El Baile que nos Unió

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Le gustaba desde hacía años; casi desde que la conoció cuando eran niños. Siempre se sintió atraído por ella, pero debido a su timidez y poca confianza en sí mismo, jamás le confesó sus sentimientos.

En especial cuando notó que ella estaba enamorada de su otro yo, el espíritu que habitaba dentro del rompecabezas del milenio que, durante muchos años, estuvo con él ya sea como piezas sueltas o armado y colgado en su cuello.

Pronto ella se iría a EEUU para realizar su sueño de convertirse en bailarina profesional y no la vería más. Al menos pasaría mucho tiempo antes de volver a salir con ella a comer, a pasear por la ciudad o a platicar de temas que sólo ellos entienden.

Mirando por su ventana las estrellas del cielo, sentado frente a su escritorio con los codos sobre el escritorio y apoyando el rostro en sus manos juntas.

Un sentimiento de tristeza y nostalgia acongojaba su alma ante la idea de perder a su mejor amiga y primer amor.

-Anzu...

Pudo ver la cara de ella reflejada en el cielo estrellado como una visión de sus memorias que tenía sobre ella.

-No sé cuando te volveré a ver cuando te hayas ido.

Sintió un nudo en su garganta, junto con su voz quebradiza al hablar para sí mismo, y unas lágrimas se derramaron de sus ojos amatistas.

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Su habitación estaba hecha un desastre al tener todas sus cosas desacomodadas para volverlas a acomodar en cajas y maletas. Era la rutina que estaba llevando desde hacía días cuando programó la fecha de su partida para cumplir su sueño de ser bailarina.

Se iría en una semana, así que debía terminar de organizar qué cosas se quedarían, cuales se llevarían con ella y cuales ya no volvería a usar para venderlas en venta de garaje y páginas en internet, así tendría más dinero para su viaje.

Ya había vendido muchas de sus cosas mientras que otras estaban guardadas en cajas ya que pensaba conservarlas para cuando volviera, aunque aún era incierto su regreso.

Con cansancio por sus actividades de limpieza, sacar, guardar, volver a meter, acomodar, tirar y juntar, Anzu se sentó frente a su mesa de noche dejándose caer en ella al reposar su cabeza sobre sus brazos cruzados y lanzando suspiros con aire fatigoso.

-Esto de mudarse no es nada fácil.

Mientras sacaba bocanadas de aire con la fatiga reflejaba en su lenguaje corporal, su mente la llevó a meditar sobre el futuro que tendría en el extranjero.

Siempre soñó con estar en Nueva York y bailar allí, sin embargo, cumplir ese sueño implicaría dejar todo lo que conocía. Incluyendo a sus amigos con los que había vivido muchas aventuras como para escribir una novela.

No vería a Joey otra vez cometiendo errores y haciendo tonterías, a Tristan defendiéndolos y cuidándolos todo el tiempo cuando un peligro se aproximara.

Pero, sobre todo, no vería a su querido Yugi, su amigo de la infancia y con el que siempre tuvo una conexión especial.

Al comprender eso, el corazón de Anzu se comprimió por dentro al darse cuenta que pasarían años, si es que volvía a Japón, para ver a Yugi de nuevo. Su sonrisa tierna, su dulzura, su personalidad cálida y a la vez apasiona que caracterizaba a su amigo, su cabellera tricolor que lo hacía destacar en medio de una multitud y diferenciarlo cuando lo encontraba en las calles al caminar sola hacia su casa.

Se irguió en su asiento, mirando fijamente la mesita de estar vacía, apoderándose de ella un sentimiento de pérdida que no había experimentado antes.

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