El principio de la tormenta y una chica misteriosa
Doy vueltas por toda la estancia mientras escucho a mis padres gritarse desde la planta alta. Las peleas son típicas entre ellos, siempre por la misma razón y terminando de la misma manera; con mi padre llorando y mi madre arrodillada a su lado arrepentida y pidiéndole perdón aunque no necesite hacerlo.
A veces en las situaciones como esta, me planteó lo mucho que me gustaría que todo fuera como antes cuando apenas era un niño y no comprendía nada de la vida y ni me interesaba hacerlo. Para esa época a lo único que mi madre se dedicaba era a mi cuidado y al de sus tan adoradas flores de jardín. Mi padre, por su parte, trabajaba en la única fábrica de comida enlatada que había en este pueblo. La mayoría de los días llegaba temprano a casa, cenábamos juntos, y terminaban el día leyéndome un cuento para dormir. Para un niño de seis años, esa es la vida perfecta.
Pero mi vida perfecta se comenzó a complicar a mis diez años, cuando mi padre abandono sus cariños y atenciones para dejar en su lugar cambios extremos de humor.
Al principio mi madre creía que se trataba de una leve depresión por la mala situación económica por la que estábamos en ese entonces, incluso algunas vecinas llegaron a insinuar que mi padre abusaba de alcohol y drogas; pero esta idea fue descartada cuando comenzó a experimentar episodios maniacos. Mi madre sumamente preocupada por sus actitudes termino convenciéndolo para que fuera al médico por un diagnóstico.
Después de meses de observación y diagnósticos equívocos, el doctor Richard dio su veredicto final, trastorno bipolar tipo I.
Obviamente la familia y mi madre quedaron devastados cuando se enteraron de la enfermedad que mi papa sufría.
Para cuando tenía doce años mi padre ya había perdido su empleo en la fábrica y mi madre había abandonado las flores para comenzar a trabajar diecinueve horas diarias para pagar las medicinas y mantener a la familia en una situación económica medio decente. Aunque me atrevería a decir que a pesar de todo las cosas todavía no iban tan mal, al menos no hasta hace un año, que fue cuando las peleas comenzaron gracias al intento de suicidio fallido de mi padre.
Aunque para ser honesto, para ese punto ya todos sabíamos que eso podía pasar, pero que lo supiéramos no significaba que estuviéramos listos para ello. Fue un jueves que yo no estaba en casa y mama llegaba del trabajo, todas las luces de la casa estaban apagadas y solo se escuchaban algunos sollozos en el fondo, por lo general mi madre dejaba solo a papa para que se tranquilizara pero ese día hiso una excepción y fue hasta su habitación, tal vez era obra del destino, o de Dios de que lo encontrara segundos antes de que se diera un tiro en la cabeza con un rifle de cerrojo.
Después de este episodio cuando mi padre perdió el efecto de los sedantes mi madre dejo de verlo como su enfermo y desgraciado marido para pasar a odiarlo por sus actitudes egoístas, según ella que este enfermo no es excusa para que se tire a la desgracia y no se esfuerce ni en tomarse sus medicinas.
Yo no estoy totalmente de acuerdo con ella, pero de alguna manera logro entenderla, o intento hacerlo; cuidar a un enfermo y mantener a una familia al mismo tiempo no ha de ser fácil.
Aunque me cueste admitirlo entiendo aún más a papá, porque no puede realmente controlar lo que siente, se ha perdido a si mismo por su enfermedad. Y mi madre a veces actúa como si mi padre pudiera controlar su enfermedad.
— ¡No puedo más con esto James!- grita mi madre por última vez trayéndome a la realidad y luego se escuchan los pasos de sus pequeños pies sobre las escaleras. Me quedo pasmado en mi lugar desconcertado porque la pelea no siguió el ritmo que siempre toman sus peleas.
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Demian
RomanceDemián es introvertido y tímido. Faith es transparente y expresiva. Ambos parecen venir de mundos completamente diferentes, pero tienen algo en común, miedo. Por motivos inexplicables estos dos chicos terminan conociéndose de la manera mas extraña p...