Capítulo 8

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Ojos grises

Atenea Morelli

"Me excita su mal humor y por lo visto siguen sin darle sexo del bueno."

Esas palabras replican en mi mente una y otra vez, desde que hablé con Alonso no dejó de pensar en sus palabras, como tampoco en el efecto que han ocasionado en mí. Llevo puesto un traje de diamantes azules que resaltan mi piel, es un traje que deja mucho a la imaginación, cubre mis pezones y la zona de mi feminidad, la otra tela es color piel, pero da flexibilidad para poder bailar.

Tocan la puerta suavemente, por el toque sé que debe ser uno de mis hombres, me acerco a la puerta y abro la puerta, uno de mis hombres es quien aparece en mi campo de visión, este tiene un auricular con el que se comunica con mis demás hombres.

― Todo se encuentra listo.― mira mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza, lo veo tragar lentamente.― El señor que ha citado se encuentra a la espera de usted.

Los nervios se me ponen de punta con solo pensar que Alonso me está esperando, ya me encuentro lo suficientemente lista, pero desde la primera vez que lo vi, él estremece algo en mi interior.

― Gracias por venir a avisarme, en un minuto estaré con el señor.― asiente y cierro la puerta para terminar con los últimos retoques.

Coloco una crema de brillos, la cual humecta mi piel, pero también resalta con sus brillos donde sea que la haya aplicado, la aplico alrededor de mis senos, mis glúteos y abdomen.

Pienso bailar esta noche solo para él, volverlo loco por mí, es lo que me gusta hacer con los hombres, que pierdan la cabeza por mí, Alonso no será la excepción, pienso provocarlo hasta verlo al borde de la locura, no sabe lo que le espera esta noche.

*           *            *

Saúl Di Marco

El club está vacío, no esperaba encontrarlo de ese modo, ya que aunque sea mitad de la semana este lugar siempre se encuentra repleto de personas, un camarero ya me ha servido dos vasos de vodka, todo mientras espero a la viuda, estoy en la misma mesa que la otra vez, en el centro y frente al escenario.

Las luces se apagan y una luz de color rojo se detiene en el medio, el telón se abre justo donde se encuentra la luz roja, la silueta de la viuda es lo único que mis ojos captan con concentración, tiene un traje de diamantes, este es más atrevido que la otra vez, los diamantes cubren sus pezones, como también su feminidad.

Sus piernas son cubiertas por la tela del traje, con la diferencia de que la tela se pierde en su piel, esta aprieta sus glúteos manteniendo todo en su lugar. Una canción sensual resuena en todo el club, camina con unos tacones altos, hasta acercarse al tubo, enreda el tubo con sus piernas.

¡Mierda y más mierda!

Con solo ver esos movimientos y esos ¡Malditos zapatos! Siento como mi miembro cobra vida, abre sus piernas y mira hacia mi dirección, con el tubo en medio de sus piernas, sube y baja sus caderas, el tubo roza su feminidad, muerde sus labios con cada movimiento, como si sintiera placer al hacerlo.

Medusa habla de puntualidad, pero resulta ser que ella es el significado de la impuntualidad.

Se levanta del suelo y sube al tubo, cuando está arriba cae con las piernas hacia arriba y su cabeza hacia abajo, abre las piernas cuando se encuentra a mitad del tubo, sus senos se ven apetecibles desde esa postura, siento mi miembro reventar, me remuevo con incomodidad en mi asiento.

Suelta el tubo y camina hacia la orilla del escenario, toma asiento y abre sus piernas frente a mí, siento como una capa fina de sudor corre por mi frente, no entiendo el motivo de mi sudor, pues el aire acondicionado se encuentra a todo volumen. Muerde sus labios sin dejar de verme, sus manos descienden por todo su cuerpo, se detienen al inicio de sus muslos.

Sostengo el vaso de vodka, me tomo todo el líquido de golpe, siento como baja por mi garganta quemando cada parte de ella. Termina de deleitarme con su sensual o más bien erótico baile hasta que la música se detiene, la música se detiene, ella camina hasta mi mesa y toma asiento al otro extremo.

― Buenas noches, señor Di Marco.― sus labios se mueven lentamente, yo solo puedo pensar en tener su boca lamiendo y chupando mi erecto y rebelde miembro.

Aclaro mi garganta antes de responderle, dejo el vaso sobre la mesa, tomo la botella de vodka y el vaso limpio para servirle un trago a la viuda.

― ¿Toma vodka o desea algo diferente?― no sirvo el líquido en espera de su respuesta.

― Vodka está bien, es bueno variar.― cruza sus piernas, no puedo evitar mirarlas.

¡Maldita medusa! Sabe lo que ocasiona en los hombres, por eso lo usa a su favor.

― Habla usted de puntualidad, pero por lo visto no conoce el concepto de esa palabra.― sirvo en su vaso y le extiendo el vaso.

― El motivo de mi atraso fue para preparar esta presentación y recibirlo como merece.― juega con el vaso en sus labios, hace movimientos con su lengua para provocarme, sé que es así.

Si quiere jugar, le enseñaré como hacerlo.

― Me halaga saber que toda esa presentación fue preparada para mí.― recuesto mi espalda de la cómoda silla.― Se ve hermosa esta noche.― la desnudo con la mirada, ella lo siente y se remueve incómoda en su asiento.

― Entonces.― aclara su garganta.― ¿Para qué deseaba verme?

― Seré directo.― sirvo más vodka en mi vaso.― Deseo romperte el coño toda la noche.― dejo la botella sobre la mesa y tomo un trago.

La veo removerse incómoda en su asiento, cruza sus piernas y por varios segundos las mantiene apretada.

― Usted es un atrevido.― sostiene su vaso y me sostiene la mirada.

― Eso ya me lo ha dicho.― le extiendo un sobre blanco, el cual contiene los resultados de unos exámenes médicos que me he realizado.― Soy un hombre cuidadoso, por si ese es tu temor.

Toma el sobre, me mira por varios segundos hasta que decide ver lo que contiene, lee detenidamente, vuelve a meter los papeles una vez que termina y me extiende el sobre nuevamente.

― No me conoce, no sabe si estoy enferma.― intenta poner eso como defensa.

― Sé que no lo estás, busca otro argumento.― guardo el sobre otra vez en el lugar que se encontraba.

― ¿Sexo? ¿Eso es lo que desea?― pregunta atónita.

― Así es, solo sexo.― muerdo mis labios.

― Está bien.― responde sin más, pensé que pondría resistencia, pero hace todo lo opuesto.

Se levanta y toma su vaso, camina hacia la barra, habla algo con el barman y la veo perderse en el pasillo que conecta a su camerino, la sigo, se da cuenta de que lo hago, no dice nada, sigue caminando hasta detenerse en la puerta de su camerino, la abre, entra, hago lo mismo que ella y cierro la puerta detrás de mí.

Sé que desde el primer momento está intentando jugar conmigo o más bien con mi mente, lo que no sabe es que yo soy un maestro en el juego de seducción y una vez que aceptan estar en mi cama no acepto juegos, ni perdida de tiempo.

Mi querida medusa no sabe lo que le espera.

Sed de poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora