Preludio

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Tomé el encendedor entre mis dedos y lo hice girar. La luz parpadeante en mi celular indicaba donde estaba.

Un Motel, uno que por cierto no es de mi propiedad, descarada hubiese sido que fuera lo contrario. El auto también estaba ahí. Lo que me dejaba dos opciones, el chofer estaba de su lado, o era quien se la follaba.

Y pensando en las miradas de los últimos días, era lo segundo.

-Señor Kim- habló el gerente del banco apenas tuve el teléfono contra mi oreja -¿En qué puedo servirle?

-Quiero cancelar las tarjetas a nombre de mi mujer. Acaba de fallecer.

-Claro... umm, mi más sentido pésame Señor Kim

-Gracias- cerré la llamada y regresé a mi asiento. A mi teléfono llegó la notificación. Namjoon continuaba hablando con los que serían nuestros socios en el otro extremo del mundo.

Los latinoamericanos son buenos con los negocios, porque se dejan amedrentar con facilidad y eso... eso me conviene.

Taehyung entró a la casa salpicado de sangre, nos regaló una sonrisa socarrona antes de subir las escaleras, aquello hizo tensar a quienes nos acompañaban.

-Pasemos al comedor- me puse de pie y acomodé mi traje de manera pulcra, tomé asiento a la cabeza de la mesa y tamborileé mis dedos en la mesa y mi teléfono se iluminó, era ella.

Monserrat siempre será una perdición, la de todo el que la viera. Demasiado bella para su bienestar. Dejé que vibrara hasta que ya no lo hizo más.

-Buen apetito- les regalé una sonrisa a quienes nos acompañaban y di el primer bocado, la carne estaba jugosa, adoro el término medio en esta, es la combinación perfecta entre lo delicioso de la carne y el sentimiento animal de devorar.

Limpié las comisuras de mi boca y tomé un trago de vino. -¿Algo que quieras compartir?- mi hermano de en medio estaba justo a mi lado, negué con la cabeza y luego dejé que una leve sonrisa se formara en mis labios.

Le habría dado todo, incluso un hijo. No la amaba, pero estaba en esto y hago las cosas bien, siempre lo hago. Perra idiota, ¿Me cree un juego?

Volví a cortar la carne antes de que la puerta se abriera de golpe, impulsiva. Siempre lo fue, ¿acaso cree que por ser hija del jefe Taiwanés es inmune a mi furia? -¡Cancelaron mis tarjetas! - habló como niña berrinchuda.

La llamé con los dedos -Conozcan a mi esposa- esta sonrió de manera fingidamente melosa a los invitados. -Nena- le tendí la carne que había cortado y cuando abrió la boca para tomarla apreté su nuca y la estampé contra la mesa. -¿Vendías información o solo follabas?- ella sabe lo que le hago a los traidores, lo ha visto.

-Lo siento... yo... no puedes matarme... mi padre- reí ¿Se cree que me importa su padre y el puto Taiwan?, apreté su rostro contra la madera, mi hermano parecía disfrutar aquello, nunca la soportó, tampoco estaba de acuerdo con el trato de alianza entre la mafia Taiwanesa y la Coreana, menos por una unión matrimonial, pero yo estoy a cargo, y al final de todo tuvimos muchos beneficios en estos 3 años.

Tampoco es que su cuerpo me haya tentado más luego de la noche de bodas donde la desvirgué. Así que...

Esto solo significaría una guerra con Taiwan que ganaremos y en la cual tomaremos sus propiedades. Yo lo veo ventajoso.

-Síganme por favor. Es buen momento para mostrarles lo que pasa con los traidores.- apreté cu cuello con más ganas y la arrastré fuera de la casa.

Mis hombres notaron lo que hacia y permanecieron tranquilos. -El chofer- no tuve que repetirlo, Namjoon disparó en su rodilla haciéndolo caer al suelo. -Voy a encargarme luego de él.- moví mi mano de su cuello hasta su cuero cabelludo y apreté hasta que chilló con más fuerza. -Corre perrita- la solté y al inicio trató de abogar por mi clemencia, pero yo no tengo.

Dejé una de mis armas a la vista, la cargué y apunté cuando comenzó a correr por los amplios jardines, mi bala dejó un tiro limpio en su cabeza haciéndola caer contra el suelo.

Tendí mi mano, Taehyung había salido de la ducha, solo tenía una toalla en su cintura y el cuchillo en la mano. Lo tomé.

Me acerqué al cuerpo inerte y corté su cabeza, tiré del cabello hasta levantarla -Envíala a los Taiwaneses- se la tendí a mi mano derecha. -Limpien esto, arruina mi jardín- mis hombres cargaron el cuerpo. -Un placer hacer negocios con ustedes- tendí mi mano ensangrentada y no tuvieron más que tomarla.
Entregué el cuchillo a su dueño. -Escóltalos fuera de la propiedad.

Caminé con calma al interior de la casa y luego fui al sótano donde se encontraba el chofer. -¿Todo por una mamada?- tomé la tela de mi saco, que para este punto estaba salpicado de sangre, lo dejé sobre el suelo y acomodé mi camisa. -Cierra la puerta, no queremos molestar a los demás con sus gritos.






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La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora