Las 20 canicas

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Habían pasado gran parte de las pruebas con victorias y llegaron sanos al cuarto día, que el rizado denominó como su infierno, tanto para él como para el argentino que sujetaba fuertemente su mano. Se repetían varias veces el camino hacia la nueva locación, el porque estaban aquí, el porque ambos habían terminado aquí. Deudas, la casa casi embargada por falta de pago y la boda. Guillermo y Lionel se habían comprometido no hace más de 8 meses. Pero todas las deudas y problemas que tenían no les había permitido pensar en ella. Pero el sueño de Guille siempre sería una boda grande y lujosa para su chaparrito, una boda como de un rey, como él se merece. Por el lado de Lionel, fue abordado. Recién había empeñado su anillo de compromiso para conseguir dinero para la comida y pagar parte de la gran deuda de la casa. Un señor elegante se le acercó le invitó  jugar. No se esperaba que encontrara a su prometido también allí, vistiendo la camisa número trece y él la diez.

-¿Crees que todo esté bien? -dijo Lionel sin soltar la mano de su amado, pero sin mirarle a los ojos

-Mientras confíes en mí, pasaremos a la siguiente ronda -sonrió el más alto, dándole confianza al argentino, quien solo se limitó a sonreír y darse ánimos.


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Al otro lado de ese set se encontraba un joven que no pasaba de los veinticinco años, mirando atentamente a su compañero. Las razones por las que ambos estaban ahí eran casi iguales: deudas. Pero Piero quería darle una mejor vida a Charles, quería ser el hombre que se merece el chileno. Pero a sus cortos veintitrés años, no había conseguido trabajo y Charles había sido despedido del suyo. Estaban hundidos en deudas y préstamos que no podían pagar, haciendo malabares para ver qué comer cada día. Pero eso no era vida, esa no era la vida que se habían prometido, pero el destino es caprichoso y un elegante señor lo abordó mientras recolectaba botellas para vender. Le dijo que era un prospecto perfecto para un concurso que estaban realizando y que el premio mayor eran treinta y cinco millones de dólares, que solo tenía que competir con otro grupo de personas y ganar. Para Charles también fue la misma historia, buscó trabajo desesperado, pero no había nada. Tanta fue su desesperación que se tiró a llorar en el último asiento del metro de la ciudad, donde cierto hombre que vestía elegantemente lo consoló y propuso participar en un concurso que cambiaría su vida. Aceptó, porque ¿Qué tenía que perder?.

-A veces pienso que esto es una pesadilla y en la realidad ahora estamos en casa viendo una peli, comiendo fajitas con Fioravanti -rió el chileno sentándose a lado del joven ecuatoriano, quien solo dedicó a acariciar su espalda- todo va a estar bien, ¿verdad? Pasaremos este día y estaremos más cerca del premio, ¿no? -preguntó con ilusión

-Claro, y cuando tengamos el premio, pagaremos todo y luego compraremos una linda casa, y pondremos esa cafetería que tanto deseas y tus postres serán los más cotizados en toda la ciudad -le susurró el joven con esa pulcra sonrisa blanca, hasta que un soldado rosa se acerco ello e hizo una seña para que ambos lo acompañaran. 

El concurso iba a comenzar y no sabían de qué iba a tratar, pero estaba seguro de que ambos ganarían. El soldado rosa los guió hacia una locación un poco alejada, una escenografía que les recordaba mucho a la vecindad del chavo. Al llegar al lugar, el soldado se quedó atrás de ellos, mirando atentamente a través de su máscara con triángulo grabado, a los jugadores número tres y  veinte


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-Te prometo que saldremos de esta, con tu ingenio y mi estrategia lo lograremos y ganaremos juntos -dijo un muy confiado brasileño mientras abrazaba por los hombros de un no tan confiado mexicano mirada expresiva, en cuya camisa se notaba el número catorce. ¿Cómo había terminado ahí fácil? Neymar era un apostador compulsivo, había apostado todo, incluso hasta lo inapostable, pero aún así le quedó debiendo a una mafia dos millones de dólares, dinero que obviamente no tenía; dinero que nadie le iba a prestar. Pero ahí estaba, apostando su propia vida por treinta y cinco millones de dólares.

Canicas || FIFA AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora