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El jueves en Arabia Saudita, Christian le pide a Sergio verlo antes de la conferencia de prensa. El mexicano no cree que se trate de algo malo, pero no puede evitar ese extraño sentimiento de miedo. Era como ser llevado con el director en el colegio. Aunque desde sus años de instituto había pasado mucho tiempo, era el único punto de comparación que tenía. Max está sentado en una de las dos sillas cuando Checo abre la puerta.

-Muchas gracias por venir, Checo. Te estábamos esperando. -Horner coloca sus codos sobre el escritorio y se inclina ligeramente hacia el frente. Sergio se acomoda en la silla libre y mira a Verstappen. El hombre más joven está pálido, es como si toda la sangre hubiera sido drenada de su cuerpo. Max mira a Checo de reojo, y después se vuelve al otro lado, como si se escondiera.

- ¿Sucedió algo, Christian? -Checo se revuelve, ahora incómodo sobre la silla.

-Yo no soy tonto, -Christian relaja su cuerpo y ladea su cabeza para mirar a ambos hombres. Max trata de mirar a su director, pero desvía la mirada después de un par de segundos-. Quiero la verdad, somos adultos y las mentiras en esta situación solo lo empeorará. ¿Qué pasa entre ustedes dos?

Ambos pilotos se miran, como si se pidieran permiso para responder a la pregunta de Horner. Max, casi por inercia, se lleva la mano a la nuca, Sergio aprieta los puños y mira a Christian. El hombre les observa, como un águila, revisando cada una de las reacciones de sus protegidos. Checo suspira y coloca sus palmas abiertas sobre sus muslos.

-Somos destinados. -Max responde antes de que Sergio comience a contar la historia desde la primera vez que vio a Verstappen en el Paddock.

- ¿Qué? -Christian se levanta de la silla, incrédulo.

-Sí, es cierto. -Sergio continúa-. Nos dimos cuenta casi a principios de año.

-Espera, espera. Son destinados. Ustedes, dos, son destinados. -Horner los señala con un dedo acusador y se queda callado de golpe-. Imposible.

-Posible. -Dice Pérez, Verstappen asiente.

-No, imposible. Nadie tiene tanta suerte. Sabes las posibilidades.

-Sí. -Los pilotos dicen al unísono.

-No sé si es buena o mala suerte. -Max comenta, parece que se ha repuesto del susto inicial-. Pero, claramente, es suerte.

-Es muy buena, esto se puede monetizar muy bien. -Horner se calla y mira a Sergio-. ¿Estás casado verdad? No, entonces olvídalo. Es mala suerte.

-Lo lamento. -Pérez se excusa.

-Si esto hubiera pasado hace un par de años, habría sido una jugada maravillosa. El público lo iba a amar, jóvenes pilotos, compañeros, amigos, destinados. Se habrían escrito libros, grabado películas. Imagino una línea de ropa en pareja, accesorios, anillos de compromiso. -Christian se calla de golpe de nuevo, su mente trabaja más rápido de lo que puede hablar-. Y todo con la marca de Red Bull, nosotros. Red Bull los unió. Qué mala suerte. Yo pensaba que solo se habían besado, pero esto...

-Sí. Esto. -Max vuelve a sentir la opresión en su pecho, Sergio también lo hace.

-Es difícil saber qué pasará en el futuro, incluso esta idea de "el destinado" es un imposible. Todos sueñan con encontrarlo, pero nadie espera hacerlo. -Sergio intenta consolarse con esa afirmación. Ya tiene suficiente con sus propios pensamientos intrusivos sobre el pasado, para escuchar ahora Christian hablar de un futuro alterno donde "todo es perfecto".

- ¿Cómo sobrellevan esto? Debe de ser difícil si se encuentran en esta situación. -Horner mira ambos jóvenes con genuino interés. Pues piensa que el aura de intimidad solo se debe a ese hecho, más no que ha pasado algo más entre ellos.

Devorador de corazones ||Chestappen||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora