La historia real del megalodon

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Mi abuela Melisa tenía 1.200 años de edad, su gran valor calórico la dejaron sobrevivir a los climas y condiciones más extremos jamás vistos. Su cuerpo superaba los 15 metros de alto y 30 de acho. Aunque no lo pareciera era nadadora olímpica y también se dedicaba a la jardinería.
Esta historia se sitúa en las islas Canarias hace ya mucho tiempo, en los tiempos mozuelos de mi bisiesta abuela.
Mi abuela, al terminar su carrera de nadadora olímpica profesional y jardinera, decidió que ese mismo verano gozaría unas vacaciones en las islas Canarias. Así que, con su enorme masa corporal, juntó sus brazos y nadó, en sus brazos sujetando todas sus pertenencias, es más, me contaron que más que sus pertenencias, allí podría haberse ubicado su edificio entero, ya que con la cantidad de aceite que rebosaba sobre su piel grasa podía conseguir que su cuerpo se alzase incluso un centímetro por encima del nivel del mar.
Con que mi abuela se fue a las islas Canarias unas semanas, sin embargo, el problema entró cuando quiso darse un chapuzón. La gorda de mi abuela se arrojó desde una montaña hasta el mar, provocando el hundimiento del Titanic y todos los tsunamis que han ido habiendo en Japón. Se subestimó a ella misma, ya que no sabía que era una reinona y ella podía con todo, literalmente. Así que cuando se sumergió, no fue fácil salir, una vez dentro del agua su cuerpo fue hundiéndose cada vez más y con más fuerza. Era como si el núcleo de la tierra quisiera consumirla y así doblar su tamaño. Se sumergió y se sumergió hasta la parte más profunda del océano, no podía subir por ella misma una vez que estaba bajando, sólo la quedaba esperar hasta tocar fondo (muy) duro y desde ahí propulsarse para arriba con sus descomunales piernas de gigante favorecido. Así que eso es lo que hizo; esperar.
Mi abuela cayó como un torpedo sobre la capa más compacta del orbe al que denominamos como tierra, provocando la separación de las placas tectónicas desaciendo Pangea. Luego sus descomunales piernas colapsaron entre ellas y se doblaron bruscamente para llegar de un salto a la superficie.
A mi abuela, siendo la puta gorda que es, esto le provocó mucha hambre y de camino se zampó uno o dos tiburones ballena, cosa que significaría un gran problema más adelante.
Mi abuela se quedó con ganas de más y se volvió a sumergir, pero esta vez, para llegar antes, decidió escalar hasta la punta del Teide para echarse un buen chapuzón. Fue el graso error de no contar con su obesidad exageradamente mórbida lo que se la llevó, de forma muy poco discreta, a la tumba.
Mi abuela aterrizó rápidamente sobre un bañista, causándole de forma inmediata escoliosis mortal, lo que le llevó inevitablemente a la muerte. Mi abuela, por otro lado, no tuvo la misma suerte. Ella se llevó al bañista por delante y siguió bajando muy aceleradamente, tanto que, cuando bajó, embistió tan ferozmente el fondo del océano que explotó dejando sólo sus huesos.
Muchos años después, encontraron los restos de mi difunta abuela y la confundieron con algo a lo que llaman megalodon, así que técnicamente puedo decir oficialmente que la puta gorda de mi abuela es un megalodon.

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