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Reshel

—¡Felicidades a todos los graduados! —exclamó el presentador.

—Esto es ridículo, muero por salir de aquí —le comenté a mi mejor amigo.

—Ey, Reshel, esto es una buena noticia —respondió Luke.

—¿Por qué?

—Porque finalmente podremos entrar a la agencia que tanto queremos.

—Como si fuera fácil...

—Tranquila, eres una de las mejores estudiantes; lo lograrás.

—No me ha servido de nada, los odio a todos.

—No te pongas así. Mira el lado bueno, ya no tendrás que ver más al idiota de tu exnovio.

—No me nombres a ese tipo —repliqué molesta.

—¡Oye, Reshel, te están llamando! —anunció la novia de Luke.

Me acerqué para recibir un certificado de honor por ser una de las mejores estudiantes. Me gradué como profesora de Literatura, mi especialidad. Lo cual resultaba irónico, ya que era lo que más detesté cuando estaba en el colegio. Sin embargo, mis capacidades eran tan grandes que me convertí en la mejor de todas. En mis metas nunca estuvo estudiar en la universidad; yo quería ser policía.

—Hija, felicidades por este gran logro —me abrazó mi madre.

—Esto no es un logro, mamá.

—Claro que lo es...

—Es una pérdida de tiempo, pero ya lo hice y no hay vuelta atrás.

—Reshel, no digas eso. Me llenaría de orgullo verte convertida en una profesional.

—Y a mí me gustaría torturar a los delincuentes y pelear en el ring.

—¿Aún sigues con esa obsesión?

—No es una obsesión...

—Te he llevado a terapia muchas veces. Se supone que debe haber paz en tu corazón.

—Mi hermano me las pagará, te lo juro.

—Jack debe estar muerto y tú sigues con eso.

—Mientras no vea su cuerpo enterrado, para mí no está muerto.

—Cariño, deberías encontrar a un hombre bueno que te ayude a ser...

—¿Un hombre?

—Quiero que tengas una familia, hijos.

—Si ves al imbécil que está allá parado, besándose y entregándole todo su amor a otra...

—¿Por qué vives en el pasado? Olvida... hay muchos hombres.

—¿Otro hombre? ¿Para qué? ¿Para que cuando le cuente que fui violada y vea todas las cicatrices en mi espalda, me haga sentir que no valgo nada?

Mi madre comenzó a llorar.

—Hija, ya no digas más... todos estos años he tratado de motivarte y he trabajado por ti.

—Si me hubieses apoyado para entrar a la Agencia, sería todo lo contrario.

—No, eso no, y nunca lo aceptaré.

—Esa era la única forma de superar esto, pero tú me alejaste de mis sueños.

—Es que si te apoyaba eras capaz de vengarte de personas inocentes.

—Ya, mamá, me voy. No tiene caso seguir en esta ceremonia estúpida —dije mientras salía corriendo de ahí.

El contrato de un prisioneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora