ÚNICA PARTE

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Un hombre alto y trajeado se encontraba sentado en su silla de trabajo, con su cara tensa y sus fosas nasales abiertas mostrándose lo cuán enojado está porque sus agentes no hacen las cosas bien, a veces se preguntaba si estaba tratando con agentes maduros o unos críos que no saben como llevar la vida todavía.

El papeleo le está causando estrés, siente que ese trabajo lo está acabando en el transcurso de los años. Apenas tenía treinta años y se siente de setenta o más, tampoco quiere decir que treinta es mucho ¿O si?.

Tenía una esposa, se había casado hace cinco años, en donde le juraba amor eterno a ella frente al altar y ella hizo lo mismo, pero con el paso de los años ese amor se fue desvaneciéndo convirtiéndose en molestia y dolor de cabeza.

Discutían frecuentemente, muy a diferencia a cuando se casaron, ya no habían esos besos de buenos días y esas caricias en el rostro llenos de amor y cariño. Ahora ni se miran, se levantan de la cama dándose la espalda y cada uno hace su desayuno para no molestar al otro, y si se hablan lo hacen cortante.

Anoche tuvieron una pelea, su esposa había llegado tarde de "trabajar" de su empresa de moda y al encontrar la casa desordenada, ya que no había nada limpio y los platos del desayuno seguían sucios en el fregadero, Jennifer, la mujer con la que se casó, había llegado a las tres de la mañana a hacer un escándalo, atormentándolo y causándole más dolor de cabeza.

El había llegado de trabajar recién y necesitaba un baño, un café y descansar pero todo se fue a la mierda cuando la castaña de su esposa decidió joderle más la noche y la poca paz que tenía cuando ella no estaba.

- ¿No pudiste siquiera lavar los platos?

Le había preguntado con voz irritante, mientras él estaba fumando en el sillón apunto de cerrar un momento los ojos y planeando tomar un baño.

- Recién llego de trabajar ¿Cómo carajos pretendes que haré esa mierda?.

- La casa está hecha una mierda, Derek. Yo también llego de trabajar recién.

Había alzado la voz, tirando su cartera de trabajo en la cara de él y obviamente, se le acabó la cordura y tiro esa cartera de cuero al suelo con coraje mientras soltaba un gruñido.

- Trabajar... ¿Trabajar? ¿Recién? ¡¿Recién llegas de trabajar?!.

Había gritado a la vez que se levantaba y apagaba el cigarrillo, fulminaba con su mirada a la mujer quien apretaba sus puños y tensaba su cuerpo.

- Tú no sales de trabajar a estas horas, no nací ayer, Jennifer.

- Eso a ti que te importa

Jennifer había rodado los ojos y chasqueó la lengua, soltando un suspiro de estrés prendió un cigarrillo.

- Es verdad, no me importa pero el hecho de que estés jodiendome la noche, gritando que porqué no lavé los putos platos sabiendo que tengo más trabajo y más responsabilidad que tú, haces que mi paciencia se vaya a la miserable mierda ¡Joder Jennifer! ¡Me tienes hasta la polla!

- Solo es lavar platos, Derek.

- Así como lo dices tan fácil hazlo tú.

- Fue un error conseguir una casa tan grande, todo está sucio, en desorden... ¡Ugh!

- El error que cometiste tú, me pediste que te diera la mejor casa que haya en toda la ciudad y aquí tienes, no te quejes.

Jennifer dejo escapar el humo, escuchando como su celular hacía ruido y un nuevo mensaje apareció en la pantalla.

UN CALIENTE MUCAMO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora