La vida es una Pesadilla

58 7 7
                                    

Cuando me desperté todo seguía oscuro, agudicé mis oídos pero el silencio era absoluto, ningún coche merodeando por los alrededores, ningún crío clamando a gritos el pecho de su madre, ningún vecino con insomnio, nada, siquiera escuchaba mi respiración.

La inquietud se apoderó de mí, había tenido una pesadilla...  me hundí entre las sábanas y cerré mis ojos fuertemente intentando asustar al miedo y así, poder conciliar de nuevo el sueño. Pero  me entró un calor sofocante así que decidí tomar el aire. Me destapé y apoyé mis pies descalzos en el suelo, me dirigí hacia la ventana de la habitación y convencida de que el aire me aliviaría un poco la abrí... pero el clima era seco,  suspiré y  cuando ya pensaba cerrar la ventana mi atención recayó sobre una pieza rectangular de mármol que se encontraba colocada horizontalmente cerca del viejo olmo, agudicé mi vista con la peregrina idea de que fuese simplemente una alucinación mía producto del estrés, pero no, la pieza seguía allí.  Bajé al primer piso, me calcé y  salí de la casa dirección al jardín trasero.

 Era una lápida. El miedo se apoderó de mí, pero no quise mostrarme débil, me acerqué más y me agaché para leer lo que venía gravado en ella.

- ¡NO! - Grité, los pies me flaquearon y se me formó un nudo en la garganta, sin poder contenerme más rompí a llorar. Era mi nombre. Empecé a revolver la tierra e inconscientemente comencé a escavar formando un hoyo. Yo estaba viva, no podía ser yo. ¡Era horrible!, los labios me temblaban, y entonces noté como algo me agarraba fuertemente de la muñeca, cesé de llorar y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciéndome titiritar, desvié mis ojos hacia mi muñeca y pude ver claramente una mano pálida curvada alrededor de mi muñeca, me deshice de ella y aún en el suelo arrastré mi cuerpo alejándome de la lápida con intención de echar a correr pero entonces sobresalió la cabeza del suelo y vi incrédula a una chica idéntica a mí, que me observaba  fijamente, otra vez sentí como la adrenalina me recorría el cuerpo, retrocedí unos pasos más sin desviar mis ojos de los suyos, y entonces escuché una voz que me pedía a ruegos una sola cosa:

- ¡Sálvame!-  Eché a correr, me tapé los oídos con mis manos pero, la voz cada vez se intensificaba más... no conseguía dejar de escucharla  ¡Provenía de mí! Chillé con una mueca de terror marcada en la cara y entonces caí al suelo.

Me desperté, agudicé mis oídos, pero   el silencio era absoluto, ningún coche merodeando por los alrededores, ningún crío clamando a gritos el pecho de su madre, ningún vecino con insomnio, nada, solo escuchaba mi respiración.

La inquietud se apoderó de mí, había tenido una pesadilla... Me destapé y apoyé mis pies descalzos en el suelo, me dirigí hacia la ventana de la habitación y convencida de que al observar el jardín y comprobar que no había nada me aliviaría un poco, pero al abrirla observé horrorizada que cerca del viejo olmo, ahora  había dos lápidas. 

CondenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora