Prólogo

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Hace dos meses:

La boca del hombre seguía moviéndose, pero desde hacía mucho tiempo me había desconectado.

No me pagaban lo suficiente para esto. Imposible. Segundo día de trabajo y estaba listo para tirarme por la ventana. El negocio de la música será divertido, dijeron. Va a ser glamouroso, dijeron. Mintieron.

—¿... es tan difícil de entender? ¿Comprendes lo que te ordené? Te pedí un éclair que consta de una dona larga glaseada de chocolate con crema en el centro. No esta, esta... cosa redonda que me compraste. ¡Otra vez! —Vociferó el idiota, la papada temblándole.

En su escritorio, su asistente personal se zambulló más abajo en su asiento, por si acaso decidía hacerlo su próximo objetivo, sin duda. Muy justo. Probablemente tampoco era lo suficientemente bien pagado. Sólo un masoquista disfrutaría esto por menos de cien dólares la hora. Por lo general, traté de obtener puestos de trabajo temporales que duraban un par de meses más o menos. Lo suficiente como para hacer algo de dinero, pero lo suficientemente corto como para evitar ser atrapado en cualquier drama.

Por lo general.

—¿Me escuchas? —La piel falsamente bronceada se tornó de naranja a un tono alarmante de borgoña mientras su enojo crecía. Si tenía un ataque al corazón, no le daría respiración de boca a boca. Alguna otra alma valiente podría hacer el sacrificio.

—Joven... cual sea tu nombre. —¡Vuelva a la tienda y tráigame lo que pedí la primera vez!

—Tomlinson. Mi nombre es Louis Tomlinson. —Le pasé una servilleta, teniendo cuidado de no tocarlo porque una verdadera profesional siempre mantenía la distancia. Además, el tipo era repugnante. —Y esto es para usted.

—¿Qué es?

—Es un mensaje del manager en el turno de la tienda de donas disculpándose por la falta de sabrosos y largos éclairs con forma fálica. Al parecer no los hornean hasta el final del día —le dije. —Ya que no me creyó cuando le expliqué esto ayer. Pensé que podría estar más incluido a creerlo si viniera de una autoridad más alta en el mundo de las donas.

El pobre tipo perplejo miró de mí a la servilleta y de regreso.

—Su nombre era Pete. Parecía agradable, debería llamarlo si necesita mayor verificación. Verá que conseguí que escribiera su número allí abajo en la parte inferior. —Traté de señalar los dígitos en cuestión, pero Adrian retiró la mano, arrugando la servilleta en una bola. Oh, bueno, lo intenté.

Más o menos.

Risa estalló desde la esquina de su oficina. Un chico guapo con el largo cabello rizado y castaño me sonrió. Que bien que el rizado se divertía. Yo en cambio me encontraba probable y definitivamente a punto de ser despedido.

Espera, ¿era ese Hardin Selley de Stage Dive?

Maldición, lo era.

Así que los otros tres hombres debían de ser el resto de los miembros de la banda. Traté de apartar mis ojos, pero tenían otras ideas. Gente famosa. Huh. Por lo menos me las arreglé para ver algunos de cerca antes de conseguir que despidieran mi culo. No parecían particularmente diferentes a nosotros los seres humanos normales, sólo un poco más bonitos, tal vez. Incluso después de haber jurado dejar a un lado a los hombres, su factor sorpresa no podía negarse. Los dos chicos con el cabello oscuro y rostros claros se acurrucaban juntos, hojeando algunos documentos. Serian Edward y Harry, los hermanos Styles. Shawn Mendes, el bajista, y más grande de todos ellos se extendía, las manos detrás de su cabeza, profundamente dormido. Felicitaciones a él. No era un mal método para pasar a través de una reunión.

Me Emborrache De Ti #3 | Adaptación l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora