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𝒫ℴ𝓋'𝓈 ℛ𝓊𝒷𝒾.







Miré la hora en mí teléfono, asegurándome de que estuviese con buen tiempo para terminar de prepararme. Aunque no quería, debía ir a esa escuela nueva. Tenía que hacer nuevos amigos, llevar bien mis materias para que, a mitad de curso, mi madre decida sacarme de allí y nos mudamos a otro lugar para "comenzar de nuevo".

Y todo eso ¿Por qué?, porque era una adicta de mierda, que no trataba de mejorar ni por ella misma, ni por mí. A ella no le importo verdaderamente, nunca lo hice. Siempre me había dejado con la abuela cuando ella no tenía ganas de verme o cuidarme, hasta que ella falleció y tuve que comenzar a arreglarme las sola.

Puedo vivir por mis propios métodos si quiero, aunque lo hago, solo que con una persona que siempre necesitó de mi ayuda para no morir. Y, como todavía tengo dieciséis años, ella puede hacer lo que quiera conmigo. Me lleva de acá para allá cada vez que tiene problemas con la policía y siempre me pide dinero para poder "mantenerme".

Dejé la taza de café sobre la mesa, para luego volver y lavarla. Busqué mis llaves, algo apurada y justa con el tiempo. Miré mi rostro en el espejo de la entrada, acomodando mi labial con mi dedo índice, dejando este prolijo y bien pintado. Tomé mi mochila y mis audífonos, saliendo por la puerta.

Me subí a la motocicleta, algo frustrada y pensando en qué camino tomar para que la policía no me detuviera, pese a que no llevaba casco. Cuando nos mudamos, lo había perdido y no quería gastar más dinero en cosas para la motocicleta, así que tengo que ingeniarmelas para no llevarme una multa y tener que gastar el triple de lo que salí un puto casco.

Encendí el vehículo y arranqué, escuchando la música relajante que se paseaba por mis audífonos y sintiendo el viento frío recorrer mi cuerpo. Comenzaba a arrepentirme de no haberme puesto algo más encima, pese a que sentía una ligera brisa fría y molesta en todo mi cuerpo.

Ya había hecho esto más de una vez, pero ese nerviosismo de conocer a gente nueva y del como me tratarán siempre estaba. Aunque me importe muy poco la gente, siempre me había sentido algo frustrada cuando me miraban con mala cara.

Cuando llegué, pude ver un pequeño estacionamiento para estudiantes y maestros, supuse que no era pago por lo que estacioné mi motocicleta correctamente y me bajé de ella. Acomodé mi ropa y cabello despeinado por el viento, y me dirigí hacia la entrada.

El lugar era grande, enorme. Había columnas blancas, una enorme puerta alta de madera oscura que permanecía abierta, grandes ventanales y unas catorce escaleras con barandal para poder llegar a la entrada. Las personas hablaban y caminaban como de costumbre, algunas me miraban y hablaban, otras ni me topaban.

Entré y ví todas las vitrinas con premios, cuadros y medallas de los campeonatos ganados, también habían pequeños bancos a un lado de cada puerta y, más en el fondo, comenzaban los casilleros azules.

Pude ver qué la primera puerta decía "Sr. Jackson". Recordé que mi madre había nombrado algo parecido cuando hablaba del director y que se yo, así que supuse que esa sería su oficina y que debía de entrar para terminar de organizar mi llegada.

Antes de poder llegar a la puerta, pude notar como todos allí comenzaban a mirarme, sintiéndome algo intimidada. Traté de no darle importancia, pasando de ellos y tocando esa puerta. No recibí respuesta alguna, lo cual me molestó, pero pude sentir una mano tocar mi hombro cuando traté de abrir la puerta.

— ¿Eres nueva, verdad?. — Me di la vuelta, encontrándome con un chico muy alto, con rastas que decoraban su cabello, un piercing en su labio y con una sonrisa muy característica.

𝗢𝗰𝗲𝗮𝗻 𝙀𝙮𝙚𝙨 ; ᵗᵒᵐ ᵏᵃᵘˡⁱᵗᶻ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora