó con la claridad de las luces en el establecimiento.

Antes de entrar vio por el ventanal a un chico rizado tarareando alguna canción y muy concentrado en los libros que estaba en el mostrador. Lo admiro un momento, con aquellos rizos caoba y su mandil rojo puesto, una camisa blanca y pantalones negros, era ese el uniforme de la tienda que estaba a punto de ultrajar.

Dio un último suspiro antes de entrar. Era su primer asalto.

Habia intentado de todo antes de tener que llegar a la delincuencia, al contrario de su amiga que le dio todos sus tipos de asaltante antes de dejarlo ir.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2023 ⏰

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