|Veintiocho|

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River solo pudo observar la foto conmemorativa de su compañero, incapaz de mirar el ataúd. Aún se sentía irreal.

—Riv.—La voz de Cole sonó suavemente.

River desvió su mirada hacia él. Cole le miraba con pena y, aunque en otras circunstancias le hubiera gustado que expresase más sentimientos que no fueran aburrimiento o asco, eso le molestó.

No quería lástima. Quería respuestas y que se acabase todo.

—Déjame solo, Myers.—No le importó cómo de frío y seco salió de su boca. En ese momento, no estaba de humor para tratar a todos con delicadeza. Sabía que no era culpa suya, pero no le debía nada a nadie. Él tenía derecho a sentirse molesto y frustrado.

Era humano y se le permitía no siempre sonreír.

—Me temo que eso no va a ser posible.—Los ojos de Cole ahora le miraban con firmeza, como si le desafiara.

River sonrió levemente. Cole era imposible. Siempre hacía lo que quería. River no podía debatir o cambiarlo, Cole era así y eso le hizo sonreír. Después de todo, ese hombre le encantaba, odioso o no.

—Quiero acompañarte. No quiero que estés solo.—Cole siguió hablando.

River observó a la familia de Roverz llorar cerca del ataúd. Camons hablándoles y, seguramente, diciéndoles lo increíble que fue como soldado.

River sabía cómo era el procedimiento.

Había vivido aquello demasiadas veces.

Se preguntaba...Si algún día su familia viviría eso.

Los pensamientos de culpa y egoísmo se hicieron presentes. Sabía que aquel trabajo era arriesgado y tenía a su familia preocupados siempre que iba a alguna misión y de pronto, después de años, se cuestionó seriamente el dejar esa vida.

—¿Nuevamente quieres ganar puntos con él?—Ni siquiera sabía qué estaba diciendo, demasiado molesto con sus pensamientos. Cole y Dante no tenían nada.—Puedo cuidarme solo, te lo he dicho infinidad de veces.

River se sobresaltó levemente cuando una mano cálida le agarró la suya. Sus ojos se dirigieron a su extremidad: Cole le había agarrado la mano y las había entrelazado.

El rubio le miró sin comprender. Sin embargo, Cole le miró suavemente y con una sonrisa pequeña.

—No.—Le respondió.—No me importa lo que piense Camons o los demás. Simplemente quiero que no te sientas solo, que sepas que tienes a alguien en quien confiar y apoyarte. 

River le apretó la mano con delicadeza para comprobar que era real. De alguna manera fue reconfortante.

—¿Puedo confiar en ti?—Soltó y no tenía idea de a qué se refería exactamente.

¿Puedes prometer no lastimarme?

Cole levantó su otra mano y la puso sobre la mejilla del hombre.

—Sabes que sí.—Le dijo con dulzura y River internamente se derritió. Le quería mal.

River tiró de Cole y le abrazó sin soltar su mano. El calor, el olor y la cercanía de Cole se sentían gratificantes. Podría quedarse así siempre.

Último sentimiento (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora