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Su sonrisa se mantenía estable en su rostro. La mujer azabache lo miraba con ternura desde el otro lado de la calle y le movía la mano para que se acercara a ella. El joven de 18 años le sonríe inconscientemente y cruza para reencontrase con la mujer de mediana edad.

La mano de la mujer le acaricia las suaves hebras azabaches del joven y caminan juntos por la acera, se agarran de sus brazos y vuelven a casa con paciencia.

Cualquiera que los viese envidiaría la felicidad que emanaban la madre y el hijo. Sus sonrisas constantes y sus charlas despreocupadas las pueden ver y oír cualquiera que caminen por su lado.

Aunque sus sonrisas se ven interrumpidas, la mujer azabache vacila si tomar la llamada que había estado molestando al pequeño móvil con bastante insistencia.

Le regala una última sonrisa a su pequeño gran hijo, haciéndole un ademán para que vaya a mirar alrededor y que ella le alcanzaría luego.

El joven se cohíbe entre tanta multitud. Algunos lo empujan sin intención de hacerlo y otros lo miran con mala cara. El solo se dispone a disculparse.

Se para a un costado de la acera esperando a la azabache mujer. Pero en su espera pasaron cinco, diez e incluso una hora, y la mujer nunca apareció.

La llama con insistencia pero no contesta su teléfono. El joven se negaba a dejar su lugar pensando que la mujer aparecería pronto y que no lo dejaría ahí solo. Pero la noche acechaba y él quería salir a buscarla.

Su teléfono suena por primera vez después de un tiempo, contesta de inmediato sin siquiera mirar el nombre.

Todo pasaba lento y su cuerpo amenazaba con desvanecerse. La mujer del otro lado de la línea le hablaba amable y suave, incluso con empatía.

Corrió, tanto como sus piernas le permitieron. En su cabeza se repetía que no era real y que era una confusión.

Dejó de correr cuando adelante de él se impuso un gran edificio. Un hospital.

Retomó su rápida marcha y se paró en la recepción preguntando por la mujer azabache, la joven de hebras castañas sentada del otro lado lo miro con lástima. Indicándole que la tenía que buscar en el cuarto piso.

Volvió a correr para buscarla. Sus ojos rojos y su respiración acelerada le imposibilitaba tener calma. Tomó el ascensor y presionó el botón correspondiente.

Se secaba sus lágrimas para no hacer sentir mal a su madre cuando lo viera, pero estás salían sin parar haciendo que se le nublara la vista.

Las puertas del ascensor se abrieron y el salió disparado, otra vez.

Corrió por el pasillo sin rumbo. Sus piernas flaquearon y calló al piso al leer el cartel delante sus ojos.

"Morgue"

Negaba con su cabeza incansablemente, negándose a la realidad. Un hombre con una bata blanca se paró delante de él y se posicionó a su altura, tendiendo su mano para que el azabache la tome.

Con un gran esfuerzo y con ayuda, el joven se levantó del suelo con aún lágrimas en sus ojos.

-¿A quien buscas muchacho?- preguntó el doctor con voz baja para que no retumbe en todo el lugar.

El joven mordió su labio y restregó sus manos por su cara. Miró para todos lados y trató de formular alguna frase.

- A m-mi mamá-hipo más de una vez mientras le agarraba la tela blanca al hombre- pero no está aquí, estoy seguro.-decía mientras sostenía su frente con una de sus manos.

El doctor bajo su cabeza y le asintió haciéndole saber que la mujer se encontraba ahí. El joven se tambaleaba, casi cayendo al suelo. Nuevamente, el doctor lo sostuvo y lo abrazó.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2023 ⏰

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