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Habían pasado tres días desde que Morlov informó de su llegada a Amox, tres días y el chico no apareció durante ese tiempo

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Habían pasado tres días desde que Morlov informó de su llegada a Amox, tres días y el chico no apareció durante ese tiempo.

Hasta un par de horas atrás, cuando uno de sus hombres le hizo llegar un sobre que iba acompañado de una rosa negra, sumándole el característico aroma dulce que el omega utilizaba para perfumar sus letras.

"Estaré contigo para el anochecer".

Una frase corta y bastante clara que logró calmar un poco la ansiedad en el alfa ruso.

Morlov decidió esperarlo en el salón privado que utilizaba para descansar, sabía a la perfección que el omega encontraría la manera de ubicarlo así que no se preocupó por ello. En su lugar, decidió concentrarse en leer unos papeles que, según Zella, eran de vital importancia.

—Morlov.

El alfa se quedó quieto el tiempo exacto que le tomó saber y reconocer la voz suave que mencionó su apellido. Dejó de lado los documentos y fijó la vista en la entrada del salón, donde un chico estaba de brazos cruzados, mirándole atentamente, en compañía de una sonrisa pequeña.

Era Amox, Jimin, o como él preferiría llamarlo siempre: su rosa.

—No te quedes ahí —habló, demostrando en su tono la felicidad que sentía de verlo—. Ven aquí conmigo.

El omega terminó de ingresar al gran salón, su mera presencia deleitaba por completo al hombre poderoso que lo esperaba con los brazos abiertos, demostrando en su mirar desesperado y su respiración descontrolada lo mucho que necesitaba del omega, y como lo había extrañado hasta la locura.

—Recibí tu mensaje, pero no pude venir de inmediato por asuntos de mi ciclo de calor —explicó Amox, mientras se entretenía con los objetos desparramados en la mesa.

—¿Estás bien? —preguntó Morlov, recordando el proceso doloroso y agotador que el omega soportaba durante cada ciclo.

El pelinegro sonrió encantador, rodeó el escritorio hasta que finalmente se sentó en el regazo del hombre que le daba todo lo que quería. Los ojos bicolores miraron los azules, mientras una de las manos delicadas del menor acariciaba la barbilla definida del rubio.

—Estoy bien —respondió en un susurro incitador—. ¿Quieres comprobarlo?

Morlov tomó una de las pequeñas manos y la llevó a sus labios para besarla con devoción. Una vez más se perdió en la mirada del omega, le resultaba letal y encantadora, tal y como el mismo Amox resultaba ser.

—¿No te causa curiosidad saber el motivo por el que volví a Seúl? —preguntó, mientras sus brazos rodeaban la cintura del chico.

—Sí, pero podemos discutirlo después —dijo Amox para luego besar los labios del alfa con profundidad y ansias.

Ambos gimieron ante el contacto violento que sacudió sus cuerpos. Había pasado mucho tiempo y uno se extrañaba más que el otro; sin embargo, justo en ese instante, ambos lo disfrutaban por igual.

ᴍᴜʀᴅᴇʀᴇʀ ᵞᴹDonde viven las historias. Descúbrelo ahora