el rostro de mi esposo

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Ella amaba a su esposo más que a nada. Lo adoraba, el era su alma gemela, su luz, era su todo. Ella era tan feliz con el, sus días siempre eran coloridos y felices a su lado, solo le bastaba verlo sonreír para alejar todo el mal humor que podría tener. June se juro que no habría ninguna otra persona más que el en toda su vida.

¿Entonces porque estaba arrodillada, desnuda mientras tenía en su boca el pene de "otro
hombre"?.

...

June apoyo sus manos en los muslos masculinos tratando de buscar un soporte, no obstante el hombre no se lo permitió, agarro sus muñecas y con voz gélida le ordenó entre suspiros:

—ya te lo dije linda, sin tocar. —la voz gruesa y familiar resonó en los oídos de june, siendo uno de los sentidos que tenía más agudizados en ese momento porque una venda negra cubría sus ojos. Sin embargo está venda no le impidió a sus ojos soltar algunas lágrimas; cada que el hablaba, cada que lo veía, sentía ganas de llorar pues la apariencia de esa cosa que decía ser un espíritu, era la misma que la de su amado esposo. Su cabello, su rostro, su altura, su cuerpo, hasta su maldito pene era exactamente igual. Lo único que la hacía diferenciar a su esposo de esa horrible criatura era su tono de piel, sus ojos y por supuesto, su personalidad.

Mientras que Charles, su esposo; tenía una piel blanca y pulcra, unos ojos azules encantadores que la hacían ver el cielo cada que la miraba, y por su puesto un cabello rubio brillante y sedoso. Pero esa no era la mejor parte de Charles, su mejor atributo era su personalidad amable y encantadora, el siempre era muy atento con ella, llenandola de regalos, dándole mimos y recordándole siempre cuánto la amaba. El era el hombre perfecto y por su puesto el hombre de sus sueños.

El espectro que follaba su garganta en ese instante por otro lado...

A pesar de que su físico era literalmente el mismo que el Charles, tenía ciertas diferencias notables. Su piel era gris y pálida como la de un muerto, sus ojos en vez de ser de un bonito azul celeste, eran completamente grises con un extraño iris dorado, su cabello no era tan brillante como el se si esposo, al contrario, era muy opaco, sin brillo. Pero lo que lo hacía muchísimo peor era su personalidad. Esa persona que alegaba por lógica ser su marido era muy diferente a el. Era extrañamente inquietante, la miraba como si quisiera devorarla y no se molestaba dejarlo solo hasta ahí, ella podía sentirlo, cuando el agarraba sus piernas, cuando metía su mano por debajo de su falda, como la abrazaba cuando ella fingía dormir. Todas esas acciones hubieran estado completamente bien si ella sintiera que ese espectro realmente era su marido, cosa que hubiera creído ser verdad si no hubiera presenciado la personalidad aterradora que tenía ese ser. Desde empujar a sus compañeros de trabajo por las escaleras, hasta acosarla activamente en lo que fuera que hiciese. También era demasiado tosco con las palabras, muy directo y sin filtros pero no de la forma agradable. Sus comentarios se basaban en "eres mía", "te guste o no, estoy aquí y me perteneces", "si veo a algún insecto cerca de ti, no dudaré en matarlo". June estaba aterrorizada, ese comportamiento nunca vendría por parte de su marido. El era una persona cariñosa, atenta, y siempre confiaba en ella, la animaba a socializar y salir de su zona de confort mientras que ese mounstro la aislaba solo para el.

Le tenía miedo, tanto que su lengua recorría con entusiasmo su pene desde la base hasta la punta, tanto que lo chupaba y lo metía hasta donde podía en su boca. Tanto, que incluso se sentía horrible por saber que esa situación le gustaba, tal vez era porque trataba de imaginar que ese realmente era su esposo, pero el hombre no le facilitaba el trabajo. En vez de agarrar su cabello gentilmente para poder empujar con suavidad y cuidado su cabeza para que su miembro penetrara su garganta en un movimiento constante y dulce; el espectro sostenía su cabello con fuerza, jalandola hacia atrás para subir su rostro y poder verla a la cara mientras ella atendía con entusiasmo su miembro. En uno de los jalones leves que le daba a su cabello negro, Charles desató la cinta negra que bloqueaba la vista, dejando ver sus ojos llorosos y nublados por el placer.

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