SEGUNDA PARTE

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— Pagarás muy caro todas tus travesuras

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— Pagarás muy caro todas tus travesuras.

Su cuerpo fue bruscamente presionado contra el escritorio. Su espalda chocaba con este y sus labios fueron atacados por los contrarios.

Posó sus manos en el cuello de la mayor instintivamente, apenas podía respirar debido a los besos que no tenían fin y a la excitación que sentía en ese momento.

Samantha levantó la falda de la estudiante, bajando y metiendo sus manos en la parte trasera de su braga.

Abril se limitaba a jadear y de vez en cuando giraba su cabeza a ver hacia la puerta, esperando que nadie entre por esta. De ser así, la mayor sería llevada a los juzgados y ella no quería eso para su más grande amor platónico.

Relamió sus labios y reprimió un gemido cuando Rivera amasó su trasero a su antojo, aprovechando que la menor había arqueado su cuello para dejar besos y pequeñas marcas de tonalidades púrpuras y rojizas en este.

Samantha amaba sentirla tan pequeña y vulnerable debajo suyo. Disfrutaba el que sea tan bajita y delgada, la curvatura que se formaba en su cintura y en su espalda baja, eran sin duda alguna las cosas que más le fascinaban del cuerpo de infarto de la estudiante.

— Siéntate —Dictaminó la baja, posando sus pequeñas y ágiles manos en su pecho y empujándola levemente.

Samantha abrió su boca para articular una palabra con un semblante confuso en su rostro. Se sorprendió al ser su cuerpo impulsado hacia atrás, cayendo sentada con los pantalones y ropa interior muy por debajo de sus rodillas.

La estudiante la inspeccionó de pies a cabeza, con un dedo sobre sus labios y una mueca burlona. Amaba tener el control, y no permitiría que la mayor la tuviera, al menos no en ese momento.

— ¿Qué crees que haces? —Cuestionó, su semblante serio. No le gustaba en absoluto que Abril este jugando con ella, cuando corrían el riesgo de ser descubiertas.

— Yo seré la que tome el control de la situación desde ahora —Se sentó en su regazo, con las piernas abiertas y tomo de los brazos de su acompañante hasta ponerlos detrás de la silla. Se quitó la corbata que llevaba puesta, y uso el típico nudo que estaba acostumbrada a hacer para atar las manos de la mayor.

Esbozo una sonrisa victoriosa al tener a la mayor atada, y así podría tener todo a su favor.

— Suéltame, o lo pagarás muy caro —Ordenó, removiendo sus brazos para intentar liberarse.

— No quiero —Replicó y se levantó de las piernas de la más alta. Esta última dejó atrás su intento por soltarse y presenció atentamente el pequeño show que protagonizaba su menor en esos momentos, se sacaba el uniforme con movimientos provocadores y que invitaban a Samantha a recorrer con sus manos aquel cuerpo al que tanto quería besar y marcar.

Chasqueó la lengua cuando la más baja se inclinó sobre el escritorio, exponiendo su trasero y dejando una muy buena vista de su entrada. Sin resistirlo mordió su labio inferior, desesperada por adentrarse en aquella cavidad.

❝𝐌𝐒. 𝐑𝐢𝐯𝐞𝐫𝐚❞ 𝚁𝚒𝚟𝚊𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora