Epílogo "El sueño de Melissa"

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Me encuentro a mí misma caminando al descalzo sobre la tierra húmeda de la madre naturaleza, que abarca todo un campo repleto de flores de amapola, incluso los arboles parecen emanar un aire helado que consigo lleva el cantar de miles de aves y algunas hojas de árbol cayendo al final de la colina, en donde se aprecia un pequeño lago de agua cristalina cubierto de nenúfares.

El lento correr del tiempo parece sempiterno casi como un bucle sin fin, por ello no puedo distinguir si la atmosfera se trata de un amanecer o de un atardecer. Pero por alguna razón el aire que emanan los árboles se siente nostálgico, pero al mismo tiempo este lugar me da una tranquilidad y es como si ya hubiera estado aquí antes, aunque de cierta forma no pareciera ser perteneciente del planeta tierra sino más bien de otro mundo. Sin duda me encantaría conservar la belleza de este hermoso paisaje en una pintura.

Naufragando en mis pensamientos el momento fue interrumpido por un suspiro que no proviene de mi si no de aquel sujeto cuyo nombre aun desconozco y como siempre no puedo verle el rostro.

-sigues sin encontrarme- dijo él, acongojante

Al igual que el sitio me parece saber de quien se trata, pero aun así no puedo recordar donde lo he escuchado antes.

-Sería más sencillo si me permitieras verte de frente al menos una vez- le respondí como si tuviese una idea de lo que acabo de decir.

Él solo sonrió y sin poder verlo sentí su mirada penetrante mirándome fijamente para añadir -siempre he estado al alcance de tu vista, pero nunca me ves a mí-.

Ahora el aire resoplaba hacia nosotros quienes nos encontrábamos en la colina, pero el sonido de nuestros corazones sincronizados era el sonido dominante del lugar. Casi como si nuestras almas por fin encontraran la eternidad que tanto anhelaban.

-Estoy jugando-, añadí mientras me sentaba a acariciar los pétalos de la flor más cercana- se dónde encontrarte A...

Pero mis labios me impidieron pronunciar su nombre...

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