Vuelve

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A un lado de la ventana, bajo la anaranjada luz del atardecer, observando al cielo teñirse desde el celeste profundo hasta el suave rosado, se encontraba ella, Olive, mi compañera, mi mejor amiga, el amor de mi vida.
Sus ojos se cerraban lentamente mientras se dormía, pero su cola seguía agitándose. Su pequeña y negra nariz transpiraba por el calor, era un día de verano con altas temperaturas y brillante sol.

Sus peludas patitas blancas descansaban entre su cabeza y la alfombra de mi habitación.

Yo solo la observaba existir. Olive es mi perrita desde que tengo memoria, y nunca he tenido a alguien más especial que ella. Sin embargo, siempre me levanto de la cama temiendo a que llegue ese día, el de su partida. Ella ya tiene unos cuantos años, y no posee la misma energía que un tiempo atrás, pero todos los días lucha por seguir en esta vida.
Por eso, ese día decidí llevarla a pasear. Hace tiempo que no sale debido a que se cansa muy rápido, aunque a ella le encanta. Iríamos despacio, sin apuros, a su tiempo.

Esperé a que anocheciera para evitar que sufriera un golpe de calor. Luego, le coloqué su correa y empezamos a caminar por la ciudad. Olive estaba muy emocionada, se notaba en el rápido movimiento de su cola y en el apuro que tenía. Quería llegar a la plaza, a su lugar.

Desde muy pequeña, Olive ama la plaza. Allí se encuentra con sus amiguitos perrunos y puede descansar sobre el césped, lo cual le gusta mucho.

Después de dar unas vueltas, me senté en un bonito banco de color blanco en el medio del lugar. Ella se quedó en el césped y cerró sus ojitos para dormir.
Pasó un rato, yo me quedé leyendo hasta que nos quedamos solas en la plaza. Decidí que era tiempo de volver. Guardé mi libro y me puse de pie, esperando que Olive haga lo mismo.

Cuando vi que no había abierto sus ojos supe que algo andaba mal. Me agaché a su lado para despertarla. Coloqué mi mano sobre su cuerpo y noté que estaba más frío de lo normal.

Comencé a sacudirla suavemente pero no despertaba. Yo estaba muy asustada y las lágrimas inundaban mis ojos. Casi no me dejaban ver.

Tomé a mi perrita en los brazos y corrí hasta el veterinario más cercano.
Llegué allí en un par de minutos ya que estaba cerca, y toqué la puerta desesperadamente hasta que se abrió. Comencé a tropezarme con las palabras, explicando lo que había pasado y si se podía hacer algo.

El veterinario tomó rápidamente a Olive, la colocó en la camilla y comenzó a revisarla.

Yo pasaba mis ojos desde Olive al veterinario una y otra vez esperando una respuesta.

Al ver la cara de aflicción del hombre, y ver cómo bajaba lentamente el estetoscopio donde se debería escuchar el latido de mi perrita, el alma se me cayó a los pies. Sentí cómo me apretaban el corazón y no podía respirar. Podía sentir a mis pulmones llenándose de aire pero no era suficiente. Las lágrimas comenzaron a caer a borbotones y me arrojé sobre Olive para abrazarla y seguir llorando.

Pude sentir cómo la vida dejaba su cuerpo, junto con un pedazo de mi corazón, en donde ahora había un hueco.

No podía ser. No podía creerlo. Debía ser mentira. Olive iba a despertar y comenzaría a lamerme las lágrimas como siempre lo hacía cuando lloraba. Ladraría en forma de juego, como preguntándome qué era lo que me pasaba. Se acostaría a mi lado para acompañarme con mi dolor.
Pero no iba a poder. Porque se había ido. Y era real.

Pasó una hora de llanto, cuando el veterinario me interrumpió, diciéndome que lo sentía mucho pero que tenía que cerrar.

Me ofreció una linda caja para que pueda llevar el cuerpecito de Olive hasta mi casa y decidir qué hacer.

Una vez en mi hogar, busqué a mi madre y lloré junto a ella un rato más. Al día siguiente decidimos que lo mejor sería enterrarla y hacerle un pequeño funeral para honrarla.

Todos los días siguientes me mantuve encerrada en mi casa. Me sentía tan mal. Observaba la alfombra de mi habitación. Aún tenía pelos blancos de ella.

Me puse a recordar todos los momentos con mi compañera y lloré un rato más. Esto era así. Nunca dejaría de extrañarla, pero con el tiempo, el dolor iría desapareciendo. Y así fue.

Unos meses más tarde, mis amigos me regalaron una nueva perrita. Con pelo negro y peludo. Era una cosita muy pequeña y tierna y amé a mis amigos por el regalo.

Una vez que estuve sola en casa, jugando con Winnie, las lágrimas empezaron a caer nuevamente por recordar a Olive. La extrañaba muchísimo. Y entonces, pasó algo que me dejó perpleja.
Mi nueva perrita se acercó a mi rostro y empezó a lamerlo por todos lados, saboreando las lágrimas. Solté una risa entre el llanto. Winnie se puso a ladrar de forma juguetona y yo me reí aún más mientras las lágrimas seguían brotando de mis ojos.

Es muy probable que haya sido una coincidencia, eso me dicen las personas, pero yo creo sinceramente que dentro de mi actual compañera, se encuentra el alma y el amor de Olive. Yo creo que ella decidió volver, y vivir de nuevo una vida junto a mí y mi familia. Hasta el día de hoy puedo afirmar que en Winnie, siento la esencia pura de Olive. Y no podría estar más agradecida.

𝑉𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora