𝐒abrina y Matt habían sido amigos desde siempre. Sabrina siempre fue como una hermana pequeña para los tres hermanos.
𝐌att y Sabrina siempre habían tenido una conexión especial, pero tenían miedo de intentar algo que en el fondo ambos querían por...
Sabrina se encontraba en su habitación, escuchando música y estudiando para sus exámenes en la universidad, cuando el sonido de su móvil la desconcentra. Era Matt. La chica coge el móvil y contesta a la llamada — Adivina donde estoy... — fue lo primero que le oyó decir a Matt a través del móvil, tenia un tono divertido, podía escuchar como, al decir eso, una sonrisa se asomaba en sus labios.
— No lo sé... ¿Yougurtland? — preguntó en broma la chica, ambos rieron antes de que Sabrina se percatara de que Matt había colgado la llamada, suspiró y siguió estudiando. Pero antes de poder abrir el libro nuevamente se escucharon toques de puerta.
La chica bajó a la puerta principal, abrió la puerta y lo vió. Era Matt, tenía una sonrisa tan dulce y un ramo de flores en la mano, cosa que hizo el corazón de la chica derretirse.
— Sorpresa — dijo Matt, tendiéndole las flores, sus favoritas, en la mano
—Las traje para ti, feliz San Valentín, Brina. — con una enorme sonrisa, Sabrina cogió las flores y abrazó el ramo, oliendo el delicioso aroma de flores frescas. No sabía que decir, era la primera vez que Matt le daba flores... Y siendo honesta, le encantaba. No supo como tomárselo al inicio.
— Por dios Matt, gracias gracias gracias... — agradeció la chica en tono alegre, nunca nadie le había dado sus flores favoritas, ya que pocos sabían cuales eran. Sabrina dejó a un lado el ramo para poder abrazar al chico, pasando sus brazos por su nuca, mientras que Matt posaba sus manos en la cintura de la chica. Sabrina apreciaba cada detalle de Matt, amaba lo atento que era él, lo mucho que prestaba atención a los detalles, lo amaba a él. — No sabes cuanto me gustan, Matt, En serio, gracias —
Aquel momento se sintió tan especial, el abrazo tan cálido y su corazón desbordante de amor, felicidad y euforia. Amaba como él chico provocaba tantas cosas hermosas en ella, incluso con momentos tan simples como el regalarle un ramo de flores, darle un paquete de gomitas o manejar de madrugada solos. Eran esas pequeñas cosas, esos detalles , que a vista de otros eran insignificantes, que hacían a Sabrina apreciar su amistad con Matt. Sentía que no podría disfrutar cosas así con nadie más, ya que nadie la conocía lo suficiente como él lo hacía.
