única parte

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La noche cae sobre la vida tan pronto como el sol se despide en el horizonte del atardecer. Las estrellas inundan la extensión del cielo, pequeños faroles en la distancia que iluminan la negrura de un valle vasto de constelaciones y lunares que salpican una galaxia completa. La luna se mantiene en lo más alto de la existencia, ocupando el trono que la estrella más grande del sistema solar le ha otorgado para su complacencia, y la brisa otoñal revolotea por los derredores de un exterior que permanece despierto a pesar de la hora tan tardía.

Hoseok termina de cerrar la puerta del estudio de baile con un suspiro de por medio. Su entrecejo se pliega en un gesto de concentración mientras ingresa la clave de cuatro dígitos que activa la alarma de seguridad, y un bostezo le cruza por la boca y lo cuaja justo antes de emprender su camino hacia la parada de autobús más cercana.

Se guarda las manos dentro de los bolsillos de la sudadera, refugiándose en un encogimiento de hombros dentro de la calidez de su abrigo y el sigilo de la noche. La cabeza le pesa toneladas al igual que los músculos, y las suelas de sus zapatos se arrastran en el asfalto en su incapacidad por levantar los pies apropiadamente para caminar.

Está exhausto, esa es la verdad. Más que eso, se atrevería a remarcar cuando se siente el entumecimiento en los músculos de la espalda y los que conforman la parte trasera de sus piernas. Necesita un descanso de veinticuatro horas corridas, sin pausas para comida ni bebidas, sin interrupciones para ir al baño o por causa del desajuste de su horario de sueño.

Serían veinticuatro horas de inconsciencia corrida a las que le sucederían un delicioso baño de agua tibia que le ayude a deshacerse de los nudos que se agarrotan en la proximidad de sus omóplatos traseros, la parte más baja de su espalda y los costados de su agotado cuerpo.

Necesita, también, un buen masaje que le estire los ligamentos de la anatomía, y ya que está sumergido en esa inmensa fantasía de querer y no saber si llegará a recibir; probablemente también esté requiriendo de un centenar de besos provenientes del muchacho que está esperando por él a segundos en ese lugar al que pueden llamar hogar.

No se los negaría. Hoseok sabe a ciencia cierta que si le pidiera a su novio un millón de besos, este no haría más que refunfuñar de vergüenza y contar cada vez que la esponjosidad de sus labios hiciera contacto con su piel. El mero pensamiento lo pone contento y lo hace sonreír por debajo de su refugio enfurruñado, pero una mueca ligera de consternación termina abriéndose paso entre sus facciones cuando se pregunta qué estará haciendo dentro de su oscurecida eternidad.

¿Estará cuestionándose su paradero tras haber solicitado la hora a las paredes?, ¿lo echará de menos tanto como el mismo Hoseok lo estuvo haciendo durante los ensayos y todo el día?

Lo mantuvo en su mente en todo momento, en especial en esos minutos de descanso fugaz para tomar agua o ir al baño. Fueron pausas que le parecieron eternas, pero que le permitieron llenarse la cabeza de añoranza y pinceladas gordas de una nostalgia que no sabía que podía albergar aún después de esos años de relación que cuentan en sus calendarios.

No obstante, para Hoseok no es particularmente absurdo extrañarlo así de tanto. No se trata de nada nuevo, tampoco, pues Yoongi gobierna el noventa por ciento de sus pensamientos, dejando un diez por ciento restante de pura gracia en la que puede pensar en sí mismo, en su carrera como bailarín y su vida en conjunto con su Hyung.

Asimismo, guarda gramos parte de su amor en esa cifra tan recurrida. Un amor que quiere ocupar todos los rincones de su materia gris, que pretende gobernar todas las esquinas de su caja de recuerdos, allí donde Yoongi todavía conserva sus cinco sentidos y nunca sufrió ese accidente que lo condenó a la penumbra a la que todavía tienen que acostumbrarse.

Intimate ✿ sope au! | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora