Cap. 1 "Regreso"

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La luz del día ya estaba, aunque eso no implicaba que el sol saldría. En ese lado de la ciudad no alumbraba la luz del sol, quizá tendría prohibido iluminar aquel diablo que caminaba por las calles como el rey del inframundo.

Desde su vuelta de la guerra, en donde se conocieron, ella en lo que primero que pensó al verlo hacerse cargo de familia, fue que era como una bala. Fría, resistente e impenetrable como el hierro fundido de la munición. Peligroso, impulsivo justo como la pólvora en su interior. E infundía terror justo como lo hacía al apuntarte con una pistola en medio de la frente.

Justo como ella se conoció con él. No eran las mejores en las cartas de presentación. Ella había escuchado de que un tren con todos los soldados sobrevivientes llegaría al medio día. Tanto Polly como Ada y Finn estaban tan ansiosos que al ella ofrecerse a cuidar el lugar, la casa y todo lo que en ella había, aceptaron sin dudarlo.

Vio pasar por las ventanas del lugar de apuestas a cientos de mujeres con niños caminando a su lado rumbo a la estación de tren. Quizá ella también iría si no lo hubiese visto a él en sus sueños, sino hubiera presenciado noches eternas donde soñaba o quizá veía como su padre con la pistola metida en la boca, acababa con su vida.

Las horas pasaban al igual que las monedas transcurrían por sus dedos, con agilidad de quien hace muchas tareas manuales.

Durante el tiempo que estuvo con Polly, siempre escuchó a Ada y a Finn hablar sobre sus hermanos, sus grandes hermanos y sobrinos que habían arriesgado su vida para luchar por el rey y por la paz. Irónico que para buscar la paz, se deba hacer la guerra, pero quién era ella para cuestionar los métodos de los que están arriba, con el dinero suficiente como para no preocuparse de qué comerán o qué tendrían que hacer para comer algo al día siguiente... de todos modos ellos no van a la guerra.

La llave en la cerradura se escuchó causando que ella levante la mirada, al mismo tiempo que un hombre, de ojos claros, piel magullada, cabello castaño y un bigote remarcando sus facciones, ingresaba a su casa con el pequeño Finn siguiéndolo y mirándolo como un ídolo; hablando sin preocupaciones. Detrás de él ingresó una cara conocida, Ada. Quien con una sonrisa imposible de describir no despegaba los ojos de sus hermanos.

Seguido ingresó un segundo hermano, con Polly del brazo, con los ojos característicos de los Shelby, rasgos duros, se notaba una mirada típica de aquellos que aún no creen que estar en ese lugar sea verdad. Esa actitud y esa mirada la recordaba siempre en su papá cuando volvía de alguna guerrilla y no se animaba a tocar a sus hijos por miedo a que desaparecieran al igual que en sus sueños.

Un tercer hermano, más joven que los anteriores, ingresó finalizando la caravana Shelby con todos los pequeños de la familia, sus hijos, aquellos a los que cuidaba desde que Polly la encontró. Este tenía en sí una cara de dolor, una cara que expresaba que por más que estaba contento de estar allí, no estaba feliz. Sus ojos estaban rotos y sus manos expresan una clara confusión de quién sostenía a quién. Quizá sus pequeños lo sostenían y no él a ellos.

No pasaron ni dos minutos, Finn fue hacia ella con la sonrisa más grande que jamás le había visto al niño desde que lo conoció.

- Arthur, mira es ella de quién te hablaba. Victoria.

Con el finalizar de esas palabras, la atención de los nuevos rostros, estaban puestos en ella. Todos con la típica frialdad postguerra. Arthur, la miraba de arriba a abajo. Desarmándola, como quien desarma y arma una bomba. Thomas estaba estático, no había sentido la presencia de alguien más en el cuarto, la miró como un objetivo, la miró detenidamente, sin respirar como aguardando cualquier movimiento de ella para soltar el disparo. Por otro lado, Jonh estaba un poco más pedido en sus pensamientos con una mirada vacía, pero igual analítica.

Pólvora. [Peaky Blinders] (PAUSADA/EN CORRECIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora