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Las cosas estaban tranquilas, Catalina estaba bien dormida junto con Diego, cuando escucha como el brujo empieza a hablar con Leo (y con Xochitl aunque ella no la pudiera escuchar)

─¡Chaneques! ─dice el brujo. ─Vayanse, regresen la estatuilla. ¡Restauren la paz!

─¿Y tú? ─pregunta leo.

─Yo haré mi parte, cada uno tiene su deber. ─iluminó un camino. ─Regresen la estatuilla. ¡YA!

─Te van a destruir, son mucho.

─Leo vamos. ─catalina lo jaló de la manga de su camisa, al ver cómo todos ya corrían menos él.

Todos siguieron el camino que indicó el brujo, pero llegaron hasta donde ya no podían seguir corriendo, tenían que pasar únicamente por una soga que no aseguraba nada.

Ellos tres podían subir sin problemas, el problema era Catalina. Ella nunca andaba en esas situaciones, mucho menos por esos lugares.

Leo lo pensó por unos minutos, se quedó mirándola mientras que ella no entendía nada.

─Quedate aquí. ─le dijo.

─No Leo ¿Estás loco? ¿Y si esas cosas vienen? ¿Cómo me voy a defender yo sola?

─No estás sola, ellos están aquí.

─Pero ni siquiera puedo verlos.

─Pero ellos a ti sí.

─Leo-

─Por favor, Catalina. ─tomo sus dos manos. ─Es peligroso pasar por ahí, no me perdonaría si algo te pasa.

suspiró y cerró los ojos. ─Está bien. ─se miraron unos segundo más sin decir nada, hasta que ella rompió el silencio, dándole un abrazo. ─Por favor, con mucho cuidado.

─Siempre. ─le sonrió para luego alejarse.

Catalina se estaba mordiendo las uñas, por ahora no había ningún chaneque, pero sólo era cuestión de tiempo para que empezaran a llegar.

Y así pasó después de unos minutos, ella solamente podía correr de un lado a otro, pero llegó el momento en que la rodearon y ella sólo se cubrió con sus brazos.

Esperando a que la atacaran.

Pero eso no pasó, porque Xochitl y Teodora se pusieron frente a ella y los ahuyentaron a todos.

─No los puedo ver, pero en serio muchas gracias.

─Mi Xochitl, córrele con los chavos. ─le dijo evaristo al verlos en problemas. ─Yo me rifo este tiro lo más que pueda.

Xochitl fue con Leo y con Nando, dejando a Evaristo pelear con los chaneques, pero había un problema, y era que su energía ya se estaba agotando.

─¡Leo!

LA TRENZA, leo san juanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora