Alex

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Él, con su camisa negra y su cabello peinado hacia atrás. Yo, quieta y sola en un rincón, con mi corto vestido blanco con mangas abullonadas. La fiesta se me hacía aburrida, pero yo solo podía pensar en una cosa.

Su rostro perfilado, con bellas facciones marcadas y ojos color ceniza, no me miraron ni una sola vez en toda la noche. Yo, por mi parte, no podía despegar mis ojos de él, de Alex, a quien todos llaman por su apellido, Cohen, pero yo prefiero su nombre.

Yo agradecí que Alex no notara mi presencia. O quizás si lo hizo, solo que no me reconoce.

Terminé el contenido de mi vaso de un sorbo y lo dejé a un costado. Mi garganta quema, y los vasos anteriores que tomé me están haciendo efecto.

Caminé con seguridad hacia su dirección. No creo que me rechace, hoy me veo bastante linda. Llevo un maquillaje simple, con brillo en los labios para que se vean más apetecibles. El vestido se ajusta en mi busto y en mi cintura, y cae hacia abajo como falda de princesa. Muchos dicen que mi cara es como la de una muñeca. Forma circular, nariz respingada, labios gruesos en forma de corazón y pestañas largas y suaves. Como nunca, me siento a gusto con mi apariencia.

Me paro justo a su lado, Alex baila con una chica que parece querer lamerle los pies al chico. Apoyo mi mano sobre su hombro y él se gira en mi dirección. No está borracho, pero se encuentra cerca.
Sin decirle nada, solo mirándolo a los ojos, me acomodo el vestido resaltando mis pechos, logrando que él baje su mirada hacia ellos. Me acerco hasta estar a centímetros de su cuerpo mientras su pareja de baile protestaba, y le susurro al oído, con voz delicada y suave. Alex acepta mi petición de irnos a un lugar más tranquilo, por lo que lo tomo de la mano y lo llevo hasta el laberinto de arbustos del jardín de la gran mansión.
Le dirijo miradas seductoras cada tanto, hasta que llegamos al lugar. Nadie se encuentra aquí, estamos solos.

Acerco mi cuerpo hacia él hasta que no queda espacio entre nosotros. Él toma mi mentón con su mano y posa sus labios sobre los míos. El beso se vuelve cada vez más apasionado y comienzo a sentir calor. A los pocos segundos, puedo sentir cómo se endurece y se presiona contra mi vientre. Es justo lo que busco.
Para seguir calentándolo, empiezo a desprender su camisa hasta que sus abdominales quedan al descubierto, y él desata las tiras que sostienen mi vestido.

Coloco mis labios contra su cuello y dejo besos húmedos  por toda la zona.  Él comienza a frotarse contra mi cuerpo y suelta un pequeño gemido contra mis labios.

Justo en este momento, cuando ya tengo a Alex a mi merced, sujeto con fuerza el mango de bronce de la daga que guardo bajo el vestido y entierro la hoja con fuerza en el centro de su torso, justo donde se unen las costillas. Me separo rápidamente antes de mancharme con su sangre, arrastrando conmigo la daga. Disfruto ver sus confundidos ojos llorosos y la sangre esparciéndose por todo su cuerpo. Veo como la vida va dejando su cuerpo poco a poco, y me siento satisfecha.

Puede que él no me recuerde, pero yo sí recuerdo el miedo, el dolor, la vergüenza, y la repugnancia que sentí cuando, luego de follarme en contra de mi voluntad y molerme a golpes, dejara mi cuerpo sin vida, abandonado por debajo de la tierra, como si no fuera de valor, como si no importara, como si no tuviera personas que me amaban y una familia que me esperaba en casa para la cena.

Él se merece lo que le pasó y yo merecía mi venganza.

𝘈𝘭𝘦𝘹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora